He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

miércoles, 20 de enero de 2016

Homenaje a Miguel de Cervantes

Dos relatos publicados en el Boletín de la Academia de Buenas Letras de Granada, como homenaje a Miguel de Cervantes en el IV centenario de su muerte.


Retrato por Claudio Sánchez Viveros







LOS RIVALES


Un desafío concertado a sable con punta, filo y contrafilo. Dos caballeros frente a frente, al atardecer, sin padrinos, médicos ni público. Sólo el juez de campo los ve lanzarse a fondo, sortear las acometidas, romper saltando en retroceso. Son buenos esgrimidores, de movimientos elegantes y parejo dominio, se conocen, se respetan, se han batido con frecuencia, azuzados por padrinos indignos que intentaban hacerles un cartel de duelistas. Hoy, una vez más, desean zanjar dignamente tan enojoso asunto. Pero ninguna estocada pone fuera de combate a los adversarios, unos rasguños a lo sumo, una caída, una rotura de arma, un cuerpo a cuerpo. Tampoco en esta ocasión se resuelve el lance. Cansados, aplazan el cruento ajuste, confraternizan. El manco, con la vieja camisa zurcida a la vista, parece menos hosco, más frágil y melancólico. El inglés, de temperamento lenguaraz y desenvuelto, se despide con ampulosos ademanes. Cien años después, en el mismo lugar, los dos caballeros descienden de sus landós e intercambian corteses saludos. Una niebla helada desdibuja los perfiles del prado. El juez mide el terreno, procede al sorteo, lee las actas, les entrega las pistolas de cañón rayado. A veinte pasos, con las armas en guardia alta, esperan la orden de fuego. Apuntan durante treinta segundos. Aprietan el gatillo: los tiradores permanecen en pie tras las detonaciones consecutivas. Un proyectil ha silbado sobre el manco y aún humea el impacto del plomo a los pies del inglés. Sin menoscabo de su insuperada reputación, con objeto de poner fin a esta absurda rivalidad en la que nadie ha recibido ofensas, los dos gallardos contendientes, Miguel de Cervantes y William Shakespeare, volverán a comparecer una y otra vez en el campo del honor.







EL INCIDENTE AVELLANEDA 


En un apéndice del libro colectivo ¿Dónde estás, Avellaneda? (Ediciones Grafisol, Tarragona), el historiador y filólogo Martín Canseco afirma haber dilucidado el misterio: el Quijote de Avellaneda no fue obra del soldado aragonés Jerónimo de Pasamonte, compañero de milicia de Cervantes, ni del Doctor Christoval Svarez de Figueroa, ni siquiera de Lope de Vega, sino del mismísimo Miguel de Cervantes. Según esta peregrina tesis, Cervantes, experto mixtificador, no sólo se permitió crear una vulgar falsificación de su propia obra -una historia, no lo olvidemos, traducida de la escrita por Cide Hamete Benengeli-, un libro tosco, “malo y más duro que las peñas (…) lleno de viento y borra”, trabajado con descuido y materiales de acarreo, en el que dota a don Quijote de un carácter brutal, carente de dignidad y gracia, lejos del noble humor y la melancólica filosofía del original; también fingió un indignado dolor ante el hurto de ese autor apócrifo que se ocultaba bajo el seudónimo del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, ampliando así las amarguras de su vida real a su vida imaginaria; y respondió a “ese desventurado que ha querido usurpar mi nombre y honrarse con mis pensamientos”, imitándolo a su vez de forma paródica aunque obsesiva, lo que permitió que el apócrifo actuara como fuente por repulsión de la última entrega del Quijote. Cervantes, que se defendió en el prólogo de su Segunda parte de las groseras acusaciones y de los insultos que acumuló Avellaneda contra él en el prólogo de la Segunda parte espuria (pobre, viejo, manco, cornudo, falto de amigos y protectores, murmurador, colérico y envidioso), se presentó a sí mismo acuciado por el robo literario y por las injurias recibidas y llegó a inmiscuir a sus propios personajes en un asunto real, confiándoles la labor de desenmascarar al autor del falso Quijote, impostor en los reinos de la imaginación, “escritor fingido y tordesillesco que se atrevió a escribir con pluma de avestruz grosera y desaliñada las hazañas de mi valeroso caballero”. De ser cierta la teoría de Martín Canseco, Cervantes pergeñó en realidad una trilogía, un irónico juego de espejos, una enloquecida empresa acerca de un caballero andante aficionado a los Amadises que quiso imitar las aventuras de otros caballeros de ficción, de su doble que vive una vida paralela, y del autor de ambos que se miente, se vitupera y se desacredita para asegurarse la autenticidad de sus criaturas, personajes que incluso se rebelan contra la realidad al hacerlo contra el autor plagiario, componiendo de este modo el más fabuloso y extremado caso metaliterario de la historia de los libros. 

(Publicado con el título “Una historia bizantina” en El yelmo de Mambrino. Bulletin of The Cervantes Association of America, XIV, 9, winter, pp. 72-73.) 


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