He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 28 de julio de 2019

Ángel Olgoso, epistológrafo


Tengo el gusto de publicar este documento inédito, un trabajo de Manuel Moyano escrito especialmente para un libro proyectado por el editor Paolo Remorini que iba a formar parte -en 2016- de un homenaje sorpresa a Ángel Olgoso: Olgosiana. Actas del Congreso que nunca se celebró y una miscelánea. Ángel se enteró antes de tiempo y logró desbaratar tan generosa y disparatada iniciativa. Pero, afortunadamente, quedan los textos de muchos amigos como testigos de aquellas muestras de cariño que aún no habían visto la luz.




Durante la presentación de "El imperio de Yegorov": Carlos Almira, Marina Tapia, Ángel Olgoso, Manuel Moyano, Carlos de la Fé y Miguel Arnas


ÁNGEL OLGOSO, EPISTOLÓGRAFO 


Manuel Moyano 


Los hitos que marcan la gran historia de la literatura suelen estar constituidos por novelas, poemas y obras dramáticas: ése el tipo de libros que aparecen citados en las enciclopedias o inscritos en el mármol. Sin embargo, existen otros géneros, presuntamente menores, que constituirían algo así como la “cara be” de la literatura: hablo de los diarios, los dietarios, las recopilaciones de entrevistas, los cuadernos de notas, las cartas. Particularmente, esta literatura secundaria me fascina; la ficción siempre tiene un componente de artificialidad, pero en los diarios o en las cartas los autores se muestran, sino en toda su desnudez, al menos sí con mayor sinceridad. Quizá el interés por estos géneros tenga algo que ver con el chisme, pero reconozco haber leído con una pasión que raramente he sentido ante la ficción la correspondencia entre Kerouac y Ginsberg, entre Vincent y Theo Van Gogh, entre Lorca y Dalí, así como las cartas a diversos destinatarios escritas por Flaubert, Borges, Bukowski, Vallejo… Cuando visité a Ana María Matute en su casa de Barcelona me dijo que conservaba unas cartas largas y “preciosas” de Cortázar: desde entonces estoy deseando que alguien las publique para poder leerlas. 

En 2007 supe por primera vez de la existencia de un escritor llamado Ángel Olgoso. Deslumbrado por la lectura de su libro de relatos Los demonios del lugar, conseguí averiguar su dirección de correo electrónico y el 16 de octubre de 2007 le envié un mensaje dándole la enhorabuena. No sabía que en ese momento se estaba iniciando una obra literaria a dos manos, parecida (salvando las distancias) a las que tanto me gustaba leer. Lo habitual hubiera sido que Ángel se limitara a agradecerme la felicitación y que ahí hubiese terminado todo. Pero inmediatamente percibimos una serie de afinidades tanto literarias como personales (si es que ambas cosas son separables) entre las que se encontraban el gusto por lo fantástico, la tendencia a las formas narrativas breves y cierta proclividad a la misantropía. Ya en su primera carta, Ángel escribió: “Me siento como si acabara de descubrir que tengo un hermano gemelo desconocido”. 

Antes de la presentación de "Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual": Irene Jiménez, Miguel Ángel Muñoz, Manuel Moyano y Ángel Olgoso

Ignoro el número de correos que hemos intercambiado desde entonces, pero sí sé que, agrupados en un volumen, ocupan cerca de quinientas páginas. Ciertamente, las nuevas tecnologías han favorecido al género epistolar: ya no es necesario ensobrar la carta, comprar un sello e ir al buzón más cercano a echarla; ahora basta con apretar una tecla y el texto ya está en manos del destinatario. Se sabe que Howard Philips Lovecraft escribió más de 100.000 cartas; de vivir en la actualidad, es difícil imaginar cuántos correos electrónicos habría escrito. Ángel Olgoso no es Lovecraft, pero una vez (hace ya cuatro años) me confesó que tenía cuidadosamente archivados 5.000 folios de correspondencia. A saber cuántos habrá acumulado hasta hoy. 

No soy, por tanto, el único corresponsal de Ángel Olgoso, pero quiero creer que sí uno de los más asiduos, intensos y constantes. Los ocho años de correspondencia que hemos mantenido por el momento son a la vez biografía paralela de ambos, intercambio de pareceres y cuitas literarias, y reflejo involuntario de una época. Sin ningún afán de sistematización, voy a ofrecer a continuación algunas muestras de la literatura epistolar de Ángel Olgoso, empezando por lo que me escribió acerca del género fantástico el 23 de octubre de 2007:

"España nunca ha sido muy proclive a lo fantástico (¿el clima, la historia, la genética?, yo mismo desciendo de los gallegos que repoblaron la Alpujarra y siempre me he sentido más celta que nazarí, y no sólo físicamente), aunque siempre hay excepciones para todo, recogidas en este caso en la Antología española de la literatura fantástica. Tras las maravillosas islas de Cunqueiro y Perucho, las esporádicas pinceladas de Alfonso Sastre y Gonzalo Suárez, tras los interesantes Merino, Pedraza y Latorre, me temo que nos corresponde el honor de mantener encendido el candil de las historias extraordinarias contra viento y marea. Courage!"


El 12 de noviembre del mismo año, a raíz de que había elogiado los títulos de sus relatos, me escribió lo siguiente: 

"Gracias por tus cumplidos hacia mi titulitis. Disfruto mucho con esa parte del trabajo, en los primeros tiempos eran mucho más largos, extravagantes y estrambóticos, ya me voy moderando, aunque siempre queda algo de la marca de la casa. Intento que el título enriquezca al relato y no sea una mera repetición, que el lector deba buscar conexiones entre ambos; naturalmente, en muchas ocasiones esa conexión que para mí es evidente a los demás les parece traída por los pelos. Pero es que son ya cuatrocientos títulos de cuatrocientos relatos. Incluso llegué a fantasear con la idea de no escribir relatos y legar únicamente una extensa relación de títulos: ¿para qué escribirlos si ya tienes la historia en la cabeza y crees que con el título es suficiente? El colmo de la pereza. Tengo carpetas llenas de ellos, títulos que me temo nunca utilizaré. A algunos escritores amigos y a otros por persona interpuesta, les he seleccionado un buen número para que escogieran".


Sobre el proceso creativo, he aquí unas palabras del 5 de diciembre de 2008: 


"Respecto a mis nuevos relatos, lo malo es la comprobación de lo entumecido que estoy, de lo doloroso que vuelve a ser poner una palabra tras otra y del triste resultado general. La palabra homúnculo sería una buena descripción de estos primeros relatos. Espero ir desentumeciéndome con el tiempo. He logrado pergeñar cuatro, más dos recalentados de proyectos anteriores y uno más complicado –del cual estoy ultimando la documentación– que sospecho me llevará mucho tiempo concluir. Gajes del oficio del escritor-tortuga-que-no-encuentra-la-palabra".


En otro orden de cosas, Ángel Olgoso podría ser calificado de viajero estático, pero en 2014 emprendió en solitario la aventura que narra en este correo del 15 de agosto: 


"En cuanto al Camino de Santiago, qué puedo decir sino que he cumplido en solitario un sueño largamente acariciado. Sólo han sido los 110 kilómetros desde Sarria a Santiago, más un día extra en Fisterra, pero una vez solventados los dolores en las rodillas durante el segundo tramo, la experiencia ha resultado gozosa (a pesar de la peculiar idiosincrasia gallega) y los paisajes gloriosos, mágicos, de ensueño. Por no hablar de la gastronomía, de la arquitectura y de la variedad de situaciones climatológicas".


Otro de los aspectos que caracteriza a Olgoso es su concienciación política, como refleja este correo del 6 de junio de 2012: 


"Hace más de un año que estoy recopilando todo tipo de documentación sobre la deriva abyecta a la que unos pocos zánganos desalmados nos han abocado, destrozando de paso la vida y el futuro de millones de personas, empecinados en la creación, con descarada alevosía, de un nuevo tercer mundo europeo... Si, llegado el caso, no tuviera ya nada que perder personalmente, pensaría en escribir una especie de Yo acuso, intentaría publicarlo en medios de comunicación y me arriesgaría, incluso, a ser encarcelado por apología del terrorismo, única forma de defenderse del suyo […]. Ya está bien la broma, hay que revolverse contra los nuevos esclavistas y hacerlo en serio y cuanto antes. Orinan sobre nosotros y nos dicen que llueve. Nos tienen secuestrados con su avaricia, con su desprecio, con su amoralidad, con su ineptitud, y nadie va a salvarnos sino nosotros mismos". 

Tras la presentación de "Siglo XXI. Los nuevos nombres del cuento español actual"


Por último, añadiré su relato de tres encuentros con renombrados escritores: Felipe Benítez Reyes (11 de junio de 2008), Enrique Vila-Matas (20 de enero de 2011) y Félix Grande (2 de marzo de 2014). Estos tres relatos dan muestra de varios aspectos que caracterizan la personalidad de Ángel Olgoso: su prudente modestia, su elegante timidez y su sublime ironía.

"Hace entre quince y veinte años, más o menos, en una Feria del Libro de Granada, tras firmarme Benítez Reyes uno de sus libros, le endosé alguno mío. El caso es que semanas después recibí una carta suya en la que alababa mis relatillos pero, al mismo tiempo, me instaba a abandonar el género si quería seguir publicando. Recuerdo sobre todo su convencimiento de que era facilísimo hilar una serie de relatos independientes para transformarlos en novela, hasta me puso algún ejemplo. Al menos fue amable con ese insólito gesto de escribirle a un desconocido, el único (junto con Vila-Matas) que se ha tomado la molestia. Incluso quiso invitarme a tomar una cerveza tras las firmas junto con otros amigos suyos. Por supuesto, decliné la oferta apabullado y aterrorizado, no sé si por su ya creciente prestigio o por la naturalidad con que llevaba esa elegante imagen de dandi sureño, cernudiano diría yo".

"Hace una década que Vila-Matas me escribió algunas postales (le había mandado Granada año 2039, creo) en las que me comentaba que estaba en la infinita tarea de leerlo, y que le había gustado especialmente El pisapapeles; correspondencia que se interrumpió porque, por pudor, no me atreví a insistirle. Luego lo conocí en persona hace un par de años en la Huerta de San Vicente: le llevé Los demonios del lugar y Miguel Ángel Arcas aprovechó para darle un ejemplar de Astrolabio, tan calentito que yo mismo no había visto aún ese libro. Jesús Ortega nos sacó algunas fotos juntos –además de la que va en la solapa de Los líquenes del sueño–. Se produjo incluso una situación vilamatasiana: dejó los ejemplares en la tiendecilla/puesto de información de la Huerta y cuando fuimos a recogerlos estaba cerrado, por lo que nos pasamos un rato preguntando y buscando a alguien que nos abriera la puerta para recuperar los ejemplares, conmigo completamente abochornado. Desde entonces no he vuelto a saber nada de él, ni sé si habrá leído algunos de aquellos dos libros, esmeradamente dedicados. Quizá no le gustó que le hiciera hincapié en el relato La primera muerte de Kafka, aun estando seguro de que le interesaría. Quizá me pasé con la dedicatoria".

"Has descrito a la perfección a Félix Grande, venerable rapsoda y patricio. Lo conocí en un pueblecito de Extremadura, Montánchez, cuando estuvo de jurado en el certamen que premió mi relatillo Nalgfar. Allí sucedió algo que no puedo evitar recordar cada vez que sale a colación su nombre: estábamos en la calle, hablando en corrillo con él antes del acto de entrega de premios, y de pronto, al comenzar a dirigirnos al local en cuestión, Félix volvió la cabeza a un lado e impulsándola hacia arriba, escupió en el aire el chicle que había estado mascando a una distancia increíble y con un sonido tan breve, tan seco y tan peculiar –entre la percusión y el silbido– que aún reverbera en mis oídos. De nada sirvió, en su intervención acerca del flamenco y Antonio Machado, la seda de su voz ni esas largas pausas dramáticas que señalas, no podía zafarme de la perturbadora escena que había presenciado y del contraste abismal con su delicada prestancia, con su distinción casi mitológica en el estrado".

"Los cuatro fantásticos": J. J. Muñoz Rengel Ángel Olgoso, Manuel Moyano y Miguel Ángel Muñoz

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