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martes, 13 de mayo de 2025

Prólogo de "Viajes y otros desatinos"

Comparto el prólogo que escribí para el espléndido libro colectivo “Viajes y otros desatinos” (Ed. Támesis), y que presentamos en la Feria del Libro de Granada. Un volumen versátil que merece la pena, relatos físicos y mentales, alegres y melancólicos, horizontales y verticales, con equipaje y sin él, relatos sensoriales, solidarios, panorámicos, existenciales, relatos que hacen viajar hacia fuera y hacia dentro.



<<Tenemos entre las manos una incitadora invitación a otros mundos, a latitudes distantes, un canto de amor a las travesías, a los tránsitos interiores, a los trayectos misteriosos o confortadores de los libros, como lo es “Bookcrossing”, el relato que abre irónica y atinadamente esta obra colectiva de título a la vez rotundo y sugestivo, este pasaporte a treinta y siete jugosas expediciones: Londres, Milán, Papúa, Argentina, un pueblo de Castilla, pero también a la añoranza de la infancia, de la juventud y del amor, al ‘refugio ansiado, confortable, del hogar’.

”En lugar de Rocinante, aviones y autobuses”. Puede que los meros desplazamientos sean el inevitable signo de los tiempos, no obstante el lector seguirá hallando en estas páginas el fuego inextinguible del viaje. Turistas, sí, pero además viajeros, caníbales, emigrantes en pos de raíces nuevas, antigüedades engañosas que abolen el tiempo, niñas convalecientes que viajan con la imaginación. En sus historias, los trenes tienen el olor de un animal milenario, los rayos de sol son orugas de oro, las ancianas huelen a jardincillo, se cumplen las ofrendas a la Pachamama, Lorca aún está vivo en un hotel de Lanjarón, las gárgolas parlantes salen a planear por las noches sobre París, el perfume aletea alrededor de una persona como gaviotas tras un barco de pesca, un perrillo alegre se interna en una profunda comunicación con la especie humana como en una deliciosa escaramuza...


Es este un cuaderno de viaje completado a veinte manos por diez amigas letraheridas (integrantes por cierto del Laurel de la Azotea, civilizado y urbano grupo literario que se reúne en Granada), una bitácora de huidas, de encuentros, de anhelos, de despedidas, de umbrales enigmáticos que hay que cruzar. Sus personajes deambulan o vuelan literalmente, son parasitados por el paisaje, luchan contra las limitaciones o las convenciones, se orientan en el espacio ancho del campo o se desorientan en el angosto de un ascensor, algunos no comprenden que ‘las mujeres también somos seres viajeros y sexuados’, otros rompen el cerco e intentan escapar de las redes de citas, compromisos y proyectos, de las lianas de relaciones humanas a veces asfixiantes o lóbregas, del vértigo oscuro de uno mismo en busca del silencio, la soledad y la calma, o sencillamente del simple crisol natural del mundo.

Sorprende la calidad sostenida de todas las piezas narrativas, así como su versatilidad, todo ello hará del lector un nómada dichoso y entregado: la elegancia expresiva y psicológica de María Ángeles Barrionuevo, con ese cálido espíritu de los cuentos de O. Henry; las originales perspectivas de Carmen Bedmar, con sus enfoques secuenciales y panorámicos; la melancolía existencial de Ana Burgos, como si recogiera las pavesas del tiempo entre sus dedos; la brevedad luminosa de Elvira Cámara, con su mesurado exotismo; el detallismo sensorial de Isabel M. Martos y su buena mano para la evocadora descripción de los olores y para reproducir el gracejo del habla popular; la naturalidad y la realista espontaneidad de Luciana Montemezzo; la erudición irónica y cosmopolita de Ana Morilla; el clasicismo memorialista de Rosario Pérez; la potente intensidad de Alicia Ruiz, de orden social o sideral; y el erotismo poético de Marina Tapia, capaz de encender al lector ‘como la zarza que vio Moisés’.


En la mixtura vivificante de este volumen están contenidos los tres sabores del té: el primer trago (según se nos dice en “Cenizas”), suave como la vida; el segundo, dulce como el amor; el tercero, amargo como la muerte. Porque este libro habla también del viaje sin retorno, con sus marchas inesperadas o injustas. Y del desazonador viaje de la edad, de las huellas del paso del tiempo y de las enfermedades sobre los cuerpos y las vidas. Quizá sea la curiosidad por lo que está lejos, por lo que permanece fuera del alcance, la indagación del prójimo, de ‘lo otro’, la piedra imantada que ha guiado a las creadoras a componer al alimón esta espléndida gavilla de relatos. Puede sin embargo que el estímulo haya partido del azar -‘la forma en que funciona la vida misma’-, o tal vez del amor, sobre todo el amor a los libros y a la gente, puesto que es bien sabido que el mundo se sostiene en él.

Como se nos informa en “Archibald, le chef rôtisseur”, los korowai -que se creían los únicos habitantes de la Tierra- se comían a los viajeros al creerlos espíritus malignos que habían tomado la forma de seres humanos. El lector no corre tal peligro al acercarse a este volumen; más bien al contrario, como mínimo podrá llenar varias horas de ‘una alegría inesperada y tenue’, incluidos el humor y la nostalgia. En cualquier caso, en esta miscelánea escrita íntegramente por mujeres cada una de las autoras opera enriqueciendo y fortaleciendo los textos de las demás, multiplicando las emociones, acumulando visiones y moldes audaces, logrando que convivan en estrecha compañía lo sórdido y lo doloroso, lo grácil y lo mordaz con imágenes de belleza, solidaridad y ternura inefables.

Al parecer, hace más de cien años, cuando las señoras de París iban a la ópera solían detenerse a comprar patatas asadas, que colocaban en el interior de sus manguitos para evitar así, durante la representación, el frío propio de una sala grande sin calefacción. Como el esponjoso tejido de aquellos manguitos, estoy seguro de que tras leer “Viajes y otros desatinos” nuestra mente y nuestro corazón guardarán el calor de estas historias mientras asistimos, a la intemperie, a nuestra propia representación en el vasto e inclemente recinto del mundo>>.



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