He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

miércoles, 21 de septiembre de 2022

Reseña de "Devoraluces" por Inma Gutiérrez López

Es la marca de una persona verdaderamente educada saber qué no leer. Por fortuna, Inma Gutiérrez desoyó el célebre pensamiento de Ezra Taft Benson y, con el generoso y a la vez riguroso fervor literario del que siempre hace gala, escribió este maravilloso documento sobre su lectura de “Devoraluces”.



DEVORALUCES, POR INMA GUTIÉRREZ LÓPEZ


“Es ‘Devoraluces’ un objeto precioso, un libro cuidadosamente editado que anticipa, desde el tacto de sus hojas y la belleza de la sobrecubierta y la cubierta, el placer de su lectura. Placer, en mi caso, largamente demorado no tanto por las circunstancias del tiempo y de mi oficio, como por la necesidad de disponer de mis cinco sentidos para adentrarme en sus luminosos recovecos sin sobresaltos ni interrupciones. 

Mucho se ha escrito ya de este joyero de palabras y no me creo capaz de añadir nada diferente a lo que el propio autor y sus hermeneutas, incluida la propia Marina Tapia, han escrito antes que yo. Es ‘Devoraluces’ un libro que es muchos libros. Y no solo por las historias que entreteje.

¿Quién o qué es el ‘Devoraluces’ (¿o es un devoraluces?: el sustantivo huérfano del título, no nos permite aventurar si se trata de una criatura con nombre propio o de un concepto ignorado)? Su autor promete la salida de la sombra, la victoria sobre la atracción que el misterio ejerce sobre nosotros, el agotamiento de la fuerza centrípeta que nos hace girar en torno al vacío. Y, sin embargo… ¿qué queda si se devora la luz? No es Blake tampoco un pintor luminoso: la conciencia religiosa está demasiado presente en su obra como para que el aire en sus pinturas y las criaturas que lo pueblan sean definitivamente brillantes. 

‘Aún así’, dice Van Gogh, ‘A veces’, aventura Kafka ...Y faltan, y los pide Marina Tapia, ‘corpúsculos de luz,/ racimos de color en la desdicha/ nobleza de cristal en la mirada’, todo ello en alguna de las bellísimas citas que Ángel ha espigado (le robo el concepto que él utiliza en redes para hablar de sus siempre interesantes calas de algunos de los libros que va leyendo) para sus  lectores y que jalonan la entrada a ese mundo presuntamente luminoso. Me permito ir comentando cada uno de los textos que arman este artefacto, sin llegar a demostrar lo que arriba apunto.

¿Qué sonrisas no pintará en nuestra cara de adultos, a menudo desencantados, un relato que incluye los verbos piruetear, culebrear, pajarear, policromar? ‘Las luciérnagas’ es el primer texto y, sin embargo, bien podría cerrar el libro, si no fuera por la apuesta del autor por esa esperanza luminosa que va mucho más allá de los recuerdos de la infancia: ‘el fuego de la soledad, la amargura y la saña no han conseguido evaporar el fresco misterio de aquellas luminarias en las remotas noches de verano.’

‘Hajdú’ sueña tan lúcido que recuerda los nombres remotos de lugares como La Alquibla o Cenascuras (que hubiera sido mucho más poético con una ‘o’ intercalada), pero se tropieza con la propiedad cuando desea compartir la palabra (¿por qué aquí la palabra?¿hablamos en los sueños?) y sabe frustrado su anhelo cuando descubre que precisamente el sueño definitivo, ¡ay!, no es suyo.

La historia de Matteo Uccellino, también cuaja en el fulgor de su título y en el regalo de palabras como pipirigallo, cascabeleo, algarabía. Pero se detiene en un final que no lo es: esperamos un desenlace como el de ‘Las Ménades’ de Cortázar, un final como el de Jean Baptiste Grenouille en la obra de Patrik Süskind. Parece que el fogonazo de un flash de magnesio hubiera detenido la escena justo antes de la catástrofe. Hay una grieta en todo, así es como entra la luz, decía Cohen. Quizás hay una grieta en todo y así es como entra la oscuridad.

 ‘La Rosa de los Vientos’ es una de las razones que permiten hablar de ‘Devoraluces’ como de un libro de libros, un homenaje a las lecturas que nos han hecho amar las palabras y la aventura. Es un pequeño y vanidoso placer más saberse capaz de recuperar las historias a donde nos llevan las peripecias de ese Ulises que vive una nueva odisea con los protagonistas de ‘La isla misteriosa’, ‘Moby Dick’, ‘Por el camino de Swann’, ‘Canción de Navidad’, ‘Bajo el volcán’, ‘Quo vadis?’,’La Cartuja de Parma’, ‘Peter Pan’, ‘Alicia en el País de las Maravillas’, ‘El retrato de Dorian Gray’, ‘Las aventuras de de Huckleberry Finn’, ‘Madame Bovary’, ‘El tambor de hojalata’, no sé qué aventura de Sherlock Holmes, ‘El gatopardo’, ‘Los tres mosqueteros’, ‘Lázaro de Tormes’, ‘Don Quijote’, ‘El biombo del infierno’, ‘Hamlet’… En un dieciséis de junio. 

En ‘Pelikan’, la esperanza es azul. Si para otro poeta el azul era ‘el color del ensueño, el color del arte, un color helénico y homérico, un color oceánico y firmamental’, para el narrador de su propio milagro el color que menos pesa “se escapa alegremente por los agujeros de los zapatos” de la muerte. Si pronunciamos en voz alta las palabras que aliteran cuando el protagonista descubre que va a vivir (teñir, sabañones, tiña, araña, roña, saña) nos sale la burla (ñeñeñeñe) con la que consigue escapar de la muerte en el lugar donde comienza el azul. 

‘Villa Diodati’ es otro secreter en el que guardar y redescubrir historias: las  que rodearon un momento único, siempre sugerente y diversamente recreado de la historia de la literatura. La casa que vio nacer al monstruo que perseguiría a su padre se enamora del poeta sufriente de perfil angélico y agradece a sus moradores haberla hecho temblar y vivir.

‘La ilusión del horizonte’ es un perfecto artefacto lingüístico al servicio de una historia, de nuevo, no tan luminosa a pesar de la cegadora luz fluorescente que indica el final del viaje. 

‘Okitsu’, el tradicional tributo olgosiano al cuento japonés, es un canto a la palabra creadora. Hay algo de ‘Big Fish’, la película de Tim Burton, en esta historia de un fabulador sin cuento y de su hijo desengañado, como todos los hijos. El jardinero descubre que el silencio es más elocuente que la palabra y su padre, el carretero, vuelve en el jardín para seguir contando historias.

Y, de nuevo, la palabra tejiendo ficciones y criando sentimientos en el inesperado giro a la historia de Scherezade. 

El artilugio sobre el que versa ‘El calendario quimérico de lo que podría haber sido’ se nombra como la biblia nombra al aliento de vida o a la persona. El néfesh, ese instrumento borgeano nos ubica ante la vertiginosa certeza de que toda persona contiene en sí misma el conjunto infinito de sus posibles vidas, de que cada elección o mínimo azar cercena infinitas posibilidades y se abre a ramificaciones también sinnúmero. Magnífica la explicación con los fractales, absorbente el inicio del relato y excelente su casi final (la  última oración, casi cabalística, desconcierta).

‘Medio real’ es uno de esos mecanismos de relojería a los que Olgoso nos tiene acostumbrados. Imposible no sonreír tan bondadosamente como el, al fin, afortunado paseante de la Alcaná y dar gracias porque sus pasos lo condujeran a la puerta del sedero de la calle Cordonerías justo en el momento en que Estebanillo llegaba.

‘Émula de la llama’ es un libro independiente que, por razones no sé si inexplicadas, se incluye (¿se diluye?) en el ente ‘Devoraluces’ explicando el cambio de signo de las criaturas olgosianas sí, pero perdiendo, quizás parte de su sentido. Unánimemente ensalzado su carácter de canto al amor y al sexo, extraña por momentos lo inmediato de lo contado en un maestro en la alquimia de lo real, en alguien tan exquisito en la transustanciación de lo existente en literatura. Como otro libro que es, quizás debiera dejarlo fuera de este comentario. 

‘Odres nuevos’ es una suerte de historia bíblica, carnalmente esperanzada, que tiene un algo de vanitas tras la celebración del sexo y de los pechos de Marina.

La Coda, esa maravillosa ‘Nomenclatura Borghini para los dedos de los pies’, es mucho más que una coda. Sobradamente merecería también ser un libro independiente esta espléndida indagación en las posibilidades de una ficción no necesariamente narrativa. Una verdadera delicia para paladear despacio, uno y mil hallazgos en la que el autor se aventura ya por el territorio que parece querer explorar en adelante. Bienvenido sea ese deambular por las palabras y las sugerencias”.

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