Ángel Olgoso

He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 21 de julio de 2024

jueves, 18 de julio de 2024

LITPRAX

“Literatura en práctica: Retos profesionales de lectura, traducción y edición en la era digital” (LITPRAX) es un proyecto de un equipo de docentes e investigadores procedentes de cuatro países, Eslovenia, Rumanía, Serbia y España, para contribuir a la formación de unos lectores más avezados y más exigentes. El Manual y cuaderno de actividades LITPRAX está organizado en dos grandes bloques: un panorama de la literatura escrita en español en el siglo XXI y un cuaderno de actividades destinadas a inspirar un acercamiento práctico al estudio de la literatura.
    En sus casi mil páginas comparecen textos -y comentarios sobre los mismos- de Enrique Vila-Matas, Eduardo Halfon, Laura Restrepo, Pablo Katchadjian, Agustín Fernández Mallo, Gioconda Belli, Alejandro Zambra, Edmundo Paz Soldán, Samantha Schweblin, Mario Levrero, Angélica Liddell, Danna Chaviano o Juan Mayorga.
    Mi relato “Lucernario” cuenta con una introducción de Bojana Kovačević Petrović, profesora titular de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Novi Sad (Serbia) y gerente del Centro Iberoamericano. Ha traducido más de 30 libros del español al serbio, ha escrito más de 50 artículos académicos y en 2022 ha sido condecorada con la Orden de Isabel la Católica por sus méritos.



Ángel Olgoso: “Lucernario” (2007)

    El escritor español Ángel Olgoso (Cúllar Vega, Granada, 1961), autor de más de una decena de libros de cuentos y microrrelatos, explica en una entrevista su atracción por la prosa fantástica en estos términos:“A mí, por lo menos, la realidad me parece insuficiente, lo cotidiano me resulta banal, casi siempre sórdido y en ocasiones terrorífico […] Mi forma de luchar contra la tiranía de lo real es intentar alcanzar lo ‘otro’, lo que está más allá de nuestro alcance y de las limitaciones del espacio y el tiempo, mediante ensoñaciones y especulaciones que dejen al descubierto lo que no es obvio, lo que se oculta bajo la fina película de la realidad” (Marques Viana Ferreira, 2013: 248-249). La in-satisfacción ante la realidad pedestre acerca pues a Olgoso a una pos-tura con raíces en el romanticismo que caracteriza en su conjunto una Alta Modernidad abrumada por el horror ante lo previsible, lo aburrido y lo repetitivo. Se trata de lo que el poeta francés Charles Baudelaire llamaba “l’ennui” (tedio), revelándolo como una categoría existencial fundamental y que en la literatura en español se ilustra de la forma más patente en la concepción del escritor argentino Julio Cortázar de una realidad esquemática en la cual es preciso encontrar “huecos para entrever algo menos insoportable que todo lo que cotidianamente sopor-tamos” (1998: 11). Para Cortázar, lo fantástico es, evidentemente, una de las principales vías de salirse de una cotidianeidad común y predecible, y por el mismo derrotero avanza Ángel Olgoso.El cuento “Lucernario”, del libro distinguido con el Premio Internacional de Terror Villa de Maracena Los demonios del lugar (2007), permite una lectura en la mencionada línea cortazariana de resistencia por lo fantástico ante una realidad banal, al presentar a un personaje común, satisfecho con una vida carente de grandes ambiciones fuera del plano material, que tiene una experiencia de índole sobrenatural cuando ve en el cielo tres fascinantes lunas en vez del conocido único satélite de nuestro planeta. El objeto que desencadena esta visión no es de tipo mágico, tratándose, al parecer, de sus gafas cotidianas, pero la perspectiva que le abre es tan sobrecogedora que le hace tomar conciencia de su clara inautenticidad (“leí la tarjeta impresa con mis falsas credenciales como si no me reconociera en ella”) y lo transforma para siempre. Es preciso observar que en la preparación de esta epifanía existen múltiples referencias a los relojes: por un lado, la prodigiosa obra maestra de relojería encargada por María Antonieta,que es el móvil material de su viaje a Graz; por otro lado, los relojes hidráulicos en que reconoce una metáfora de su propia vida mecánica, de “hedonista inconmovible”. La contemplación del cielo poblado por tres fascinantes lunas arranca al personaje de una vida ritmada por los relojes ordinarios, le ofrece una experiencia fuera del tiempo (emparentada de cierta forma con la visión del aleph borgeano) y le hace todavía más insoportable “la amargura de no volver a contemplar jamás otra luna distinta de nuestro solitario, momificado y pueril satélite”. La incursión fantástica en un universo alternativo –en este caso, de una in-comparable belleza– impugna una concepción estática, unívoca, sobre la realidad, pero también afianza la nostalgia por las realidades alternativas vislumbradas en unos momentos únicos de transportación milagrosa. En otras palabras, el aburrimiento que provoca un mundo presentado por la razón como inalterable se transforma en una honda desesperación cuando, por medio de lo fantástico, se descubre que este carácter inalterable es inequívocamente falso, pero que las vías de acceder a la verdadera realidad quedan para siempre cerradas.

(Bojana Kovačević Petrović)




domingo, 14 de julio de 2024

Entrevista en Sexto Continente sobre "Sideral"

Miguel Ángel de Rus me entrevista acerca de "Sideral" en su programa Sexto Continente, el café literario de Radio Exterior de España. 

<<Comenzamos Sexto Continente con relatos de ciencia ficción y uno de los grandes autores de relatos de la actualidad: Ángel Olgoso, que publica “Sideral” en Eolas. Es el segundo volumen de sus relatos completos y están unidos por su temática. Para indagar en los antecedentes de la imaginación extraterrestre de Ángel Olgoso, en su forma de soñar, cósmica, lúdica, preciosista, a veces macabra, habríamos de revertir toda la historia de la civilización, abrir nuestra mente y desprendernos de los rigurosos esquemas del género fantástico. Encontramos en su obra, donde los robots se pueden enamorar, un pálpito, un escalofrío, una conmoción, un diminuto seísmo. Para Olgoso la realidad no es lo que perciben nuestros sentidos>>.







jueves, 11 de julio de 2024

Reseña de "Nos tragará el silencio"

Mi reseña (un poco a destiempo) de un libro y de un amigo extraordinarios: “Nos tragará el silencio” y Miguel A. Zapata. En la revista Kopek.


CÁRCEL INVISIBLE


“Nos tragará el silencio” (Ed. Baile del Sol), de Miguel A. Zapata (Granada, 1974), es una de esas novelas totales y ambiciosas que justifican toda la obra de un autor. Una ‘ucronía que es a la vez fábula y ensayo y documento confesional’, una alegoría que muestra la desolación y la pesadilla en que ya estamos instalados, la degeneración de la existencia global, el cansancio propio de los roedores enjaulados. Nos encontramos ante un híbrido poderosamente desarrollado, ante un apabullante fractal que se multiplica en sus páginas como La Hiedra -ese enemigo difuso del que formamos parte, que crece y fagocita todo a su alrededor-, ante un volumen proteico a la vez denso y sincopado, administrativo y conversacional. Porque el autor se hace el encontradizo con el lenguaje arduo de cualquier informe funcionarial, antropológico o sociopolítico y, sin embargo, no puede evitar insuflarle vida, descreimiento, fluidez, complejidad, mala leche. Estamos ante un libro kafkiano y orwelliano, pero mucho más fresco y ágil: es como leer “El castillo” o “El proceso” y toparse de pronto con la línea de una canción en inglés, con un listado bibliográfico o con expresiones como ‘posmillennial’, ‘bombástico’, ‘compadre’, ‘orgásmico’ o ‘de puta madre’. A veces incluso parece que estemos leyendo a Boris Vian: ‘Traguito de regaliz’, ‘jodido sol’, ‘vodka rudo’ o ‘follan con ánimo estatuario’. Miguel A. Zapata continúa con la creatividad tipográfica marca de la casa (aunque más atenuada que en “Las manos”), con onomatopeyas (‘pfff’, ‘bip, bip. bep’, ‘blablablaetcétera’) que le prestan su viveza al discurso, y con toneladas de siglas, de fichas de trabajo, de Perfiles Cívicos y Certificados de Idoneidad. Pero es que “Nos tragará el silencio” no es producto de ‘un checo alegórico y neurasténico’, sino de un granadino ingenioso, imaginativo y vitriólico trasplantado a Madrid.

Tras leer las casi quinientas páginas de la novela, sentí que el corazón de esta distopía reside en la idea de Swedenborg según la cual un error de los condenados al infierno es creerse en el paraíso. Y eso, en efecto, es La Hiedra, un Estado intangible y ubicuo que muta, absorbe y desactiva, un sistema perfecto de obsolescencia ideológica que devora el idealismo de revolucionarios y reaccionarios, donde la burocracia se confunde con la vida, donde se finge una doctrina para acabar con las doctrinas, y donde la aparente descentralización administrativa esconde una profunda centralización. Los humanos desconocemos por lo general la farsa de la historia, al igual que las piezas que se van añadiendo una a una a La Hiedra permanecen incorpóreas e inasibles. ‘Se acabaron los cambios: somos la Antihistoria’, ‘No solo de Historia reduccionista y Lengua selectiva viven el hombre y la mujer’, ‘Puede una planta crecer sin que nadie consiga afirmar la existencia de esa planta’, ‘El destino humano es una mezcla de azar, voluntad e iniquidad del sistema’. A La Hiedra, ese Estado con las características propias de cualquier democracia contemporánea, enemigo de la algarada, y que ni quita ni otorga la libertad, no le interesa algo tan arcaico como el pensamiento único o el control de la información, sino el silencio a través del ruido multiplicado de los dispositivos y, con él, el vacío. La Hiedra ofrece un pragmatismo absoluto, una cínica flexibilidad, un utilitarismo perverso que da sentido a la inercia de toda la ciudadanía, a una ‘middle-class’ de cartón, ‘dejando que cada uno elija su forma de libertad y su condena y el grado que adquieren estas, porque la merma de libertad no siempre significa presidio ni agravio’. Su nacimiento proviene de EGONO, anagrama de Elegimos Gobernar Nosotros, antiguo partido que dio vida al Ministerio de la Centralidad, a una estructura estatal ambigua y no obstante poblada de Secciones Periféricas, Módulos de Superficie y Módulos Subterráneos, Consignadores y Agentes de Control Interno, Unidades Pedagógicas de Regeneración.

Novela colectiva escrita en primera persona en El Buche del Lobo, en los dominios de La Hiedra, “Nos tragará el silencio” resulta como mínimo el equivalente patrio de “Nosotros”, una impresionante puesta al día de la novela distópica publicada en 1920 por Evgueni Zamiatin. También un hito insoslayable de la literatura más vigorosa y renovadora del siglo XXI en castellano (que forma parte además de su ciclo de novelas sobre la degradación de nuestra cultura, junto con “Las manos” y “Arquitectura secreta de las ruinas”). Y, sobre todo, una prueba del asombroso talento de Miguel A. Zapata, capaz de levantar esta proeza hecha de elementos heterogéneos amalgamados a la perfección entre sus nutridas páginas (los despachos, el subsuelo, la cosmética programática, la naturaleza de los símbolos y del lenguaje), capaz de demostrar literalmente la sugestiva pintada que aparece en un baño de profesores: ‘Nadie te ha robado la libertad si no notas su pérdida’.



lunes, 10 de junio de 2024

Relato en en monográfico sobre faros de la revista Litoral

Feliz por esta contribución al último número de la revista Litoral, un espléndido monográfico sobre los faros. Y además haciendo compañía a Carlos Edmundo de Ory, al que en su momento tuve el honor de otorgar el II Premio Internacional A. F. Molina al Espíritu Patafísico. Os dejo con mi viejo relato (lo escribí hace casi cuarenta años).







BIOMÓRFICO CANAL TRECE


    El farero se pasó los dedos por los labios: necesitaba un trago. Se sirvió ginebra rebajada con agua y volvió a echarse lánguidamente en la mecedora, frente al televisor encendido. Había permanecido así casi toda la noche, como todas las noches anteriores desde que se hizo cargo del puesto, las pupilas inmóviles, fijas, plegadas en su cautiverio de anodinos programas y pésimo cine, pugnando por evitar los insoportables clavos con que la monotonía remachaba insistente sus horas. El último farero, flemático y experimentado noctámbulo, le previno que nunca desconectara el aparato y, aunque el no desoyó el consejo, optaba simultáneamente por otras acciones para contener esa soledad infinita que se filtraba a través de cada poro: seguir el acrobático vuelo de una mosca, fumar hasta desbordar el cenicero, acodarse en el frío de la barandilla exterior y pensar en Irene o contemplar la líquida desolación que se extiende hasta la línea del continente africano, mar velado esta noche por una gélida y profunda niebla y escarpado por un violento oleaje. Hacía meses que el farero no veía a Irene, ni sabía nada de ella. Le asaltó una idea subyugadora. Se acercó a la mesa, abrió el cajón donde guardaba los prismáticos, la brújula, los Alka-Seltzer y los cigarrillos, y arrancó tres hojas en blanco del cuaderno de notas en que consignaba la memoria semanal: le escribiría una carta. Distraídamente, con el aire decidido que le procuraba su nueva y salvadora ocupación -aunque sintiendo de forma vaga la profanación de una costumbre, la violación de una regla no escrita-, el farero apagó el televisor, desconectó el cuadrado azul y electrificado del televisor, del Ojo Único, de la Luz Que Guía En La Oscuridad.

    Esa noche, desamparados y ciegos en mitad de la niebla marina, después de hacer crujir sus cascos en inútiles virajes, los barcos se estrellaron contra los furiosos rompientes de la costa, y las borboteantes esquirlas de espuma no hallaron entre las olas el tembloroso destello con el que siempre jugaban.