He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 8 de septiembre de 2019

GRANADA EN EL AÑO 2039 (1ª entrega)


¿Por qué escribir únicamente sobre el pasado de Granada? ¿Puede una ciudad cargada de historia llevarnos también hacia un universo futurista ? En 1991 Ángel Olgoso desafió esta tradición y compuso un minucioso divertimento sobre este tema, avanzando cincuenta años con la imaginación. Ángel subtituló "Sinopsis algo detallada" esta Ordenación patafísica, heterodoxa y multidisciplinar de Granada en el año 2039. El humor irónico o corrosivo, la sensorialidad del lenguaje y la imaginativa proyección del presente, hacen de este texto (publicado en 1999 por la editorial Comares) una delicia imprescindible para los amantes de la literatura y los curiosos de este hermoso e histórico espacio andaluz.




PREÁMBULO


"Todo es literalmente posible y sucede en algún lugar de la corriente del tiempo y de la infinita gama de universos paralelos".
(VV.AA)



"¡Señor! ¡En qué época me has hecho nacer!".
(San Policarpo, obispo de Esmirna martirizado a los noventa y cinco años)



"Todos estábamos en el mismo barco de un futuro disminuido".
(Anthony Burgess)



"Es estúpido afanarse en fruslerías 
y ridículo dedicarse a bagatelas intrincadas”.
(Marcial)



"¿La solución? No hay solución. Lo decía por decir".
(Boris Vian)





ÁMBULO I 

(Entorno) 




1.- CLIMA Y OROGRAFÍA. 

Anaxágoras, como todos recordarán, quizá por odio a lo banal y a lo común, sostenía con tozudez que la nieve es negra. Nosotros también podemos afirmar sin temor que el verano que pesa insidiosamente sobre el lugar (con temperaturas nocturnas de 40º y diurnas de 60º) responde al hecho, objetivo y constatado, de que la provincia de Granada es, en efecto, un desierto, un lugar reducido a polvo carmelitano. El rigor implacable de un sol eternamente vertical, las vibraciones del aire haciendo llamear su oro blanco, los surtidores de arena, las espirales de molibdeno batiendo sin cesar las irisadas ondulaciones de las dunas de canela hablan bien a las claras de la madre naturaleza, en su clemencia, y de nuestros antepasados, en su estupidez. La supervivencia sobre la ardiente tierra parda es exclusiva del saposol y de los grillos-espejo. En cuanto a la escasa vegetación, ésta se reduce por lo general a unas franjas insignificantes, meramente recordatorias, en la Costa y en esos diminutos oasis de la Ciudad Periférica de la Vega, donde pueden contemplarse aún vivos hologramas de chopos lombardos, palmitos, azufaifos y pinos carrasco. 

Como es bien sabido, una vez que el proceso irreversible hubo afectado a las finanzas de las fuerzas vivas y de los prohombres granadinos, se pusieron éstos de hoz y coz bajo la invocación de san Expedito, patrón de los casos urgentes, que los instó a convocar al espíritu del Duque de san Pedro de Galatino quien, a su vez y según su costumbre, halló una solución bastante simple y a gran escala del problema: el Parasol Metropolitano. 

Fabricado a partir de materiales poliméricos importados, con una altura media de treinta metros y adaptado uniformemente a los desniveles, se extiende mediante un trazado a tiralíneas desde el Llano de la Perdiz hasta distintos puntos en La Zubia, el Suspiro del Moro, Láchar, Moclín, Alfacar y, de nuevo, el Llano de la Perdiz. Azul marengo en principio (en un irrisorio intento de los gobernantes para convencerse de que, si se miraba hacia arriba, se veía el cielo) y hoy sucio y descolorido a excepción de los grafitis, el Parasol cuenta con las pertinentes rejillas de ventilación -como escotillones de una jaima gigante- y con unos graciosos toldos caedizos en sus bordes, en el mismo límite donde desaparece brutalmente la sombra. Para decirlo todo, el Parasol es el antiguo espacio común de la aldea; es decididamente, el placître bretón, el green inglés, el brink westfaliano, el coudert del Macizo Central (notad el evidente sentido de la oportunidad y la coquetería de mi memoria de marsopa). 

La población del resto de la provincia, merced a una ágil coordinación militar que se descoordinaba en progresión geométrica, abandonó sus pueblos en el desierto, sus plantaciones de chicle, sus silos de goma arábiga, y, cantando para que hiciese más bonito, con los aperos de labranza de plexiglás al hombro y algo chamuscados el cabello y la piel, se cobijó por entero bajo el Parasol Metropolitano reclamando frescura; y así fue cómo -combatida la suffocatio ambiental-, a través del alcantarillado de ProtoGranada y de los Ejes Terminales de la Ciudad Periférica de la Vega comenzaron a oírse, horrísonos primero, conmovedores después, primitivos acentos rústicos, gluglús de aguardiente añejo de alpechín y fulminantes chasquidos de dominó. 




2.- LUZ. 

Alguien prendió fuego a Troya, Alejandro a Persépolis, Nerón a Roma, un panadero a Londres, John Mytton a su camisón de dormir para espantar el hipo, y el sol incendió Granada y le prestó esa coloración cálida, ese sfumatto, esas tonalidades vivaces y cambiantes, esas volutas de mercurio y confitura, ese resplandor noble y sensual de paja antigua que enjoya con sus insólitas filigranas, con sus hilos de azúcar y orín, en un llamativo serpenteo vermicular, los distintos espacios de la ciudad: verde emperador en el Albayzín, verde mirto en la Torre de los Siete Suelos, naranja en el Campo del Príncipe, amarillo nankín en el burdel "El Descanso del Buen Pastor”, rosa y púrpura intenso en el santuario de la Huerta de San Vicente... Metamorfosis sensoriales dilatadas, levísimos cambios, como de puntillas, en las bruñidas e irreales esencias de esa luz de universal fama. Pero no es el sol, después de todo, quien ilumina Granada. Se trata, en realidad, de un simple alumbrado artificial solenoide mediante corrientes inducidas y agujas de rutilo.


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