He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

martes, 24 de mayo de 2022

Mesa redonda Premio Andalucía de la Crítica

En el marco de la Feria del Libro de Granada, se celebró una mesa redonda entre los galardonados del Premio Andalucía de la Crítica (modalidades de novela y relato) para celebrar el premio a Miguel A. Zapata por “Nos tragará el silencio” y a Ángel Olgoso por “Devoraluces”. Intervino como moderador Francisco Morales Lomas, presidente honorífico de la Asociación de Escritores y Críticos Literarios de Andalucía. Y fue el primer acto presidido por la nueva presidenta de la Asociación, Remedios Sánchez. Comparto el cuentito alusivo que leí durante la conversación.



    “Érase una vez, hace mucho, mucho tiempo (concretamente 20 años), en un lugar muy, muy lejano (concretamente Granada), que se celebró un encuentro literario, y en él coincidieron cuatro amigos, Miguel Ángel Muñoz, Manuel Moyano, Juan Jacinto Muñoz Rengel y Ángel Olgoso. Todos vivían en el mundo de los cuentos, un mundo manejero, a escala humana, donde las casas y las cosas eran diminutas, donde todos cultivaban su pequeño jardín y compartían fraternalmente sus minúsculos pero sabrosos frutos. Estos cuatro amigos decidieron que aquella reunión cultural era la ocasión propicia para formar un grupo, “los cuatro fantásticos”, pues todos sembraban relatos imaginativos en su parcelita. El tal Olgoso propuso que, ya que los tres mosqueteros eran cuatro, los cuatro fantásticos fueran cinco, y que se incluyera a Miguel A. Zapata que, en ese momento, ya estaba trabajando en Madrid. Fue tal la efervescencia de los cuatro amigos en aquel encuentro que sintieron la pulsión de crear una especie de club de cuentistas, incluso una generación, y hasta se debatió sobre qué muro deberían orinar para emular a los integrantes de la Generación del 27, que miccionaron en su momento contra las tapias de la Real Academia de la Lengua. Aunque aquella propuesta quedó finalmente en agua de borrajas, existe una imagen fundacional, un daguerrotipo de los cuatro amigos en el patio de entrada de la Casa de los Tiros: cada uno enlaza al otro pasando su brazo sobre el hombro del que está al lado, a excepción de Miguel Ángel Muñoz, que situó su brazo detrás de la columna que tenían a su espalda y, por la perspectiva, parece que le está tocando el culo a Manuel Moyano. 
    Pasó y pasó el tiempo y, poco a poco, “los cinco fantásticos” menos el tal Olgoso fueron poseídos paulatinamente por el espíritu de Juan Sin Miedo y dieron en internarse en el vasto mundo de las novelas, un mundo desaforado, de largas distancias, donde las casas y las cosas eran voluminosas, ciclópeas, donde se podían cobrar piezas enormes y alcanzar -si se disponía de un tesón implacable- ciertos reconocimientos. Y así sucedió, en mayor o menor medida, con cada uno de ellos, y el tal Olgoso se fue quedando solo en el mundo de los cuentos, y no parecía sino el último mohicano. Sin embargo, los otros cuatro amigos regresaban de vez en cuando, brevemente, como de visita, recordando los viejos tiempos, y recogían en el huerto alguna historia de los collejos bancales de relatos. Y aunque el tal Olgoso -que, como todo hombre de letras que se respete, era perfectamente susceptible a la envidia literaria- los miraba con ojos admirados, como si se tratara de héroes homéricos, sobre todo añoraba aquellos días en que los cinco amigos se resistían a la realidad, no les interesaba la calderilla de lo cotidiano y escribían narraciones que el lector habría de recordar como sueños. Pero, por lo general, en el transcurso de los años los cinco amigos fueron felices y comieron perdices, algunas de ellas de abolengo, como la nutritiva variedad avícola llamada ‘premio Andalucía de la crítica’. Y, colorín colorado, espero que este cuento no se haya acabado y que la eternidad les reserve a todos los humanos un rinconcito al amor de la lumbre donde puedan seguir escuchándolos”.








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