He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

lunes, 30 de octubre de 2023

El factor onírico en la obra de Ángel Olgoso

Muy agradecido a Carmen y Dori Hernándéz Montalbán (de la Asociación La Oruga Azul) por haberme permitido trasladar "El manglar de los sueños" (introducción teórica y lectura de una serie de relatos oníricos) a la Fundación Pintor Julio Visconti, en Guadix, dentro de los actos del II Octubre Poético Accitano. Ha sido un placer acompañar a las extraordinarias creadoras que forman parte del libro y de la exposición “Oníricas” (Josefina Martos Peregrin, Pura Fernández Segura, Alicia Expósito, Carmen y Dori Hernández Montalbán, ya que Marina Tapia seguía en Portugal), departir de nuevo con Juan Manuel y Miguel Ángel y conocer en persona a Custodio Tejada.













martes, 3 de octubre de 2023

Reseña de "Nubes de piedra" por Lilian Cheruse

 


    “Aún movilizada por la emoción de la lectura de ‘Nubes de piedra’ (el primer libro escrito por Ángel Olgoso, oportuna y felizmente recuperado por Fagus Editorial), un nido de su juventud rubia y talentosa, he visto en él ya encarnada su creatividad y su capacidad narrativa, algunos temas tal cual los ha desarrollado en sus libros posteriores. Uno podría presagiar que iba a encontrarse con la simiente, con el germen de quien se convertiría con los años en la mano maestra que es pero, en este caso, me he deslumbrado con un escritor crecido aun recién nacido. Un autor que ha leído en días de más de veinticuatro horas y que ha macerado los conocimientos con inteligencia y con criterio, los que su potente memoria ha mantenido en uso creativo permanente. La lectura de grandes escritores, y de la Patafisica, rondan esta prosa que relata cómodamente, que describe escenografías y aventuras extrañas, algunas horrorosas o repugnantes, otras sedosas, de mágico lirismo, sensual o erótico. Algunas con estilo romántico o aventurero, y también como una brisa oriental. Pasamos de una escena a otra transformando la vicisitud o mutando el personaje, jugando como cómplice del lector y sorprendiéndolo con el final inesperado, con la ironía, con el sarcasmo. Ángel señala el poder de la fantasía y de la destreza narrativa, testifica además la sinrazón de la violencia y la crueldad, de la injusticia, del espíritu cruento del ser humano disfrazado con el traje de la civilización. Celebro los títulos no convencionales de estos relatos, los personajes con nombres posibles o insólitos, los capítulos marcados por la acción, por la irreverencia, por lo absurdo de lo cotidiano, por las descripciones que enfocan a lo inusual e inesperado. Le hago una reverencia por esa leyenda que ha creado, ‘El encantamiento de la argolla de oro’: Ángel me ha encantado con su exquisita palabra, con su mirada a la mujer y con ese equilibrio de los elementos que se refleja en su narrativa. Este relato bien podría encajar en ‘Las frutas de la luna’. Destaco la historia y la estética sensual y fresca de ‘Primula Veris’, que bien podría formar parte de alguno de sus libros posteriores; al igual el cuento que cierra el libro, ‘El otro diluvio’, donde ya aparece una de sus célebres enumeraciones, que desarrollará ampliamente como aporte estético olgosiano en sus volúmenes siguientes. La estructura de este cuento breve hace gala de una increíble descripción visual y auditiva de esa masa líquida creciente. El texto presagia con su sorprendente final lo que puede venir en dácadas si el ‘homo sapiens no sacude su modorra del poder’”.



lunes, 18 de septiembre de 2023

Reseña de "Nubes de piedra" por Diego Prado

Breve semblanza a cargo de Diego Prado en la revista Librújula a raíz de la publicación de “Nubes de piedra” (Fagus Editorial).



“No descubro nada si digo que Ángel Olgoso (Granada, 1961) es, junto a Hipólito G. Navarro (nacido el mismo año), uno de los más importantes e insobornables cultivadores del cuento en su vertiente más ampliamente fantástica. Los días subterráneos, su primer libro publicado, data de 1991, un momento de eclosión del cuento español no realista tras décadas de arrastrar el yugo del realismo social, y que ya había ido asomando la década anterior en autores como Merino o Fernández Cubas. Fiel desde sus primeros relatos a una poética donde lo insólito, lo anómalo, lo inquietante y lo fabuloso constituyen el eje de su obra, Olgoso asume y asimila muy pronto la voz de los maestros (claramente Cunqueiro, Calvino, Perucho, algo de Cortázar, de Borges, de Quiroga, del surrealismo y la patafísica). Nubes de piedra, cuya primera versión se editó en Granada en 1999, reúne cuentos escritos entre los 17 y los 22 años de su autor, una arqueología literaria que no solo demuestra una inventiva y madurez estilística sorprendentemente precoz, sino que asentó los cimientos sobre los que ha ido alzando un castillo de fantasías, terrores y prodigios que alcanza ya la altura de una veintena de libros. Olgoso es un maestro en lo suyo y este libro, bellamente ilustrado por Marina Tapia, resulta el mejor portón para adentrarse en su peculiar mundo!”.

(Diego Prado)

lunes, 4 de septiembre de 2023

Reseña de "Nubes de piedra" por Luis Cerón

Agradecido a Luis Cerón por su estupenda reseña de “Nubes de piedra”, aparecida en Todoliteratura.es.




FULGENTES DESTELLOS DE HACES
(Luis Cerón Marín)


La creación literaria no es otra cosa que la caracterización de una prolongación de la vida. Y si para este cometido nos centramos en la ficción como artífice constructivo, ésta nos permite disponer de un sinfín de matices, texturas y variaciones de lo más nutrido para escribir una obra, ya sea un relato, una novela, un poemario o una obra de teatro. El género es lo de menos. Lo realmente importante es la eclosión de la ficción como componente literario. De ahí en adelante podremos modelar nuestro texto a nuestro albedrío, dejando aparte -por ahora- las correcciones morfológicas, sintácticas y semánticas. Todo eso es secundario. Lo que pretendo destacar en este momento es el estilo.

"Nubes de piedra" (2023) es el título del nuevo libro de relatos de Ángel Olgoso, que la editorial Fagus ha tenido a bien publicar. “Nuevo” en alusión a su reciente aparición, ya que éste recoge treinta y cinco relatos correspondientes a la incipiente obra literaria del autor, fechados entre finales de los años setenta y principios de los ochenta. En ellos se plasman las inquietudes literarias de Olgoso junto a su afán prolífico de pergeñar historias con un sello singular tan propio como inalienable. Sus relatos dan fe de una orbe que solo los grandes autores literarios han conseguido -y aún consiguen- gestar, macerar y transmitir sin tacha. Pues bien, el autor que nos ocupa es uno de ellos. Se trata de un escritor que, aun visto lo visto, todavía podría ansiar más en torno a su cénit literario. Si se lee cualquiera de sus libros anteriores, comprobaremos el porqué de su reconocimiento literario a nivel nacional -e incluso más allá- en lo que a relato breve se refiere. Y si comprobamos el contenido de Nubes de piedra, quedaremos atónitos ante el nivel alcanzado en sus primeros escritos, los cuales se abordaron junto a un tenue proceso de creación poética.

Estos relatos corresponden a su incipiencia más curiosa, la adolescente, esa que es consecuencia de la curiosidad más boyante y de las lecturas más gozosas. Fruto de esa plenitud son estos escritos, cuya inspiración principal no es otra que la gran imaginación de la que hace gala el autor que nos ocupa. Ésta resulta fundamental para crear todo tipo de personajes, para enhebrar tramas y para crear atmósferas inimaginables a simple vista; la imaginación nos permite vivir más de una vida y, además, nos facilita la tarea a la hora de sintetizar una historia en muy pocas líneas. Podría poner varios ejemplos de ello… Entretanto, vaya por delante este fragmento de ‘La extraña caja de lápices del señor Wots’: “Mi nombre no importa… Confieso que al escribir este relato abrigo aún la esperanza de ser creído […]” Pues bien, en este trozo de cierto corte autobiográfico, Olgoso logra aunar todos estos elementos para crear un universo mágico en el que no hay lugar para la percepción ambivalente. Su cosmogonía está creada a conciencia, por y para hacer justicia a un solo instante vital, para tornarlo literario. Nada queda al azar: “Alfa y omega. Íncubo y súcubo. Tus dolores son una cancerosa catedral varada en el fango de la eternidad” (‘Tierra de cáscaras y demonios’). En esta ocasión se nos muestra, pues, una impronta arcana envuelta en una entelequia barroquizante. Sin embargo, cuando creemos hallar un mísero segundo de paz ante tanta ebullición lingüística, nuestro autor nos sacude con diversos ejemplos de una importante vis cómica: “-Debo suplicarle al señor que cuide sus juanetes -me aconsejó Agostiño… Naturalmente, me importaban un pimiento…” (‘Pulstar’). Así, a vuela pluma, puede inducirnos a la risa, a la reflexión o a ambas cosas; pero no hay duda de que nos mantiene despiertos ante la magnífica fruición con la que emplea el lenguaje, redondeando la trama que está componiendo y revitalizando la caracterización de los personajes y la descripción de los ambientes. Con todo, Olgoso conjuga realmente bien el maridaje de todos estos elementos, el cual está imbuido de matices oníricos que enriquecen las secuencias aparecidas en cada relato. Y si este autor granadino se caracteriza por dominar el relato breve, tanto mejor, ya que este género se presta al empleo de estos útiles tan plásticamente narrativos.

El libro está escrito en varias partes. Algunos relatos son muy pequeños; otros son más grandes, y otros son una apuesta literaria algo más ambiciosa, en la que se entremezclan una serie de tonos con una particularidad muy novedosa. En esta última mención, sirva citar el título de varios relatos, tales como “China”, en el que una pareja de novios visita China tanto desde un punto de vista turístico como desde un caleidoscopio soñador, acompañados de la ideal ‘familia Ping’ y aderezadas sus peripecias con varias ofrendas literarias de exótico y erótico bagaje, así como de una helénica mención de lo más épico, entre tantos otros ingredientes sugestivos; o “El Club de los Novecientos Flautistas”, cuya estructura está dividida en catorce capítulos, de cierto corte didáctico y moralizante (sic), a cual más embriagador e hilarante. En este pequeño intento de novela breve, una tríada de personajes de lo más patafísico y, por ende, borisvianés, protagonizan una serie de aventuras destinada a ensalzar el valor del absurdo. Ariel, Passalacqua y el Varón se encargarán de preconizar “la desproporción entre las medidas del cuerpo y de la inteligencia”, como agentes pertenecientes a tan selecto club que son. He aquí un fragmento del penúltimo capítulo, de proverbial traza: “Las facciones del doctor [Spitzer, malvado aprendiz de matasanos] adquirieron un excepcional color amatista luminoso, obligando al tierno cerebro que cobijaban a saltar limpiamente hacia arriba…”. Este es, pues, otro ejemplo de la irreverente tentación irónica que Olgoso nos ofrece sin ambages.

Pero eso no es todo. La poeta y artista multifacética Marina Tapia ha contribuido en la germinación de esta fascinante criatura literaria, cuya exquisita factura estaba inmersa en ingentes y profundas lecturas -José Luis Gärtner, escritor y dramaturgo, autor del prólogo también lo atestigua-, así como en un tardío acné irreverente, a través de unas ilustraciones perfectamente retrotraídas a la intención inicial. Es decir, que la autora los ha confeccionado a posteriori, ofreciéndonos así una relectura inédita de estas pétreas nubes tan singulares. Es más, sirven de colofón a varios de los relatos más insolentes y deslumbrantes. Aunque todo el libro denota unos fulgentes destellos de haces sabiamente coronados.


domingo, 6 de agosto de 2023

Entrevistas sobre "Nubes de piedra" en Ideal y Todoliteratura.es

Muy agradecido a Todoliteratura.es y al diario Ideal por esta completa entrevista acerca de "Nubes de piedra" (Fagus Editorial).




1.-¿Cómo definiría o presentaría “Nubes de piedra”?
Este libro es mi prehistoria literaria -mi prehistoria narrativa concretamente-, del que sólo han quedado fuera los primeros balbuceos en prosa tras cinco años escribiendo poesía. Lo escribí a finales de los setenta y comienzos de los ochenta, y creo que ya está presente el germen de los principales temas de mis libros posteriores: lo extraño, lo sorprendente, la ironía o incluso la sátira, las premisas extravagantes, las composiciones pesadillescas o vertiginosas, las propuestas asombrosas, los retos compositivos. Creo que los 35 relatos de “Nubes de piedra” viven en ese estado fronterizo entre el sueño y la realidad, entre la humorada y la insolencia propia de la primera juventud, entre la fantasía y una incipiente exigencia formal: aquel narrador ya comenzaba a gozar con la capacidad subversiva de la escritura breve.

2.-Para usted, según ha dicho, ¿la imaginación es el bien más verdadero y liberador?
Así lo creo, tengo el convencimiento absoluto de que la imaginación proporciona un sustituto soberano a la vulgaridad cotidiana. La imaginación, que es al mismo tiempo el fermento de la experiencia y el antídoto contra el horror de la vida, nos hace poderosos siendo como somos seres insignificantes y efímeros, nos permite trascender las infinitas magnitudes del espacio y el tiempo. Vivir sólo una vida me parece una terrible prisión. Decía Pessoa que toda la literatura es un esfuerzo por hacer real la vida, que es absolutamente irreal en su realidad directa. Yo lo simplificaría aún más con la siguiente fórmula: la realidad es fantástica y la ficción real. Y la imaginación se nos presenta como un ave de grandes alas con la que podemos sobrevolar el territorio en busca de tesoros valiosos, confortadores, nutritivos. Cuando escribí “Nubes de piedra” era joven, me fascinaban las perspectivas imposibles de Escher, las prisiones imaginarias de Piranesi o el expresionismo fantástico de Kubin, e intentaba que lo imaginativo cabalgara con furor desbocado, que fuera -como en el primer Romanticismo- hermoso, loco, embelesador, y un tanto perverso, como se podrá comprobar a lo largo del libro en muchos ejemplos de incorrección política.


3.-¿Cuál es el núcleo de estos relatos, si es que lo tienen?
Los relatos de “Nubes de piedra” son extraños disparates, historias que tienen un pie en el delirio (Como en “In extremis”, “El efecto del polvo Pyrethrum sobre los insectos”, “El otro diluvio” o “El hombre sucio”), piezas provistas de formas y texturas distintas (como “China”, “Látigo”, “Creciente” o “34 historias de amor”), y creo que que su centro de gravedad es la fruición imaginativa, aunque el placer lingüístico ya empieza a despuntar (véase “Primula Veris”). Pensándolo bien, quizá estos relatos expresen, esencialmente, la perplejidad de aquel joven ante el mundo, su rebeldía contenida, sus miedos, su necesidad de evasión.

4.-¿Es cierta la impresión de que en este primer libro de relatos hay mucho más humor que en los posteriores?
Totalmente, aunque con matices. No puedo evitar que en casi todos mis libros se filtre la ironía, pero sí es verdad que lo hace de forma decreciente (supongo que a medida que la vida va tomando rasgos de pesadilla demencial y que uno ya se va acercando a los momentos aurorales de la senectud). Y, al mismo tiempo, entre el abundante humor negro de “Nubes de piedra” comienzan a emerger ya burbujas de misterio, maravilla o sorpresa. En aquella época, además, descubrí la Patafísica e hice mío el lema de Boris Vian, uno de sus más inspirados príncipes: me esfuerzo de buena gana en pensar cosas en las que pienso que los demás no pensarán. De hecho, la Ciencia de las Soluciones Imaginarias potenció claramente algunos de estos relatos, como “Pulstar” o “El Club de los Novecientos Flautistas”. También me gustaba en aquellos años el sarcasmo desmitificador, aunque un poco elemental y escatológico, de Gógol: “El ser humano es un sujeto que se cree estupendo hasta que sufre un retortijón”.

5.-Marina Tapia vuelve a ilustrar un libro suyo, ¿no es cierto?
En efecto, Marina, una de las más cabales poetas en castellano, también es artista gráfica y ya tuve el privilegio de que ilustrara la segunda edición de “Astrolabio” (Reino de Cordelia). Y es un verdadero placer contar de nuevo con su arte. Ella siempre capta el espíritu del texto y lo enriquece con sugestivos detalles y perspectivas. Marina, que tiene una curiosidad insaciable por el mundo y a la vez una delicadeza especial para mirarlo, sabe destilar poéticamente cada relato y dejarlo en sus elementos esenciales. Flaubert, por ejemplo, era enemigo de las ilustraciones, le exasperaban, pensaba que “la más hermosa descripción literaria es devorada por el dibujo más ramplón”. No obstante, opino que, en este caso, el inmenso talento de Marina y el libérrimo carácter de estos relatos impiden tal eventualidad.

6.-¿Por qué se ha decantado por Fagus Editorial?
Por la entusiasta labor a favor del cuento por parte de la editora Silvina Elías y del escritor Beni Domínguez (tienen incluso el proyecto de revivir los “Pliegos de cordel” ilustrados. A ambos les agradezco de corazón su interés en publicar esta mi primera colección de relatos. Y no me olvido de José Luis Gärtner, que le ha regalado al volumen un pórtico de altura, un estimulante, un ingenioso y completísimo prólogo. Ojalá el lector que se acerque a esta historias las recuerde luego como sueños. Ojalá, aunque hayan cumplido ya cuarenta años, al lector que muerda esta fruta desconocida (en su doble acepción de obra inédita y extraña) le parezca una pieza refrescante que todavía conserva su acidez.




lunes, 31 de julio de 2023

Reseña de "Un unicornio fuera de su tapiz", por Marina Tapia

Medida, elegante, magnífica reseña la que Marina ha escrito sobre Un unicornio fuera de su tapiz (Entorno Gráfico), recién publicada en Todoliteratura.es. Mil gracias.



UN UNICORNIO FUERA DE SU TAPIZ, DE ÁNGEL OLGOSO

(Marina Tapia)

Qué poco se puede glosar cuando se ha leído la elaborada y deslumbrante prosa de Ángel Olgoso que, justamente, reúne artículos y textos críticos escritos de manera brillante acerca de otros creadores. Qué ínfimo el aporte que puedo donar al comentar otro nuevo libro de este exquisito narrador. Es como cantarle a María Callas con la voz de una. Pero, aun así, desenvaino mi osadía y me lanzo a esbozar unas conmovidas palabras con el deseo de acercar su trabajo literario a los lectores.

Si abordamos cada acto diario como una posibilidad para ser creativos y para desarrollar nuestras habilidades, gozaremos de una doble riqueza. Si esta máxima la aplicamos no sólo a la hora de escribir poesía, relato o textos personales, sino que la desplegamos en textos más formales o teóricos, estaremos aprovechando la oportunidad de transformar en arte lo sencillo o utilitario. Todo lo que hacemos puede tener nuestra impronta, el sello de nuestros principios, todo puede valernos para rendir tributo a nuestra lengua, para afirmar nuestros compromisos, para ser originales. Este enfoque es el que desarrolla Ángel Olgoso. No existe en él un cambio de actitud al escribir, sea cual fuere el texto realizado, no hay una diferenciación. En cada escrito que alumbra su pluma está el mismo compromiso sagrado con la palabra, la misma entrega y su visión creativa.

En este libro tan exquisitamente editado por Entorno Gráfico este 2023, celebraremos sus bellísimos textos de la más variada índole: prólogos, artículos, entrevistas, presentaciones, reseñas, conferencias, cartas, prefacios para exposiciones, poemas, y otras muestras literarias de la voz única de Olgoso, desde el acento de un verdadero creador −disidente y a contracorriente− con el que Granada cuenta por fortuna.

Y también, a través de las 200 páginas de “Un unicornio fuera de su tapiz”, conoceremos más profundamente al humanista resguardado tras el escritor, sus predilecciones, sus gustos y afinidades, sus fidelidades, su trayectoria, sus deseos y proyecciones. Pero, sobre todo, tendremos en nuestras manos un original compendio de la vida cultural granadina, la efervescencia de una ciudad donde lo creativo cobra un peso único. Ángel no sólo introduce libros narrativos, campo ampliamente desarrollado por él, sino que su mirada y su generosidad se vuelcan con los más singulares proyectos (como una presentación de “relatos carcelarios”, un “patchwork” de palabras de consuelo para un amigo, una reivindicación de la retórica o la noticia de un ejemplar de haikus culinarios).

En todos los comentarios del autor encontraremos su marca indeleble, esa precisión en la artesanía verbal, elegida por él para manifestarse contra un mundo complaciente y amante del realismo burdo y plano. Por eso, agradecemos su rebeldía mediante el preciosismo estilístico, en una época donde la libertad al escoger vocablos inusuales o en desuso es casi un sacrilegio que recluye y aparta. No nos engañemos, la península ibérica sigue prefiriendo el realismo y las experiencias en crudo.

Leamos este libro para ser partícipes de un espíritu fiel a sí mismo, leamos este volumen atentos a su vocación comprometida con el lenguaje: nos exorcizará de la monotonía de la realidad; dará alas a las posibilidades del detalle, con su puntillismo narrativo nos sentiremos inflamados y agradeceremos el vuelo poético de su obra.

La defensa del relato, del fantástico, de la imaginación, de la Patafísica, del arte oriental, de la cultura, de la amistad, son algunos de los pilares que Olgoso levanta en esta segunda miscelánea suya (tras “Tenue armamento”, publicado por Alhulia en su colección Mirto Acadamia). Múltiples argumentos en favor de la excelencia compositiva, textos que nos valdrán para afirmar nuestro ideario, nuestro gusto por la lectura.

Pero no solo veremos el “yo” del autor, también su red de afectos, su calidez para con otros escritores a los que siempre ha brindado un apoyo desinteresado. Lo social también está muy presente en el volumen. Nos emocionará, por ejemplo, su artículo acerca de “Perlas de Indra” que denuncia las violaciones en la India, así como la conmovedora evocación de Cúllar Vega, pueblo natal de Ángel.

“A lo fácil por lo difícil”, a modo de consigna patafísica, quedará resonando en la mente. Y, a pesar de la dimensión estética de sus letras, no nos toparemos con un libro denso: hay una pujanza de claridad, de comunicar con exactitud, de compartir con otros sus hallazgos. Nos saldrá al encuentro un despliegue de ideas frescas y tintineantes que nos transmitirán vitalidad y hondura. Quizá todos estos textos sean verdaderos ejercicios teóricos de la belleza.

Tal como nos recomienda el autor, “necesitamos la literatura y el arte para no asumir el mundo con la mirada de los demás”. Ese anhelo de dar una impronta única y reinventada a la realidad se lleva a cabo felizmente en este libro de Ángel Olgoso: ironía, finura, reflexión, humor, elegancia, emoción destilada y serena. Regalos inspiradores. No os perdáis la oportunidad de entrar en este vasto y maravilloso universo.

martes, 25 de julio de 2023

Reseña de "Astrolabio" por Carmen Hernández Montalbán

Muchas gracias a Carmen Hernández Montalbán por sus generosas palabras sobre “Astrolabio”, la mejor invitación posible a esta singladura literaria, ideal para el solaz veraniego. En el blog de la revista La oruga azul.



<<Los títulos de todos los libros de Ángel Olgoso son, por sí mismos, células de cuentos. Los lectores sabemos que un buen título es como un imán que nos atrae hacia la lectura del libro, sea cual sea el género en cuestión. Pero la elección del título de un libro de cuentos breves, como es el caso, es algo que merece cuidado. El título nos orienta y, sin él, las historias pueden producirnos desconcierto, sobre todo a los lectores menos avezados. El título de este libro, “Astrolabio”, cumple más que en otro la función que debe, porque la palabra astrolabio nos lleva a pensar en el objeto al que alude; algo que nos sitúa, nos orienta, nos advierte que existe un universo por descubrir.

Olgoso ha sido, ya desde el inicio, un maestro del cuento breve. Sus relatos y microrrelatos han servido de ejemplo en numerosos talleres y cursos por su singularidad, y por ajustarse a las características del microcuento o el microrrelato.

No es únicamente en la brevedad en la que se define un microrrelato, como se pudiera erróneamente pensar. Cualquier texto breve no es un microrrelato. Podrá ser un aforismo, un poema, una idea, un apunte, una noticia, una carta..., el microrrelato es un subgénero complicado que requiere destreza y precisión.

Un microrrelato es un texto hiperbreve que nos cuenta una historia y debe tener la capacidad suficiente para turbar al lector. En este tipo de textos, lo que se insinúa o como lo llama la hispanista Irene Andrés-Suárez: “los espacios de indeterminación” cobran doble importancia.

Un ejemplo taxativo de microrrelato lo tenemos en el titulado “Cuenta atrás” de este libro:


CUENTA ATRÁS

Siete decenios. Seis trabajos. Cinco infidelidades. Cuatro operaciones. Tres hijos. Dos latidos. Un suspiro.

O el extraordinario microcuento “Todas hieren”..., con el ingrediente prodigioso que distingue a la mayoría de los cuentos de este libro.

TODAS HIEREN

El reloj de pulsera finge que es un inofensivo accesorio, un adminículo útil, un satélite diminuto y encantador. Su apariencia no sólo no resulta amenazadora sino que, a modo de lisonja, parece prestarte brillo, distinción y un poder absoluto sobre el tiempo. Sin embargo, sin que sospeches nada, y mientras las manecillas distraen tu atención, él se aferra codiciosamente a la muñeca, se prende a la piel atraído por el rumor de tu sangre, devorando tus latidos, cebándose en tus sueños, palpitando al unísono con tu corazón de incauto. Debes saber que, aunque apenas se le pronuncian los colmillos, toma siempre la precaución de insensibilizar la zona para volver imperceptibles sus dentelladas. Y un día, completamente succionado por él, ya no te necesita, y hay gente alrededor que habla a media voz mientras alguien lo desata de tu muñeca inerte.

Este microcuento, en mi opinión, contiene implícita la advertencia del paso ineludible de las horas. Esa es otra característica propia del cuento: contiene una sentencia, una enseñanza que nos lleva a la reflexión. Todos los cuentos de astrolabio cumplen ese cometido.

Este universo literario está poblado de mundos. Cada relato es un mundo en el que viviremos experiencias inquietantes, prodigiosas, iniciáticas..., basta con afinar el telescopio de la lectura. Dejarse guiar por este astrolabio olgosiano es fascinante, pues los mundos que señala siempre nos resultarán sorpresivos. Parábolas orientales, metáforas del fin de los tiempos, ecos metaliterarios, imágenes poéticas, metamorfosis..., todo un cosmos por revelar.

Aconsejo su lectura como aconsejo la de cualquier otra obra de este creador de mecanismos literarios de precisión, este mago de la agudeza narrativa que es Ángel Olgoso, ante quien me quito el sombrero>>.

(Carmen Hernández Montalbán)


lunes, 24 de julio de 2023

Reseña de "Nubes de piedra" por Rodolfo Padilla.

Magnífica reseña de Nubes de piedra la que ha publicado el escritor Rodolfo Padilla en la revista Anthropologies.



NUBES DE PIEDRA:EL MUNDO INMARCESIBLE DE LA IMAGINACIÓN
Rodolfo Padilla

Nubes de piedra
es el último y, a la vez, el primer libro de Ángel Olgoso, escritor granadino maestro del relato corto, donde nos invita a participar en esta fiesta de la imaginación para acceder a realidades alternativas que nos alejen de la aburrida cotidianeidad durante su lectura, donde podremos viajar lejos sin movernos del asiento, conocer burlonas criaturas mitológicas o cambiar el curso del Antiguo Testamento.

Cuando nos acercamos a un libro, a un relato, a cualquier texto de Ángel Olgoso conviene dejar de lado todo lo que creemos conocer de la realidad, abandonar los prejuicios sobre lo que es posible o imposible y estar dispuestos a sumergirnos en un torrente imparable de imaginación que derribe los muros del aburrimiento cotidiano, la monotonía y nos preste unos ojos nuevos con los que mirar el mundo con fascinación.

Para quien no conozca a Ángel Olgoso (Cúllar Vega, 1961), es un escritor granadino, maestro del relato y llamado a ser –suponiendo que no lo sea ya– un clásico del género breve. Así lo podemos atestiguar en libros como Cuentos de otro mundo, Los demonios del lugar, Astrolabio, La máquina de languidecer, Los líquenes del sueño, Breviario negro y Bestiario, aunque esa misma calidad literaria se puede comprobar también en sus misceláneas como la más reciente Un unicornio fuera de su tapiz, así como la treintena de premios entre los que cabría destacar los Premios Andalucía de la Crítica 2014 con Las frutas de la luna y 2022 con Devoraluces. Es, además, fundador y Rector del Institutum Pataphysicum Granatensis, miembro de la Academia de las Buenas Letras de Granada y de la Amateur Mendicant Society de estudios holmesianos.

Nubes de piedra (Fagus Editorial, 2023) es su último libro publicado, aunque se trata de sus primeros relatos, concebidos entre los diecisiete y veintidós años, donde ya queda constatada su voz, su estilo original y claramente reconocible, de una prosa barroca en narraciones breves, precisa como el trabajo de un artesano de la taracea, con momentos de humor negro e incorrección política como ese abrecartas en forma de pene aplastado por botines feministas de «El Club de los Novecientos Flautistas», o la Guerra Mundial entre sexos de «La carga de la brigada ligera», que contrastan con los valores del buenismo que empieza a imponerse en una sociedad que denota la crisis del pensamiento crítico. Nubes de piedra es un ejercicio de libertad creativa absoluta, lleno de momentos surrealistas como en «Pulstar», con relatos cargados de humor negro, pero donde conviven la belleza expresiva y poética que se manifiesta, sobre todo, en «Prímula veris», cuya descripción del amor hacia la Clara real lleva a preguntarse si es la misma ideal e inexistente de «34 historias de amor». Al navegar entre sus páginas llegamos a pensar que es factible ver un cemento de cristal, como en «Fotografías movidas», o partirle una pierna a la lluvia para que no corra detrás de nosotros, como en «In extremis», incluso sumergirnos en un viaje hacia China sin siquiera movernos del asiento, sólo llevados de la mano del relato y todas sus posibilidades, donde podemos asaltar a los turistas o convertirnos en uno de ellos; podemos descubrir nuevas y burlonas criaturas mitológicas o concatenar historias brutales y divertidas, agudas como la punta de un pez espada («Látigo») o relatos que pueden ser a la vez infinitos y minúsculos en medio de un desierto inabarcable («Dunas»).

Mención aparte merecen sus títulos, sorprendentes también en otros libros del autor, algunos de los cuales no parecen tener una relación directa con el contenido del relato, así «El libro del batir de palmas de las medusas» o «La boca como el orificio hambriento de una máquina desagradable» y, sin embargo, son un complemento, un perfecto broche inicial que esconde una historia en sí misma.

Quedarse con un relato es difícil y la siguiente apreciación responde sólo a mi criterio e interpretación personal, pero por la profundidad de su significado y contenido son de una fuerza especial «Alternativa», «La flor blindada» y «Animales sueltos». Jugar con el Antiguo Testamento y con las historias moralizantes que han llegado hasta nosotros a través de la tradición cristiana parece un acto de transgresión, de invertir los valores que hemos asumido del Bien y del Mal o incluso del Dios justo y bondadoso que rechaza la ofrenda de Caín porque en realidad es caprichoso y prefiere los animales que le sacrificaba Abel. También, inventar una flor de mineral con la que fabricar armas que, al plantarlas, dan origen a nuevas flores blindadas, juntar la belleza de una flor con la finalidad guerrera de una espada es enfrentar términos y objetivos contrarios, darles un nuevo sentido para caminar en consonancia, como si apreciáramos las dos caras de una misma moneda. Por último, la concepción del Homo Sapiens como un animal salvaje cargado de imposturas, capaz de actos crueles y de mentiras resguardado del cargo de conciencia con el bálsamo atenuante de la indiferencia.

Nubes de piedra es un desafío constante para la imaginación, una puerta de entrada –acaso sin retorno– a escenarios y situaciones prodigiosos que rompen el hastío cotidiano para proporcionarnos abundantes momentos de felicidad lectora junto con las maravillosas ilustraciones de la poeta, artista y divulgadora cultural Marina Tapia.

Sin duda, siguiendo la propuesta del prologuista de esta edición José Luis Gärtner, sería necesario que Ángel Olgoso escribiera esos seis mil trescientos relatos que faltan hasta siete mil.


viernes, 14 de julio de 2023

Reseña de "Devoraluces" por Gerardo Rodríguez-Salas

Muchísimas gracias a Gerardo Rodríguez-Salas por su magnífica, por su impecable reseña de “Devoraluces” (Premio Andalucía de la Crítica 2022) en la revista Castilla-Estudios de Literatura.




DEVORALUCES (Ángel Olgoso, Ed. Reino de Cordelia)

La escritora británica Angela Carter hablaba de «vino nuevo en odres viejos» para describir su reescritura de cuentos tradicionales en la colección de relatos 'The Bloody Chamber'. Podría decirse que en ‘Devoraluces’, la última colección de relatos de Ángel Olgoso—no sólo la más actual, sino la que marca el fin de su trayectoria como maestro del género—, el autor no sólo reescribe cuentos tradicionales como 'Las mil y una noches', o dialoga intertextualmente con obras de la literatura universal como 'La Odisea' o 'Frankenstein', sino que, al igual que Carter, toma el molde del cuento tradicional (o 'folktale') para ofrecernos variaciones actuales y absolutamente idiosincráticas que elevan el género a otra dimensión.

Carter y Olgoso coinciden en el preciosismo y elegancia del lenguaje, la exquisitez de metáforas e imágenes retóricas y la dimensión onírica. Sin embargo, mientras que Carter altera radicalmente la estructura de los cuentos tradicionales y su barroquismo tiene un punto de artificio que podría alejarnos del cuento como refugio, Olgoso mantiene la exuberancia verbal pero su lirismo es tan intrínseco que, además de reinventar los cuentos tradicionales, conserva el sabor atemporal y misterioso. El artificio subversivo de Carter desaparece en las manos de Olgoso de modo que, en los cuentos de éste, nos adentramos en un espacio temporal contemporáneo ('hoc tempus') que, paradójicamente, mantiene el 'illud tempus' o atemporalidad del cuento tradicional que teorizaba Marie Von Franz. El resultado, en Olgoso, son los «odres nuevos» que dan título a uno de sus relatos.

En «Fulgor», por ejemplo, encontramos reyes y súbditos, doncellas y mancebos, mercaderes y artesanos y un argumento que bien podría ser el de algún cuento tradicional: un hombre pobre que es tan feliz que todo el mundo quiere participar de su fulgor. Como las fábulas de Esopo, el cuento de Olgoso no prescinde de moraleja—el retorno a la simplicidad, a la pobreza, a lo que verdaderamente importa, a la luz—pero es un cuento que bien podría simbolizar el proceso evolutivo del propio autor en su ficción. Incluso en relatos como éste, el que más se acerca al formato clásico, Olgoso transciende los estereotipos de caracterización y nos hace caminar hacia el Pajarillo—que así llaman al protagonista de «Fulgor»—unidos a «aquella grey trashumante», en busca de la luz que desprende el autor y que nos hipnotiza como la música del flautista a los ratones.

Con ‘Devoraluces’, como reconoce el propio Olgoso en una reciente entrevista en TodoLiteratura, culmina su larga trayectoria como cuentista en «territorio fronterizo entre lo narrativo, lo poético y lo metafísico». Aquí, nos cuenta, la diferencia es que regresa a los orígenes del cuento—Homero, ¡Las mil y una noches¡ o Cervantes—para despedirse de él. En efecto, este volumen de 14 relatos es el adiós de Olgoso al género corto de la ficción con otra diferencia que también aclara el autor en esta entrevista: es un libro más vitalista.

En esto relatos predomina la liminalidad, una tierra de nadie entre la realidad y el sueño que nos deja con un regusto a ensoñación pero con los pies bien anclados en una certeza ineludible: las palabras. Olgoso es un maestro de la imaginación con palabras tan bien entrelazadas y urdidas que el tapiz resultante—o más bien almazuela—es una filigrana. Como en «Hajdú», estos relatos tienen «algo de mediodía tardío, donde no se sabe cuál es el cielo y cuál el mar»; «la alucinación provoca efectos extraños sobre los sentidos». Y es que en Olgoso las palabras cobran vida, son reales y sagradas, palpables—los cuentos «avanzan como una caravana de dóciles camellos»—y él las mima, las acicala con cuidado para regalárnoslas en todo su esplendor; nos hace verlas, tocarlas, saborearlas como «esponjoso pan de azúcar».

Estos relatos nos invitan a adentrarnos en la luz del recuerdo y de los sueños, de lo que fuimos y lo que quisimos ser, de lo que nunca seremos pero podemos imaginar en la ficción, la luz que, como a Hajdú, nos puede llevar a descubrir «con una puñalada» un nuevo color que no conocíamos. De hecho, en «Villa Diodati», donde otorga voz al lugar que acogió a Byron, Polidori y los Shelley en 1816, destaca «la luz exaltadora» de estos insignes resistentes en un verano oscuro, en sus «ojos brillantes, encendidos por la hoguera interior de la creación». De la pluma de Mary Shelley nació un monstruo que se parecía demasiado a nosotros y nosotras, y es la escritura quien puede aliviar esa soledad de nuestra especie y sacar luz de la tiniebla.

En Olgoso los relatos, sobre todo por las noches, se abren «como el loto bajo la mirada de la luna». A pesar de ser un despliegue de fuegos artificiales, ‘Devoraluces' irradia una luz sin alharacas, como la de la luciérnaga o la de la luna, momentos de gran intensidad pero pasajeros, que encienden el recuerdo para que luego quede oculto de nuevo entre las sombras hasta que volvamos a imaginarlo.Como nos exhorta la voz narrativa en «La ilusión del horizonte»—uno de los relatos más innovadores con un estilo entrecortado que recrea magistralmente una sucesión de impresiones provocadas por un viaje aparentemente por carretera a modo de flujo de conciencia—«Saldremos hechos águilas de este viaje». Aquí se repite insistentemente la referencia al «tendido eléctrico»y a una migración generacional de abuelos, tíos y padres, la luz que enciende el camino, que en este relato cobra especial importancia en su metáfora como viaje de la vida.

Los relatos de Olgoso se convierten en barcos que nos adentran en una aventura, como argonautas junto a un Ulises atemporal que, en su relato «La Rosa de los Vientos», recorre la literatura universal de todos los tiempos para buscar un hogar, una Ítaca entre letras. En estos relatos nos reencontramos con las luciérnagas de un pasado idílico que huele a eterna niñez; buscamos nuestras propias ensoñaciones en un mundo de «sueños sin dueño» o la luz y el fulgor en la vida sencilla de antaño; encontramos salida a los campos de concentración a través de un nuevo color; volvemos a la Villa Diodatti que, en esta ocasión, toma voz para narrarnos el oscuro verano de 1816; realizamos un trepidante viaje por carretera cargado de vívidas impresiones que cambiará (o no) nuestro destino; buscamos desesperadamente al padre perdido que nos contaba historias y añoramos su presencia, que quizás una vez despreciamos; escuchamos cuentos durante Mil y una noches, pero con un inesperado cambio de guión; experimentamos a través de una máquina todas las vidas alternativas que podríamos haber vivido y que danzarán sincronizadas ante nuestros ojos; descubrimos cómo acabaron en manos de Cervantes los papeles de Cide Hamete Benengeli; nos embriagamos, como una pareja en sus comienzos, con el frenesí del amor expuesto por orden alfabético y con regusto al 'Cantar de los cantares'; lloramos rendidos al poder del amor maternal que sobrevive a los estragos de la guerra más allá de límites biológicos; concluimos el viaje anticipando la nueva etapa en la que se adentra Olgoso con un tratado sobre el cuento.

Este último cuento, «Nomenclatura Borghini para los dedos de los pies», que nos regala a modo de coda, se convierte, en palabras del autor en la entrevista antes indicada, en un texto bisagra que separará en dos su producción literaria: un sueño de juventud, que consiste en escribir libros de relatos con tan sólo títulos para concentrar así historias apasionantes en una sola línea. Para Olgoso, este texto representa su entrada en una nueva época creativa, «más híbrida y libre, dejando atrás para siempre la ficción entendida como invención». Este cuento metaficcional se torna en exquisita poética sobre el relato corto y concluye: «No es culpa mía si encuentro más vida en el carácter concentrado, disminuido, de una obra así que en el curso predecible de una narración y su grosero barullo de situaciones establecidas de antemano». Con este relato-poética nos invita Olgoso a reflexionar sobre un género que ha trabajado durante treinta años, desde ‘Los días subterráneos’ (1991) hasta ‘Devoraluces’ (2021), corroborando las opiniones de críticos que conciben el relato como un espacio de belleza arquitectónica de notables estilistas (John Baker o Suzanne C. Ferguson), caracterizado por su sugestión, o lo que Austin Wright denomina en inglés 'recalcitrance'. El relato nos ofrece un espacio de sugerencia y una luz intermitente, similar a la de la poesía, momentos epifánicos de una intensidad incomparable, momentos que, como «Las luciérnagas» del relato inicial, se quedan grabados a fuego en el recuerdo. El motivo de la luciérnaga es, sin duda, la imagen más acertada para resumir el impacto de estos cuentos con los que Olgoso se despide del género: «el fuego de la soledad, la amargura y la saña no han conseguido evaporar el fresco misterio de aquellas luminarias en las remotas noches de verano».

Cuando cerramos el libro tras haber devorado las luces que conforman este último alarde de fuegos artificiales de Olgoso, no podemos sino sentirnos como el hijo de Okitsu, eternamente agradecidos a este padre del cuento breve al que echaremos de menos. Eso sí, siempre podremos releer su prolífica obra para recrearnos en los detalles de sus filigranas, para admirar la destreza de su oficio y esperar, como dijera T. S. Eliot, las palabras de un nuevo año, de un nuevo Olgoso, que vendrán acompañadas de una nueva voz. Mientras tanto sus cuentos volarán, como nos dice en Devoraluces, «como vilanos de un cardo deshilachado que poblaran súbitamente el aire».

(GERARDO RODRÍGUEZ SALAS, Universidad de Granada)

viernes, 7 de julio de 2023

Reseña de "Un unicornio fuera de su tapiz" por Custodio Tejada

Maravillosa reseña de “Un unicornio fuera de su tapiz” que Custodio Tejada publicó en el periódico Granada Costa. Agradezco de corazón su mirada generosa y exhaustiva.



UN UNICORNIO FUERA DE SU TAPIZ, de Ángel Olgoso. Entorno Gráfico Ediciones. 200 páginas. 44 textos mariposas, lepidópteros presentados con olfato de alfiler entomológico. Una compilación de textos varios o una miscelánea “de textos publicados o leídos” que son presentados como un “libro-brújula”, por lo que tiene de itinerario o viaje de descubrimiento, por lo que tiene de intrahistoria biográfica y lectora. La portada prepara para “ver el prado donde relincha el unicornio” o para ir de caza al mundo de la creatividad y la fantasía. Podría leerse como unas memorias librescas o un diario de acontecimientos. En la sinopsis de la contraportada se nos orienta que “con libros como éste, Ángel Olgoso, convierte los textos misceláneos en una de las bellas artes”. Podemos entender esta publicación mucho mejor si la pensamos como un ponerse al día para ir dejando su obra completa en ciernes.

Custodio Tejada- 5 de julio de 2023

Decía Borges que “el equilibrio entre la respiración y la frase, la lectura y la escritura son de los pocos goces verdaderos de este mundo”. Cuando unos autores se empeñan en hacerte leer unos libros suyos en vez de otros, es porque quizá ellos también se han fijado en ti como lector, te han analizado y te han elegido con una idea preconcebida que encierra algún tipo de afinidad o, al menos, un curioso interés. Y es que como dice Ángel Olgoso, todos los que escribimos lo hacemos con la “intención de engatusar al lector”, unos con más éxito que otros, está claro.

Ser un cazador furtivo permite ver el coto desde otras perspectivas y con otros intereses. Quien no vive ni se dedica a la crítica literaria de forma oficial tiene algo de crítico furtivo, y por tanto, también de cazador aficionado. Cuando opinamos sobre algo que nos ha gustado, o no, ya sea un libro, un cuadro, una película o lo que sea, lo que realmente pretendemos es compartir ese momento glorioso que nos ha regalado la obra de arte en cuestión, y por añadidura, el artista que hay detrás. Un crítico tiene algo de cazador taxidermista, y en este libro Ángel Olgoso ejerce mucho de crítico. Pero ¿cuánto influye lo que escribimos en el prestigio de una obra o de un autor, y en las ventas de ese libro, por ejemplo? La verdad, creo yo, y dependiendo del canal que se utilice, es que poco o casi nada. Porque al verdadero control del mercado no se le escapa ninguna tecla. Sin embargo, seguimos nuestra inercia locuaz de lombrices que buscan la luz y no paramos de opinar sobre todo. Quizá porque es la única manera de impedir que el espíritu crítico muera en manos de los cazadores desaprensivos que solo ven la caza como un negocio y nada más. En cualquier caso, hacerse con una buena pieza literaria o artística reporta grandes emociones y placeres. Y eso es lo que nos muestra Ángel Olgoso en estas páginas memorables, por lo que tienen de memoria, explicación y testimonio.

Ya el título, “Un unicornio fuera de su tapiz”, nos aventura el paralelismo que el propio autor establece entre él y el unicornio, la de la poética de este libro y el resto de su obra, engarzadas ambas, eso sí, a través de la imagen tan fantástica del título. El autor no está en el relato, aunque después de leerlo cualquiera diría que no está a gusto en el tapiz. La portada, con unicornio incluido, predispone para afrontar la lectura de Ángel Olgoso como un maestro de la fantasía y un lector singular con facultades de crítico patafísico y literario. Un libro que nos permite conocer la biografía del autor desde un matiz lector o cultural.

Si tuviéramos que describir la mirada que experimenta el autor con esta recopilación de textos repartidos por doquier que ahora se unen en forma de libro, ésa es la de una visión caleidoscópica, intertextual y biográfica, por lo que tiene de testimonio y confesión. El autor dice que escribe “relato a relato hasta conseguir un acabado artefacto narrativo sin pensar que algún día conformarán un libro”, y así también ha sido gestado éste.

En la sinopsis de la contraportada se nos orienta que “con libros como éste, Ángel Olgoso, convierte los textos misceláneos en una de las bellas artes”. Para el autor “El lenguaje es la vida, no la cifra de la vida, sino la vida misma. Sin lenguaje no hay nada. Su magia lo es todo: uno dice manzana y la manzana ya cuelga del árbol o brilla entre los dedos. La potencia genésica y embaucadora de las palabras es tal que puede convocar incluso la más pura belleza y el horror más extremo”. Y además tiene “el convencimiento de que la literatura solo ha de rendir vasallaje a la altura poética de su obra, de que el autor no esté sujeto a otros límites que el juicio estético”. Cita que me recuerda las últimas declaraciones de John Banville: “Solo me importa crear arte. Y eso es lo que hace valiosa la literatura: que no importa nada más”. Y en esa disyuntiva nos encontramos todos los escritores: ¿el arte por el arte o el arte como arma?

En “Un unicornio fuera de su tapiz” encontramos presentaciones de libros, artículos de opinión para revistas, prólogos, crítica, ensayo, discursos, poemas, entrevistas, eventos culturales, relaciones personales, anécdotas, impresiones, opiniones… Lo mismo nos lleva del libro más curioso de su biblioteca a la anécdota más selecta o al apunte más espejo. Es como si quisiera fomentar en el lector una vocación detectivesca convirtiéndolo en testigo de una parte de su biografía vital e intertextual, la de ser telonero de otros escritores o artistas o la de ser protagonista invitado.

El autor, con precisión de entomólogo, va presentando uno a uno sus textos mariposas, cuidadosamente pinchados en su alfiler con un montaje en seco y alas extendidas. Los nombres aquí son lepidópteros aglutinados en el “alcohol etílico” de esta edición entomológica. El autor persona, con gran sentido del humor, se encarna en cada una de las páginas escritas. Este volumen de Ángel es como un autodefinido o un crucigrama, en el que se entrecruzan nombres como flechas. Todos ellos señalan un camino biográfico, confluyen en los ojos y en la mirada lectora y amiga de Ángel Olgoso. Así los nombres señalan como si fueran brújulas: Gregorio Morales, Josefina Martos Peregrín, Santiago Caruso, Wenceslao-Carlos Lozano, Antonio Sánchez Trigueros, Marina Tapia, Carlos Almira, Miguel Arnas Coronado, José Luis Martínez-Dueñas, Carlos Edmundo de Ory, José Vicente Pascual… También Boris Vian, Kafka… Flechas que se hacen pisadas o itinerarios, y así podemos imaginar al autor yendo y viniendo de presentaciones de libros a exposiciones o a recepciones de premios, y de lecturas a escrituras o para echar una carta, acudiendo a la Academia de Buenas letras vestido con chaqué o imaginando entremedias el refrigerio que hay después de esas actividades. Y es que en sus páginas el autor deja un reguero de miguitas de pan para que sigamos el rastro de su quehacer literario, y su genealogía familiar lectora al presentarnos a su abuelo Edgar, su padre Franz y una legión de titos.

Un viaje, claro que este libro es un viaje. Por su entorno y por su quehacer cotidiano, Imaginemos este libro como un paseo, en el que vamos agarrados de la sombra y de la mano de Ángel Olgoso, mientras nos habla y nos seduce con su conversación. Imagino al escritor salir del portal de su casa y caminar por las calles de Granada para ir de un sitio a otro. Cierro los ojos y veo su silueta de pistolero rubio y patafísico, ejemplo vivo del western literario granadino, cruzar por los pasos de peatones en busca de algún duelo tertulia. Así nos lleva del Palacio de Bibataubín al Centro Cultural Caja Granada, a la Biblioteca de Andalucía, a la terraza del Café Fútbol, Centro Artístico, Feria del Libro, Librería Ubú, Paraninfo de la Facultad de Derecho, Academia de Buenas letras, Fundación Andaluza de la Prensa, Palacio de los Condes de Gabia, Librería Picasso, IES Pedro Soto de Rojas, Museo Casa de los Tiros…

En Cuentos Medulares, publicado en Quimera y aquí en la página 49, deja su parecer sobre relato y novela, donde confiesa que a veces tiene “la sensación de escribir visiones en lugar de contar sueños”. En el texto “Cúllar Vega. Una evocación.” homenajea a sus orígenes y la memoria de su corazón. Porque el pueblo de cada uno siempre habita en la caja negra de las emociones y los sentimientos. En la Presentación de El menor espectáculo del mundo deja diez razones por las que odia a Félix J. Palma que son un alegato maravilloso del sentido del humor y de la amistad. Y es que en este libro descubrimos a un Ángel Olgoso, maestro alquimista, que es capaz de transmutar el odio en amor, y el amor en oro, hasta el punto de convertir el halago en un rasgo crítico distintivo y divertido. Leyendo sus otros libros conocemos al autor o el escritor que es, con toda la imaginación a su alcance, pero aquí, en este unicornio y su miscelánea de textos a quien conocemos es a la persona que hay detrás del nombre, nos deja entrever sus miradas más íntimas y personales, con toda la realidad testimonial de sus ojos y pensamientos. De este libro podríamos decir que es un manual de amistad y admiración, un diario de apuntes bio-bibliógraficos de gran importancia intrahistórica.

En “Un unicornio fuera de su tapiz” nos encontramos “el veneno de la realidad”, aunque al leerlo descubrimos que también nos proporciona “el antídoto”. Un conjunto de textos que le sirven para expresarse, que nos ayudan a conocerlo desde la otra orilla, que valen como una especie de poética o más bien una retórica de su modus operandi como cuentista o lector, especialmente si nos detenemos en la valiosa entrevista realizada por Miguel Ángel Muñoz para “El Síndrome Chéjov”. Ángel Olgoso manifiesta que “toda coartada de la retórica resulta lícita si un autor utiliza sus recursos para que la fricción entre esas dos piedras –la del autor y la del lector– acabe prendiendo un fuego placentero, confortador, excelso, sagrado”. Y aunque “se puede ser sin ser percibido” –como le dice Ángel a Miguel Ángel Muñoz, la escritura de Ángel Olgoso certifica que estamos ante un autor que sin lugar a dudas merece ser percibido y leído más y mejor. Es mi opinión.

sábado, 1 de julio de 2023

Reseña de "Un unicornio fuera de su tapiz", por Miguel Arnas Coronado

Reseña de Miguel Arnas sobre “Un unicornio fuera de su tapiz” (Entorno Gráfico), aparecida en La Página de los Libros, del diario Ideal.



UN UNICORNIO FUERA DE SU TAPIZ

“Las misceláneas son un género que no escasea. Ya Julio Cortázar hizo un par memorables. Cuando la calidad alcanza la de esas citadas, el entusiasmo nos asalta. Ángel Olgoso, conocido y reconocido como excelentísimo narrador a lo corto, de tema generalmente fantástico, y de una calidad que debería ser más reconocida en los ambientes culteranos, siempre ignorantes de lo que se tiene al lado, ha recuperado aquí textos publicados, o leídos, como prólogos, introducciones, intervenciones o poemas: radiante prosa.

A pesar de centrarse casi exclusivamente en la literatura, tres incursiones hay, parangonables a las del argentino, en la plástica: las obras de Ramón Sabatés, Santiago Caruso y Marina Tapia. Conferencias, charlas sobre su segunda actividad más noble: el Institutum Pataphysicum Granatensis y por ende los entresijos y meollos de la Patafísica y sus autores destacados: Boris Vian y Alfred Jarry. No obstante, lo más importante a mi entender es su poética, detallada en algunos artículos y en especial, en una espléndida entrevista final, hecha por Miguel Ángel Muñoz, donde podemos descubrir el todo Olgoso”.

(Miguel Arnas Coronado)

domingo, 18 de junio de 2023

Reseña de "Un unicornio fuera de su tapiz", por Santos Domínguez

Reseña de “Un unicornio fuera de su tapiz” (Entorno Gráfico Ediciones) a cargo del poeta, catedrático de literatura y crítico literario Santos Domínguez, publicada en su blog ‘En un bosque extranjero’.



“El lenguaje no es la cifra de la vida, sino la vida misma. Sin lenguaje no hay nada. Su magia lo es todo: uno dice manzana y la manzana ya cuelga en el árbol o su color brilla entre los dedos. La potencia genésica y embaucadora de las palabras es tal que puede convocar la más pura belleza y el horror más extremo. Cada vocablo supone un nuevo y diminuto universo o, si se engasta con precisión en el discurso, una gota de ámbar donde late viva la experiencia del mundo”, escribía Ángel Olgoso en ‘Reivindicación de la retórica’, uno de los textos de ‘Un unicornio fuera de su tapiz’, la miscelánea que recopila presentaciones de libros propios y ajenos, prólogos y reseñas, una estupenda lectura de las ‘Memorias de ultratumba’ o de la obra narrativa de Boris Vian o la brillante evocación sensorial y sentimental de la infancia en su pueblo, Cúllar Vega.

Y el fondo, siempre, como un hilo conductor la reflexión sobre la teoría y la práctica del relato en artículos como ‘Cuentos medulares’, donde señala que “los cuentos requieren lectores exigentes, de una atención sin descanso, lectores que prefieren un picotazo directo a un zumbido obsesivo e inacabable, la intensidad a la languidez, morder más que masticar, hacer un viaje al centro más que hacía un horizonte que se aleja sin cesar.”

Otras veces esa reflexión sobre el cuento aparece en respuestas a cuestionarios o entrevistas. Destacan en ese terreno las más de treinta páginas de la espléndida entrevista que Miguel Ángel Muñoz le hizo para El síndrome Chéjov, que publicó Páginas de Espuma en 2011.

En esas páginas que cierran el volumen está recogida con profundidad y detalle toda la teoría de Ángel Olgoso sobre la escritura de relatos o lo fantástico. Se leen allí afirmaciones como esta:

“No puedo evitarlo: me gusta lo poco común, me encuentro cómodo con lo extraño y me procura una enorme felicidad estética lo asombroso y lo inquietante. Pla decía que la sensación de hallarse en un mundo desconocido deja el espíritu como nuevo. Debe ser eso. Por no hablar del placentero latigazo que se recibe el conseguir atrapar la escurridiza anguila eléctrica de lo inaudito”.

viernes, 16 de junio de 2023

Microficción, en Jot Down

Artículo de Lorena Escudero en la revista Jot Down, "Microficción, la orfebrería de la palabra".





"La mujer transparente" en la Micro Audioteca

Mi relato “La mujer transparente” en la Micro Audioteca, proyecto de difusión de microficciones internacionales en formato audiovisual. Fue creada en Guatemala por la escritora Norma Yurié Ordóñez a finales del 2020, y promueve escritores que son referentes de la microliteratura y talentos emergentes con calidad literaria. Hasta la fecha ha publicado los trabajos de autores de 14 países. El equipo está integrado por tres narradores: Claudia Lauscher y Mariana Taberniso de Argentina y Carlos Ventura de Guatemala. La edición y el diseño gráfico está a cargo de Norma Yurié Ordóñez, creadora del proyecto.




martes, 13 de junio de 2023

"Olgoso, poeta en prosa", por César Requesens

Artículo de César Requesens en Granada Hoy a propósito de “Nubes de piedra”. 



OLGOSO, POETA EN PROSA

Autor periférico que voluntariamente se aparta de la realidad para que no mate su imaginación tan pura, Ángel Olgoso convierte cada presentación de uno de sus libros en una clase de literatura de esa que sigue teniendo más de ejercicio humanista que de venta de papel al kilo manchado con letras.

El prologuista José Luis Gärtner, escirtor inquieto, diverso, retrata perfectamente en la invitación a degustar este nuevo título, ‘Nubes de piedra’ (Fagus Editorial, 2023, con ilustraciones de Marina Tapia), las claves ocultas detrás de esta edición de unos relatos que un joven Olgoso aún ingenuo y animoso se lanzó a escribir en sus comienzos para aportar algo a este tiempo y a la literatura del cambio de milenio.

Y sí. Sus textos son para leerlos de a poco. Cada línea está reducida a lo esencial; las palabras son certeras sin ser rebuscadas; la historia se cuenta casi a sí misma siempre desde una perspectiva inesperada o novedosa; hay vocación de estilo sin ahogar la historia siempre sorprendente en la perspectiva elegida o el desenlace; hay, en fin, trabajo, reposo, calado en cada historia y es por eso que se saborea con gusto por el poso que deja y la reflexión que provoca.

Pero lo realmente inquietante en Olgoso es que su promoción corre a cargo de los demás. Así lo confirmamos los que acudimos a abarrotar la librería Picasso para escucharle. Él, con hacer buenos relatos y disfrutar escribiéndolos y, si el perfeccionismo le deja también hasta disfrutar del resultado, ya tiene suficiente. Ama la literatura y como prueba esas muchas décadas de cultivar el oficio donde se debe, en lo oculto, sin alharacas ni guateques.

Para muchos que perseveramos en esto de escribir, aunque sea con sangre, es un referente. Nos deja tranquilos ver que alguien sigue teniendo fe en la capacidad redentora de la palabra escrita que aspira a ser arte y ensancharnos la mente.

Este libro fresco pero ya maduro nos ofrece el primer Olgoso ahora, cuando él mismo está quebrando la esquina de su carrera de escritor esforzado y generoso. Está este maestro granadino de cuento (al que algunos ya encuadran entre Borges y Cortázar) cerrando un ciclo para dedicarse a cosas nuevas, otra vuelta de tuerca de un artista de esos que no se conforman con lo ya hecho y publicado sino que sigue arriesgando y afrontando terrenos nuevos.

Todo un referente por la estela dejada y por seguir enarbolando la bandera de esa creatividad que solo se complace en recrearse a sí misma.