He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)
sábado, 19 de noviembre de 2022
Presentación de "Corteza" en la Biblioteca de Andalucía
sábado, 12 de noviembre de 2022
Reseña de "Bestiario" por José Ignacio García
Hay un prólogo esclarecedor e imperdible de Jorge Fernández Bustos, que sitúa con precisión en su lugar al cuento fantástico. Ese cuento fantástico que, a través de la pluma de Olgoso, se convierte en «fantástico zoológico literario», donde caben todo tipo de animales que son capaces de agotar las posibilidades narrativas.
Si Olgoso es siempre un orfebre del lenguaje, puede que en este libro bestial dé su mejor muestra en el relato La ilusión del horizonte, donde las frases y las descripciones minúsculas y precisas alcanzan un grado superlativo y demuestran la grandeza de un narrador que, sin embargo, tiene la humildad de pedir permiso para yacer con los adverbios acabados en mente.
Puede ser que lo que les estoy contando a algunos les resulte, por ejemplo, kafkiano. Están en su derecho. Pero, en mi humilde opinión, los horizontes creativos de Olgoso van mucho más allá de Gregor Samsa, quizás expandidos por los aires de Sierra Nevada.
Asegura Ángel Olgoso, en un coloquio entre dinosaurios, previo a su aniquilamiento, que «cuando una civilización acaba por hacer literatura sobre la literatura de la literatura, llega al límite y sus días están contados». Pero ya les aseguro yo que este par de pájaros, Moro y Olgoso, y a pesar de las pretensiones de mi título alternativo, son difíciles de matar; que les queda cuento, por enormemente breve que sea, para rato.
Ojalá que ningún pie exterminador (vírico o nuclear) nos aplaste y podamos seguir disfrutándolos. Y que sea por muchos años”.
miércoles, 9 de noviembre de 2022
Minicuentos y fulgores. Homenaje a Luis Mateo Díez y José María Merino
jueves, 20 de octubre de 2022
Discurso de recepción del Premio Andalucía de la Crítica por "Devoraluces"
sábado, 15 de octubre de 2022
Entrega del XVIII Premio Andalucía de la Crítica
domingo, 2 de octubre de 2022
Reseña de "Bestiario" por Miguel Arnas Coronado
ANIMALES SUGESTIVOS, PALABRAS FASCINANTES
Miguel Arnas Coronado
Valéry habló de la ‘parole juste’, la palabra precisa, tanto en el sentido de exacta como en el de necesaria. Necesaria para decir exactamente lo que se quiere decir. Esa es la característica de la prosa de Olgoso. Y ese es el auténtico protagonista de este libro, como de otros anteriores: el lenguaje. Los temas de los cuentos son subsidiarios, pero lo son como esos actores secundarios que, a despecho de su condición de anexos, consiguen el Óscar.
En este caso, Olgoso se centra en pequeñas narraciones sobre animales, tanto reales como soñados, ficticios o fantásticos. Hay pesadillas, sí, como nos tiene habituados: onirismos alteradores del ritmo cardiaco, pero también hay animálculos e incluso monstruos bondadosos que despiertan en el lector, no la carcajada vulgar, sino la sonrisa cómplice.
Maestro del microrrelato, sin duda uno de los mejores en nuestra lengua, Olgoso crea un lenguaje propio, inconfundible, lleno de imágenes portentosas, metáforas brillantes. Un lenguaje que a uno le impulsa a releerlo, a relamerse, a gozar como quien observa y admira un diamante facetado en el que se refleja lo existente y lo incierto, un diamante que luce en el cuello de una bella dama: nuestra lengua. Capaz de crear mundos, no se inhibe, solo se contiene y construye miniaturas. Olgoso se hace tigre en sus relatos, deviene perro, narval, pulga, camaleón o cocodrilo, y nos sorprende con finales luminosos como lo es el rayo, que ilumina y destruye, aunque lo que dicho rayo se digna destruir es nuestra monotonía, nuestro romo realismo. Se recrea más en las cucarachas que en los mininos, cierto, porque es kafkiano, no edulcorado: un gatito melindroso puede convertirse, en una de las narraciones, en pesadilla amenazante que se aproxima sinuosa con siniestras intenciones. O unos dinosaurios pueden entretenerse, a la espera de la extinción, en discutir sobre teoría literaria utilizando conceptos abstrusos que generan la hilaridad (comedida, como dije) de quien se atreve a merodear por entre estos cuentos.
¿Antecesores, inspiración? Olgoso tiene muchos, pero Olgoso es Olgoso. Porque nadie pule las palabras como él, nadie deja la frase como acabada de nacer. Y es con esa arma, el lenguaje, que sus animales se vengan de la condición vasalla a la cual los hemos condenado.
Algunos cuentos eran ya conocidos de anteriores libros, pero retornar sobre ellos es grato, y encontrárselos nuevos, sin conocer esas antiguas entregas, es adentrarse en el marasmo de su forma de narrar que, no solo es eficaz, sino también sabrosa. Dije en una ocasión que Olgoso me recordaba a Spinoza puliendo sus lentes. En el prólogo de Fernández Bustos se habla de labor de taracea. Todo es cierto: su prosa no es solo arte, sino también artesanal, extraordinaria, bella.
martes, 27 de septiembre de 2022
Reseña de "Bestiario" por Antonio Tamez-Elizondo
miércoles, 21 de septiembre de 2022
Reseña de "Devoraluces" por Inma Gutiérrez López
DEVORALUCES, POR INMA GUTIÉRREZ LÓPEZ
“Es ‘Devoraluces’ un objeto precioso, un libro cuidadosamente editado que anticipa, desde el tacto de sus hojas y la belleza de la sobrecubierta y la cubierta, el placer de su lectura. Placer, en mi caso, largamente demorado no tanto por las circunstancias del tiempo y de mi oficio, como por la necesidad de disponer de mis cinco sentidos para adentrarme en sus luminosos recovecos sin sobresaltos ni interrupciones.
Mucho se ha escrito ya de este joyero de palabras y no me creo capaz de añadir nada diferente a lo que el propio autor y sus hermeneutas, incluida la propia Marina Tapia, han escrito antes que yo. Es ‘Devoraluces’ un libro que es muchos libros. Y no solo por las historias que entreteje.
¿Quién o qué es el ‘Devoraluces’ (¿o es un devoraluces?: el sustantivo huérfano del título, no nos permite aventurar si se trata de una criatura con nombre propio o de un concepto ignorado)? Su autor promete la salida de la sombra, la victoria sobre la atracción que el misterio ejerce sobre nosotros, el agotamiento de la fuerza centrípeta que nos hace girar en torno al vacío. Y, sin embargo… ¿qué queda si se devora la luz? No es Blake tampoco un pintor luminoso: la conciencia religiosa está demasiado presente en su obra como para que el aire en sus pinturas y las criaturas que lo pueblan sean definitivamente brillantes.
‘Aún así’, dice Van Gogh, ‘A veces’, aventura Kafka ...Y faltan, y los pide Marina Tapia, ‘corpúsculos de luz,/ racimos de color en la desdicha/ nobleza de cristal en la mirada’, todo ello en alguna de las bellísimas citas que Ángel ha espigado (le robo el concepto que él utiliza en redes para hablar de sus siempre interesantes calas de algunos de los libros que va leyendo) para sus lectores y que jalonan la entrada a ese mundo presuntamente luminoso. Me permito ir comentando cada uno de los textos que arman este artefacto, sin llegar a demostrar lo que arriba apunto.
¿Qué sonrisas no pintará en nuestra cara de adultos, a menudo desencantados, un relato que incluye los verbos piruetear, culebrear, pajarear, policromar? ‘Las luciérnagas’ es el primer texto y, sin embargo, bien podría cerrar el libro, si no fuera por la apuesta del autor por esa esperanza luminosa que va mucho más allá de los recuerdos de la infancia: ‘el fuego de la soledad, la amargura y la saña no han conseguido evaporar el fresco misterio de aquellas luminarias en las remotas noches de verano.’
‘Hajdú’ sueña tan lúcido que recuerda los nombres remotos de lugares como La Alquibla o Cenascuras (que hubiera sido mucho más poético con una ‘o’ intercalada), pero se tropieza con la propiedad cuando desea compartir la palabra (¿por qué aquí la palabra?¿hablamos en los sueños?) y sabe frustrado su anhelo cuando descubre que precisamente el sueño definitivo, ¡ay!, no es suyo.
La historia de Matteo Uccellino, también cuaja en el fulgor de su título y en el regalo de palabras como pipirigallo, cascabeleo, algarabía. Pero se detiene en un final que no lo es: esperamos un desenlace como el de ‘Las Ménades’ de Cortázar, un final como el de Jean Baptiste Grenouille en la obra de Patrik Süskind. Parece que el fogonazo de un flash de magnesio hubiera detenido la escena justo antes de la catástrofe. Hay una grieta en todo, así es como entra la luz, decía Cohen. Quizás hay una grieta en todo y así es como entra la oscuridad.
‘La Rosa de los Vientos’ es una de las razones que permiten hablar de ‘Devoraluces’ como de un libro de libros, un homenaje a las lecturas que nos han hecho amar las palabras y la aventura. Es un pequeño y vanidoso placer más saberse capaz de recuperar las historias a donde nos llevan las peripecias de ese Ulises que vive una nueva odisea con los protagonistas de ‘La isla misteriosa’, ‘Moby Dick’, ‘Por el camino de Swann’, ‘Canción de Navidad’, ‘Bajo el volcán’, ‘Quo vadis?’,’La Cartuja de Parma’, ‘Peter Pan’, ‘Alicia en el País de las Maravillas’, ‘El retrato de Dorian Gray’, ‘Las aventuras de de Huckleberry Finn’, ‘Madame Bovary’, ‘El tambor de hojalata’, no sé qué aventura de Sherlock Holmes, ‘El gatopardo’, ‘Los tres mosqueteros’, ‘Lázaro de Tormes’, ‘Don Quijote’, ‘El biombo del infierno’, ‘Hamlet’… En un dieciséis de junio.
En ‘Pelikan’, la esperanza es azul. Si para otro poeta el azul era ‘el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, un color oceánico y firmamental’, para el narrador de su propio milagro el color que menos pesa “se escapa alegremente por los agujeros de los zapatos” de la muerte. Si pronunciamos en voz alta las palabras que aliteran cuando el protagonista descubre que va a vivir (teñir, sabañones, tiña, araña, roña, saña) nos sale la burla (ñeñeñeñe) con la que consigue escapar de la muerte en el lugar donde comienza el azul.
‘Villa Diodati’ es otro secreter en el que guardar y redescubrir historias: las que rodearon un momento único, siempre sugerente y diversamente recreado de la historia de la literatura. La casa que vio nacer al monstruo que perseguiría a su padre se enamora del poeta sufriente de perfil angélico y agradece a sus moradores haberla hecho temblar y vivir.
‘La ilusión del horizonte’ es un perfecto artefacto lingüístico al servicio de una historia, de nuevo, no tan luminosa a pesar de la cegadora luz fluorescente que indica el final del viaje.
‘Okitsu’, el tradicional tributo olgosiano al cuento japonés, es un canto a la palabra creadora. Hay algo de ‘Big Fish’, la película de Tim Burton, en esta historia de un fabulador sin cuento y de su hijo desengañado, como todos los hijos. El jardinero descubre que el silencio es más elocuente que la palabra y su padre, el carretero, vuelve en el jardín para seguir contando historias.
Y, de nuevo, la palabra tejiendo ficciones y criando sentimientos en el inesperado giro a la historia de Scherezade.
El artilugio sobre el que versa ‘El calendario quimérico de lo que podría haber sido’ se nombra como la biblia nombra al aliento de vida o a la persona. El néfesh, ese instrumento borgeano nos ubica ante la vertiginosa certeza de que toda persona contiene en sí misma el conjunto infinito de sus posibles vidas, de que cada elección o mínimo azar cercena infinitas posibilidades y se abre a ramificaciones también sinnúmero. Magnífica la explicación con los fractales, absorbente el inicio del relato y excelente su casi final (la última oración, casi cabalística, desconcierta).
‘Medio real’ es uno de esos mecanismos de relojería a los que Olgoso nos tiene acostumbrados. Imposible no sonreír tan bondadosamente como el, al fin, afortunado paseante de la Alcaná y dar gracias porque sus pasos lo condujeran a la puerta del sedero de la calle Cordonerías justo en el momento en que Estebanillo llegaba.
‘Émula de la llama’ es un libro independiente que, por razones no sé si inexplicadas, se incluye (¿se diluye?) en el ente ‘Devoraluces’ explicando el cambio de signo de las criaturas olgosianas sí, pero perdiendo, quizás parte de su sentido. Unánimemente ensalzado su carácter de canto al amor y al sexo, extraña por momentos lo inmediato de lo contado en un maestro en la alquimia de lo real, en alguien tan exquisito en la transustanciación de lo existente en literatura. Como otro libro que es, quizás debiera dejarlo fuera de este comentario.
‘Odres nuevos’ es una suerte de historia bíblica, carnalmente esperanzada, que tiene un algo de vanitas tras la celebración del sexo y de los pechos de Marina.
La Coda, esa maravillosa ‘Nomenclatura Borghini para los dedos de los pies’, es mucho más que una coda. Sobradamente merecería también ser un libro independiente esta espléndida indagación en las posibilidades de una ficción no necesariamente narrativa. Una verdadera delicia para paladear despacio, uno y mil hallazgos en la que el autor se aventura ya por el territorio que parece querer explorar en adelante. Bienvenido sea ese deambular por las palabras y las sugerencias”.
martes, 30 de agosto de 2022
Reseña de "Devoraluces" por Francisco Morales Lomas
lunes, 29 de agosto de 2022
Video íntegro del coloquio en el Festival Palabra de León
miércoles, 24 de agosto de 2022
Entrevista sobre "Bestiario" en Ideal
1. ¿Quizá nos llama tanto la atención lo entomológico porque los humanos no somos conscientes de nuestra pequeñez?
Exacto, tenemos un problema de perspectiva, nos cuesta vernos como un simple formicario de hormigas. Los tímidos estamos más acostumbrados a ese recogimiento del ego. Aunque si eres un tímido miope, es inevitable que te veas a ti menos borroso que a los demás. En realidad todos somos Gregor Samsa, el protagonista de “La metamorfosis” de Kafka. Este “Bestiario” podría considerarse un terrario de cristal, un termitero, un bosque animado en miniatura, donde sopla a placer la brisa de la imaginación. Aquí los animales son protagonistas pero también testigos y vehículo de reflexión sobre la identidad y sobre los límites entre especies y géneros. Más que apólogos, fábulas o alegorías, la fauna que acompaña desde sus inicios a la humanidad se materializa, entre estas páginas, en una estética del extrañamiento que es, por otra parte, sobre la que casi siempre he trabajado. Según Cortázar, las criaturas zoológicas permiten introducir la extrañeza en el discurso y desvelar las grietas fantásticas que se esconden bajo la superficie de la cotidianeidad.
2. La muerte forma parte de la vida, dicen. Y hay quien sueña con la reencarnación, sin pensar en que la vida cansa, y determinadas vidas, más…
Me fascina el atroz hecho de que, de todas las formas de vida conocidas, sólo queden vivas un magro diez por ciento. Las demás, muchas de ellas extrañas o inimaginables, han desaparecido para siempre (aunque quedan pequeñas muestras como ornitorrincos, pangolines, capibaras, ajolotes, hormigas terciopelo, ranas de cristal, etc.). Me apasiona esa exuberancia de formas, esa energía desenfrenada, como si la naturaleza se hubiera ido alegremente por las ramas una vez tras otra. Te refieres al protagonista de “Samsara”, quien sufre la rueda de las reencarnaciones hasta acabar como un animal disecado. Sabemos que lo único que nos diferencia de los animales (que viven en estado de pureza, eternos, con el ritmo elemental de la tierra misma) es la conciencia de nuestra mortalidad. De hecho, si los miramos a los ojos nos parece intuir exactamente lo que sienten. Sin embargo nadie puede saber qué es un animal, en parte porque nadie puede saber lo que es cualquier cosa, y además porque es imposible considerar a un animal sin superponerse antropomórficamente a él.
3. ¿Qué tipo de cuentos de los protagonizados por animales le gusta más?
Todos, pues disfruto contemplando la realidad desde otras perspectivas, borrando la tenue silueta de la identidad entre las especies, agotando las posibilidades narrativas, cruzando puentes que conducen a otros estados de la materia, viva o incluso inerte. No podría elegir sólo algunos de entre todo este recorrido exhaustivo por la totalidad de mis libros (700 relatos), incluido el primero e inencontrable “Nubes de piedra”. Gocé por igual al escribir cada uno de ellos. En “Bestiario” hay lugar para la inquietud, la erudición y la extravagancia, para lo tierno y lo monstruoso, para el prodigio y la pesadilla, para la interpretación simbólica del cosmos o del imaginario colectivo, para la aproximación mitológica y arqueológica. Por suerte, en la literatura los pájaros pueden nadar y los peces volar, y los seres humanos cambiar de forma y de ser, metamorfosearse unos en otros de forma ovidiana, mendeliana o kafkiana: de la poderosa imaginación de los creadores siguen saliendo a enfrentar el mundo el cuervo de Poe, la cucaracha de Kafka, el dinosaurio de Monterroso, los pavos presuntuosos de Shakespeare, la ballena de Melville, los animales selváticos de Kipling, el burrito de Juan Ramón y la “flor y espejo de los caballos” de Cervantes, los toros degollados de Esquilo o la tortuga que lo mató cuando un quebrantahuesos la dejó caer sobre su cabeza.
He escrito mucho sobre perros, me di cuenta a posteriori: un perro que habla en “Bárbaro solo”, un hombre que se cree convertido en perro en “El perro verde”, un hombre que se promete con una perra callejera en “Grandes esperanzas”, un perro que contiene el espíritu y los recuerdos del hermano del protagonista en “Lamedores de cielo”. El relato “El asedio” es no obstante la rebelión del mejor amigo de hombre, la ofensiva de un ejército sin disciplina, una desviación del orden natural, de la falaz intimación de miles de años entre nuestras especies. En esta historia, los perros han escapado a su ciega servidumbre, han roto el pacto de fidelidad. Y es que, más que un compendio de animales parlantes, fabulosos o legendarios (también presentes algunos en este volumen) encontramos en “Bestiario” historias naturales y nada ejemplarizantes, retratos poco benevolentes de la condición humana. El campo de acción de las historias es siempre el ser humano, sus comportamientos, sus temores, su memoria, su crueldad, sus dudas, sus proyecciones mentales. Hay que recordar que los bestiarios medievales no sólo ayudaban a la gente a conocer animales exóticos y monstruosos, sino que servían para hablar de las virtudes y defectos, para hablar de personas y animales que ganaban o perdían su libertad.
5. Usted juega con frecuencia con las paradojas del espacio y el tiempo. Lo que para unos es un instante, para otros es una eternidad. ¿Se siente pulga o cocodrilo?
Sabemos que lo pasajero es eterno, las más grandes y solemnes verdades mentira y la poesía (la creación de belleza) la única prueba concreta de la existencia del hombre. “Bestiario” responde a mi apetito por lo maravilloso, lo distorsionado, lo fuera de lo común; a una cierta predisposición por mi parte a animalizar la realidad, mediante metáforas o literalmente. Quizá disfruto liberando a los animales de las jaulas de la convención, a través del juego, la broma y la sorpresa, desautomatizando el pelaje verbal de su naturaleza, que es la nuestra. Respondiendo a tu pregunta, a estas alturas debo haberme encarnado ya -siempre con gusto- en un buen número de animales, desde camaleón (“El pisapapeles”), cucaracha (“Edén Exprés”), tigre (“El demonio de Bengala”), burro bíblico (“Caída de cuerpos siderales”), tiburones (“Naufragio”), zorro (“Almohada de hierba dulce”), abeja (“Las barbas del cielo”), pulga (Merodeadora), cocodrilo (Samsara) hasta dinosaurios o perros. Además recuerdo animalizaciones literales en “Parte meteorológico” (revisión del mito del Arca de Noé) o en “Árboles al pie de la cama”.
6. ¿Hasta qué punto le influye la tradición del cuento oriental? ¿Y la mitología clásica?
Es cierto que casi cada libro mío de relatos incluye una historia oriental propia, homenajeando en especial a la fascinante y exquisita tradición japonesa. Y seis textos míos se incluyeron en la antología “Después de Troya. Microrrelatos hispánicos de tradición clásica”. No se trata sólo de una cuestión de gusto, de afinidades o de formas, sino de maneras. Estas tradiciones, por lo general, perduran porque han logrado recoger con sencillez algo esencial humano, una verdad eterna, común al hombre de cualquier tiempo y lugar. Son historias que están sustentadas a la vez en la autenticidad y en el misterio, no en banalidades, conflictos espurios ni ingeniosidades efímeras.
7. ¿Le supone un reto como escritor mezclar el microrrelato con el nanorrelato y los relatos de mayor extensión?
Siempre me he plegado por completo a las exigencias del texto, independientemente de la extensión. La soberanía de la historia es sagrada, no se puede forzar, ni podándola ni hinchándola.
Volvemos a la idea de la perspectiva: un árbol es, como decía Bruno Munari, la lentísima explosión de una semilla. Al tratarse de una recopilación de cuarenta años de escritura (aunque las narraciones no están extraídas en orden cronológico), conviven en “Bestiario” distintos registros, el microrrelato y el relato largo, la evocación poética, el terror, la sátira, la ensoñación, la metamorfosis, el cuento tradicional, la antropomorfización, la fábula, la escena bíblica, las hibridaciones, etc., y se barajan no sólo animales sino diversas atmósferas, técnicas narrativas y la propia extensión de los textos. Pienso que el resultado oscila entre entre el onirismo y la mirada poética, entre el barroquismo y el informe pericial.
8. ¿Qué le sugiere el término "mascota"?
Una simplificación, una pobre expresión un tanto peyorativa hacia quienes nos acompañan y nos ayudan a salvarnos de esta vida que, en palabras de Lezama, “se agazapa como una bestia de interminable lomo para la caricia”. Confieso que sería capaz de dar una oreja por haber escrito la historia del decano Spanley, de Lord Dunsany, una de las más hermosas relaciones jamás narradas entre humanos y animales. Mientras tanto, me conformo con este modesto crisol de “Bestiario”, donde he reunido vínculos amistosos y crudamente terribles, donde espero haber dibujado una batalla de centauros cuyas dos mitades se acompañan familiarmente o luchan instintivamente una contra otra. A fin de cuentas, somos los únicos animales que fabulan.
9. Dijo que se retiraba del relato con 'Devoraluces', Premio de la Crítica. ¿Se lo ha pensado mejor?
Me temo que ya he dado por concluida mi obra de ficción. “Devoraluces” ha sido el punto final, la bisagra de una nueva puerta. En otros libros anteriores habían comenzado ya a infiltrarse algunas piezas de un universo fragmentario entre lo metafísico, lo ensayístico y lo confesional, pero ya tengo listo el primer volumen de esta nueva etapa más libérrima, titulado “Madera de deriva”. La verdad es que siento cierto hartazgo del corsé constreñidor de la ficción y, al mismo tiempo, mucha curiosidad y ganas de explorar -mediante otros registros- este territorio fronterizo. Pero no dejaré totalmente de lado los mundos sumergidos y fascinantes de la imaginación, los seguiré recorriendo a través de la lectura de otros autores.
domingo, 21 de agosto de 2022
En el Festival Palabra de León
"Ulises" en El hacedor de sueños
ULISES
Yo, el paciente y sagaz Ulises, famoso por su lanza, urdidor de engaños, nunca abandoné Troya. Por nada del mundo hubiese regresado a Ítaca. Mis hombres hicieron causa común y ayudamos a reconstruir las anchas calles y las dobles murallas hasta que aquella ciudad arrasada, nuevamente populosa y próspera, volvió a dominar la entrada del Helesponto. Y en las largas noches imaginábamos viajes en una cóncava nave, hazañas, peligros, naufragios, seres fabulosos, pruebas de lealtad, sangrientas venganzas que la Aurora de rosáceos dedos dispersaba después. Cuando el bardo ciego de Quíos, un tal Homero, cantó aquellas aventuras con el énfasis adecuado, en hexámetros dáctilos, persuadió al mundo de la supuesta veracidad de nuestros cuentos. Su versión, por así decirlo, es hoy sobradamente conocida. Pero las cosas no sucedieron de tal modo. Remiso a volver junto a mi familia, sin nostalgia alguna tras tantos años de asedio, me entregué a las dulzuras de las troyanas de níveos brazos, ustedes entienden, y mi descendencia actual supera a la del rey Príamo. Con seguridad tildarán mi proceder de cobarde, deshonesto e inhumano: no conocen a Penélope.
viernes, 29 de julio de 2022
"Sed de cuentos" ("Pequeficciones") en Youtube
miércoles, 20 de julio de 2022
domingo, 26 de junio de 2022
Reseña de "Devoraluces" por Lilian Haydée Cheruse
Villa Diodati es una joya. Aunque todo Devoraluces lo es. Se dice que "las paredes oyen" y en Villa Diodati la morada piensa, observa a los allí reunidos, conoce sus debilidades, sus gustos, su obra, sus debates y hasta disfruta su presencia. Esa personificación se constituye en la anfitriona de Lord Byron, Mary Shelley, Percy Shelley, Polidori y Claire Clairmont. La ficción es patrimonio de Olgoso que ha investigado sobre los "ilustres iguales" y afianza su narración y su vuelo literario en el relato que los mismos escritores hicieron de aquella brevísima estadía a orillas del lago Leman. Un grupo de literatos "departiendo juntos en un lenguaje solo comprensible entre ellos". Villa Diodati es una semblanza de lo que pudo haber sido la convivencia de estos famosos que pernoctaron, se amaron, tomaron opio, navegaron, pasearon e inmortalizaron a sus monstruos de horror gótico. Así nacieron Frankenstein y el Vampiro, en el corazón de la mansión suiza. Olgoso narra con maestría, trae a la luz sus perfiles, sus debilidades, la genialidad del grupo como si hubiera visto el hacer de estos huéspedes y desarrolla el texto con toda la fascinación que provoca una pintura detallada. Crea imágenes y ambientaciones descriptivas del interior y exterior de la casona. Es un acontecer con quince subtítulos, quince aristas de aquellas reuniones y la vida de sus actores donde relata, imagina con un nivel estético superlativo. Cada arista es un espaciotiempo donde se explaya sobre el quehacer, las particularidades de estos hombres y las personalidades que representan "un regalo sin precio". La primera historia es una especie de presentación del escenario. Luego vendrán el volcán que supuestamente ha provocado esta tempestad. La escenografía conjuga los elementos de aquella "tormenta de rayos" y la asociación con esos huéspedes. La percepción es omnisciente y conoce el interior de sus inquilinos mientras en el afuera expone un lugar paradisíaco. La vegetación: " las ondas serpentean entre islas de hierbas, de gladiolos y sauces". Surge la invitación de Lord B: escribir una historia de fantasmas. Aparecen los notables que guareció Villa Diodati antes de ese presente memorable. Están los vecinos de "abolengo", los "invitados ginebrinos y extranjeros, holgazanes, las mujeres campana y mariposas muertas" que han "franqueado las columnatas de mi entrada". Complementa con costumbres de época, sus ropas, sus identidades. En "Este ser quimérico" Lord Byron vive en la textura olgosiana. Sucede también con el doctor Polidori y los demás en los escenarios siguientes. En "Los hombres solo distinguen..." compartimos una navegación por el lago donde la prosa lírica exalta “un martín pescador que incendia de brillantes colores…". Los rasgos siguen mostrándose en los cuadros que restan, párrafos para cada uno de los huéspedes que a su vez se entrelazan con los otros integrantes: la señorita M. W. Godwin y la señorita C. Clairmont. "La voz es la flor de la belleza" es un monólogo de la mansión que "con su corazón de cuarzo" y los sentidos -que no son otros que las dependencias y objetos que la componen- escucha y siente a sus visitas. Un escenario sensitivo y lírico, una página memorable. En síntesis: con Villa Diodati hemos participado, hemos compartido aquellos días de oro que el escritor ha inmortalizado.
La arena de las historias es un texto intertextual que con la magia de las palabras evoca antiquísimas historias, las que según Olgoso "se convertían en cuentos maravillosos, en talismanes". Nos referimos a la cadena de "estrellas" de las Mil y una noches, las que el escritor como la matriz de un ajuste, de un broche-cuento, de un engarce antiguo amarra entre sí con su propio relato. La arena de las historias es una especie de cuento de los cuentos para que esa antiquísima recopilación se mantenga iluminada. Su recreación encierra los antiguos decires, las arenas del desierto, los recuerdos de las noches de luna "en tiempos de los reyes Sasánidas". La narrativa es hipnótica por el clima oriental que le imprime, por la trama de ensueño donde cada frase derrama "miel y leche", remotos siglos y perfumada oscuridad, goteo de astros que revive la historia que da sentido al compendio fantástico. Olgoso trae al sultán Schariar victimario de sus esposas y a la hermosa Schahrasad que con un ardid vence la muerte. La mujer que con sus cuentos derrite el corazón del mandatario. El desarrollo estético nos sumerge en las aguas del antiguo Oriente vestidos con galas de sultanes y protagonistas de un cuento de hadas.