He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 2 de octubre de 2022

Reseña de "Bestiario" por Miguel Arnas Coronado

Comparto la magnífica reseña de “Bestiario” que Miguel Arnas Coronado (gran escritor de grandes libros grandes, gran patafísico, gran amigo, gran persona, de las que insuflan un poco de alegría al horror del mundo) ha publicado en La Página de los Libros, de Ideal. Mil gracias, querido Miguel.


ANIMALES SUGESTIVOS, PALABRAS FASCINANTES

Miguel Arnas Coronado


Valéry habló de la ‘parole juste’, la palabra precisa, tanto en el sentido de exacta como en el de necesaria. Necesaria para decir exactamente lo que se quiere decir. Esa es la característica de la prosa de Olgoso. Y ese es el auténtico protagonista de este libro, como de otros anteriores: el lenguaje. Los temas de los cuentos son subsidiarios, pero lo son como esos actores secundarios que, a despecho de su condición de anexos, consiguen el Óscar.

En este caso, Olgoso se centra en pequeñas narraciones sobre animales, tanto reales como soñados, ficticios o fantásticos. Hay pesadillas, sí, como nos tiene habituados: onirismos alteradores del ritmo cardiaco, pero también hay animálculos e incluso monstruos bondadosos que despiertan en el lector, no la carcajada vulgar, sino la sonrisa cómplice.

Maestro del microrrelato, sin duda uno de los mejores en nuestra lengua, Olgoso crea un lenguaje propio, inconfundible, lleno de imágenes portentosas, metáforas brillantes. Un lenguaje que a uno le impulsa a releerlo, a relamerse, a gozar como quien observa y admira un diamante facetado en el que se refleja lo existente y lo incierto, un diamante que luce en el cuello de una bella dama: nuestra lengua. Capaz de crear mundos, no se inhibe, solo se contiene y construye miniaturas. Olgoso se hace tigre en sus relatos, deviene perro, narval, pulga, camaleón o cocodrilo, y nos sorprende con finales luminosos como lo es el rayo, que ilumina y destruye, aunque lo que dicho rayo se digna destruir es nuestra monotonía, nuestro romo realismo. Se recrea más en las cucarachas que en los mininos, cierto, porque es kafkiano, no edulcorado: un gatito melindroso puede convertirse, en una de las narraciones, en pesadilla amenazante que se aproxima sinuosa con siniestras intenciones. O unos dinosaurios pueden entretenerse, a la espera de la extinción, en discutir sobre teoría literaria utilizando conceptos abstrusos que generan la hilaridad (comedida, como dije) de quien se atreve a merodear por entre estos cuentos.

¿Antecesores, inspiración? Olgoso tiene muchos, pero Olgoso es Olgoso. Porque nadie pule las palabras como él, nadie deja la frase como acabada de nacer. Y es con esa arma, el lenguaje, que sus animales se vengan de la condición vasalla a la cual los hemos condenado. 

Algunos cuentos eran ya conocidos de anteriores libros, pero retornar sobre ellos es grato, y encontrárselos nuevos, sin conocer esas antiguas entregas, es adentrarse en el marasmo de su forma de narrar que, no solo es eficaz, sino también sabrosa. Dije en una ocasión que Olgoso me recordaba a Spinoza puliendo sus lentes. En el prólogo de Fernández Bustos se habla de labor de taracea. Todo es cierto: su prosa no es solo arte, sino también artesanal, extraordinaria, bella.

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