He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

jueves, 21 de abril de 2022

Presentación de "Como Graná no hay ná. El arte de ser granadino", de Andrés Cárdenas

He tenido el privilegio de presentar el último libro del querido amigo Andrés Cárdenas, sátrapa patafísico, escritor polígrafo, maestro de periodistas y fuerza risueña de la naturaleza. “Como Graná no hay ná. El arte de ser granadino” (Esdrújula Ediciones) es todo un hito, un volumen imprescindible para todos los que aman esta ciudad, un verdadero crisol cultural del granadinismo. Os dejo con mi intervención.






    Hace dos años Andrés publicó un libro sencillo, emocionante, perfecto, que yo conocí con el título de El hijo del funerario y que finalmente se editó como Noviembre, dichoso mes. Circunstancias pandémicas hicieron que esta obra maravillosa no tuviera la fortuna que sin duda merecía y que un servidor no pudiera presentarla en sociedad, así que agradezco de corazón a Andrés que me permita ahora sacarme aquella espinita presentando Como Graná no hay ná. El arte de ser granadino, la última, impresionante, indiscutible, señera recopilación de artículos de este veteranísimo escritor, más que un periodista, un verdadero grafómano que ha dado a la imprenta crónicas, relatos, novelas históricas y libros sociológicos.

    Si Andrés Cárdenas se hubiera desenvuelto como periodista en el siglo XIX, seguramente firmaría sus libros con uno de aquellos seudónimos deliciosamente estrambóticos con que los plumillas se ganaban la olla o pagaban la fonda: podría ser conocido por ejemplo como “Vitriolo”, por su visión corrosiva de la realidad; podría firmar también como “Picadillo”, por su atención a los alimentos terrestres; o como “Vinífero”, por su especial sensibilidad para con el sagrado fruto de las viñas; y, obviamente, podría rubricar sus pliegos con el sobrenombre de “Malafollá”, por su sabiduría en la materia y no, claro, por su pronta risa y su alegre forma de ser, que en mi opinión se encuentra a años luz de tan singular distintivo granadino, aunque él insista en que con el tiempo ha adquirido tanta solera en su malafollá como cualquiera nacido en el Realejo o en el Albaicín o tanta como el mismísimo cura Fonseca.

    Se podría decir de Andrés lo que él dice de Pedro Antonio de Alarcón: “Dotado de una indudable chispa andaluza, además de atesorar un amplio bagaje de experiencias personales y de ser un pozo de anécdotas históricas y tradiciones populares, era huésped demandado en los cenáculos literarios”. Durante más de cuarenta años Andrés ha sondeado la vida de Granada, ha desgranado su intrahistoria y explorado la idiosincrasia de los tipos granadinos, cuya alma al parecer reside en el agua. Aunque haya nacido lejos de aquí, pocas personas hay más granadinas que él, pues construyó su granadinismo y su conocimiento de la ciudad “con los impulsos del corazón”, depositando en ella su destino. Como afirma en esa magnífica, sintética y redonda declaración de amor a Granada que es su Introducción a este libro, siente por ella una querencia entusiasta, irracional, que le ha ido calando poco a poco. Aquí se encuentra “a salvo de la fealdad del mundo”. De hecho, su concepto de patria es aquel “lugar en el que uno se puede tomar unos vasos de vino con viejos amigos y hablar con ellos de lo divino y lo humano”. Opina, en ese sentido, que “somos según nuestros genes, pero también según nuestros penes”, ya que sus hijos y sus nietos nacieron en esta ciudad múltiple que cambia “pero nunca deja de parecerse a sí misma”.

    A mi entender, el libro que presentamos hoy es mucho más que un compendio temático de artículos, de columnas o de faldones de prensa, es toda una cartografía sentimental, un hito imprescindible e insoslayable para la tradición y la cultura granadinas, un festín para cualquier lector, que incluye sabrosos platillos históricos, literarios, gastronómicos, lingüísticos (impagable su rotunda frase “Granada habla como le sale de la polla”), costumbristas, geográficos, legendarios, monumentales, políticos, religiosos, empresariales, hosteleros, platillos polémicos, populares, callejeros y, sobre todo, humanos, lúdica pero profundamente humanos. Todos los materiales de este suculento vademécum están integrados tan naturalmente, todos los datos, citas, chascarrillos y sucesos se imbrican unos con otros de manera tan orgánica que el lector entra gustoso, deleitándose con cada frase. La viveza es tal que las páginas no se leen, se beben con una sonrisa de reconocimiento o de asombro y, en numerosas ocasiones, con una sonora carcajada. Todos los textos de Andrés están hechos de senderos interconectados porque, como sabemos, la vida de los hombres -con los espacios en que se mueven- van ligadas unas a otras y no es posible aislarlas como si fueran hongos. El gracejo del estilo cardenesco es la argamasa de la que se vale Andrés para acuñar este milagro expresivo acerca de la singularidad granaína. A destacar asimismo la traca imaginativa de sus títulos (La fiesta de la Toma o la dejas, Cuando la blanquiverde salió del armario, El cíngulo menguante de Fray Leopoldo o La inefable malafollá), así como la importancia de la última frase, donde suele concluir su argumentación dejando la puerta abierta o dando un suave portazo, finales cuyo fatalismo lapidario he dividido en tres grupos: el sentencioso (“Han cambiado las circunstancias, pero el miedo es el mismo”, “El agradecimiento es muchas veces la base de la felicidad. Sólo la base, el resto corre por tu cuenta”, “Las incongruencias que permite el tiempo”), el grupo patafísico (“No le mandaron un vino Malafollá porque entonces nadie lo había cosechado”, “El concierto había sido un éxito tremendo en el que los asistentes hasta se fumaron la hierba del estadio”), y el grupo lacónico (“Las vueltas que da la vida”, “La historia sigue su curso”, “Larga vida a Marisol” o “No ni ná”).

    El estilo de Andrés es tan reconocible que aprovecho esta modesta tribuna para proponer una personificación lingüística inmediata, la designación vitalicia de cada uno de sus artículos como “un Cárdenas”. Me temo que no sabemos lo afortunados que somos al tener en Granada a nuestro propio Julio Camba. Ignoramos que se encuentra entre nosotros alguien que -con este volumen- ha sido capaz de enmedarle la plana al Somerset Maugham que visitó Granada y puso a parir a los granadinos en uno de sus libros. Se dice que cada ciudad necesita un poeta para existir. Pues bien, junto con Lorca, Granada también necesita a Cárdenas. Es cierto que existen miles de páginas sobre Granada, pero no es menos cierto que pocas son tan jugosas como las que Andrés ha dedicado, dedica y seguirá dedicando a esta “belleza casi adictiva”, a esta formidable y a veces dolorosa felicidad que es nuestra ciudad, su ciudad.


lunes, 4 de abril de 2022

Homenaje a "Devoraluces" en el Centro Artístico

Comparto, con pudor y agradecimiento, la sorpresa del entrañable acto de homenaje a Devoraluces que amigos entusiastas y generosos han pergeñado con total impunidad en el Centro Artístico de Granada. Aún emocionado por la lectura de fragmentos del libro, por el cariño especial de Marina Tapia (que presentó el homenaje), Miguel Arnas, José Luis Gärtner, César Requesens, Josefina Martos, Juan Manuel López Cambil, Marijose Muñoz, María José Parra, Paco Pérez, de la presidenta del Centro Artístico Celia Correa y del instigador del evento Juan Chirveches.