He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

sábado, 29 de abril de 2023

Un unicornio fuera de su tapiz (Entorno Gráfico)

Desde hoy, ya está “cazable” este unicornio en la página de la editorial Entorno Gráfico. Aquí va mi texto de la presentación del volumen en la Feria del Libro de Granada 2023, donde me acompañaron Marina Tapia y Francisco Acuyo.





Un escritor necesita poco para ser feliz, le basta con unos cuantos lectores agradecidos (Michaux decía que un escritor no es un verdadero escritor si tiene un solo lector, o si tiene sólo dos lectores; en cambio, si tiene tres, ya sí puede considerarse rotundamente como tal).  Le basta con estar rodeado -como hoy- por un editor intrépido y emprendedor, José Antonio, y por dos poetas genuinos, Marina y Francisco, por dos creadores cuya curiosidad los convierte en esponjas que absorben el mundo para destilarlo de manera exquisita en múltiples alambiques. Muchísimas gracias a todos por vuestro interés y vuestra compañía: este libro que hoy presentamos -como han explicado maravillosamente mis generosos compañeros de mesa- es un compendio que reúne textos diversos de no ficción, presentaciones, artículos, reseñas, prólogos, conferencias, evocaciones, retos, poéticas, laudatios, la entrevista más en profundidad que me han hecho jamás (me llevó dos meses contestar las preguntas), algunas cartas, algún poema y hasta algún cuestionario; es una miscelánea de escritos que, por lo general, permanecen dentro de las bardas ensayísticas y literarias y que no he condenado al olvido por considerar que quizá tengan algún valor.

Curiosamente, las recopilaciones de textos donde cada pieza es un género autónomo no tienen muy buena fama; sin embargo, hay quien piensa -entre los que me incluyo- que esos libros tal vez aguantan con mejor salud el paso del tiempo que muchas novelas y mamotretos monográficos. Siempre por supuesto que se hagan con finura y sutileza, con gracia y eficacia. No estoy pensando en esos escritores que acampanan la voz con solemnidad o en esos críticos que inyectan formol académico a las obras que analizan, ni en esos tan anticuados que cuando abres sus libros las letras salen volando como una nube de polillas. Estoy pensando, por ejemplo, en los volúmenes de artículos de Azorín, de Pla, de Cunqueiro, de José Jiménez Lozano, de Umberto Eco o de Alfonso Reyes, que alcanzan el máximo de matices con el mínimo de elementos, que, ingrávidos, despliegan una especie de alegría sensual en la lectura, que merecen se releídos porque constituyen una delicia gozosa y amablemente reveladora. Hace poco recordaba Trapiello que los artículos no dicen lo mismo cuando se publican en el periódico que cuando se recogen después en un libro. ¿Cómo sucede ese misterio? Quizá, al igual que el vino, el reposo, la temperatura constante y el silencio de la bodega lo transforman. Y si, además, los artículos o cualquier otro texto volandero, pasaron inadvertidos en su momento, parecen mejorar con el tiempo.

Se preguntaba Cees Nooteboom por qué los pensamientos no se plasman en materia para que podamos localizarlos en algún lugar. Me permito responderle que la respuesta evidente reside en los libros. Gracias a ellos podemos acceder a las reflexiones y a la experiencia del mundo a través de una conciencia que no es la nuestra. Esto, si se mira bien, resulta bastante sorprendente y tiene un punto de milagro. Me gusta pensar que este libro (hermosamente editado por Entorno Gráfico, como todos los suyos) es una humilde plasmación en materia celulósica de mis pensamientos en torno a la creación literaria, una marginalia que deja fuera los textos de ficción, un patchwork de distintos formatos y registros, una cartografía literaria y, por qué no, una involuntaria autobiografía del paladar lector o del gusto artístico.

Esta recopilación de paratextos sigue la línea iniciada por un libro mío anterior, Tenue armamento. El título del nuevo volumen, Un unicornio fuera de su tapiz, equivale, en su sentido literal pero también irónico, a la frase hecha “sentirse como un pez fuera del agua”. Como autor de setecientos relatos en más de cuarenta años, de setecientos trucos de magia para tratar de adecuar la realidad a los sueños, he trabajado siempre con la ficción, con la invención, con la imaginación. Pero en ocasiones, fruto de compromisos amistosos y estimulantes retos o encargos, me he visto impelido a sobrepasar el ámbito más creativo. Al final, esa producción lateral se ha revelado bastante copiosa. Más de lo esperado en alguien al que nunca la ha apetecido demasiado reflexionar sobre la escritura, en alguien que siempre ha creído que lo que un escritor piensa sobre el mundo ya lo ha dejado expuesto en su obra. Algunos autores odiaban hablar sobre el oficio de escribir, como Joyce o Hemingway, quien afirmaba que cuanto mejor es un escritor menos habla de lo que ha escrito, que no se le daban bien los análisis post mortem, y que ya hay forenses literarios y no literarios disponibles para ocuparse de esos asuntos. Ana María Matute era más taxativa aún: los libros se leen o se escriben, pero no se para uno a hablar de ellos. Incluso tengo en contra al mismísimo Goethe, que decía: “Toda teoría es gris, querido amigo, y verde es el dorado árbol de la vida”.

Pese a todos estos hándicaps, en Un unicornio fuera de su tapiz, en esta compilación forjada en la variedad, donde es posible que cada texto se proyecte de manera especular en una retícula de referencias, el lector podrá encontrar semillas que espero estimulantes, una serie de pequeñas confesiones encubiertas, así como una guía sumergida de lecturas y de autores (Chateaubriand, Marina Tapia, Kafka, Josefina Martos Peregrín, Gregorio Morales, Miguel Arnas Coronado, Boris Vian, Félix J. Palma, Santiago Caruso, Elena Alonso Frayle, José Vicente Pascual, Carlos Edmundo de Ory, etc.), una apuesta por voces necesarias que me han permitido ejercer de modesto altavoz de sus obras. El lector podrá asistir a un baile de meditaciones, interpretaciones y obsesiones que se desarrolla en el salón literario (mejor dicho, saloncito, por su carácter íntimo), sobre todo, en los contornos del misterioso proceso de escritura que, por fuerza, acaba entrelazándose con los mimbres de la propia vida.  Siempre he visto la escritura como un instrumento para dar forma a los sueños, para crear una realidad alternativa, asequible, placentera, enriquecida, perfecta, para vivir cómodamente en un castillo interior tras puentes levadizos que uno puede subir o bajar a voluntad. En este libro aparecen combinadas varias devociones mías: la literatura de imaginación, la Patafísica o la fascinación por el estilo como cumbre para cualquier narrador, por el lenguaje bien calibrado. Algunos sabéis que adoro arropar los textos con cierta exuberancia verbal -propia del ornamentado, luminoso y sensorial barroco andaluz- que, junto con los recursos prosódicos de la poesía, ayuda a crear una emoción estética, una atmósfera, a conferirles cierto espesor y a que trascienda el argumento, hasta el punto de que interese no sólo la anécdota sino también la reflexión sobre los hechos narrados. Reconozco que me gusta el escritor como gusano de seda, el estilismo, el idioma aquilatado, engarzar una palabra bien traída en un discurso como un trozo de ámbar; y si se consigue además que ahí siga latiendo viva, miel sobre hojuelas. En definitiva, intento una prosa donde no haya un solo vocablo sin causa y sin efecto. Para el admirable Chateaubriand, las palabras tienen alma. Sin embargo, según él, la mayoría de los lectores y de los escritores sólo les piden un sentido. Es preciso encontrar ese alma, que sólo aparece en contacto con otras palabras.

Ojalá -al menos en alguna medida- haya logrado fijar este anhelo también en los textos de Un unicornio fuera de su tapiz. Confío en que este libro no sea sólo para la intimidad e indulgencia de los amigos, sino para todos aquellos interesados en la literatura en su sentido más amplio. Y confío magnánimamente en que no me sientan entre sus páginas como un pez fuera del agua o como un unicornio escapado de su colgadura; que ellos, que vosotros al leerlo ojalá os sintáis más bien -en palabras de Huidobro- como esos pájaros sedientos que beben los espejos y dejan hueco el marco.