He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 25 de abril de 2021

Reseña de 'Devoraluces' por Miguel Arnas

Sabrosa reseña de Devoraluces a cargo del querido amigo Miguel Arnas Coronado en las páginas del diario Ideal.







DEL PLACER

Miguel Arnas Coronado


Este es libro para saborear. Y no es de cocina. No se prodiga Olgoso, que es comedido publicando, con sus cuentarios, pues al igual que hay poemarios, él construye cuentarios. La unidad de esas narraciones es característica y marca de la casa. Marca que consistía, hasta ahora, en la fantasía, la condensación y un horror suave, un ensueño inusual. Varía imperceptiblemente esa marca y conservando las dos primeras características, sustituye la última por una adoración de la alegría y una belleza esplendente. Con todo, ya en algunos cuentos de Breviario negro o de Las frutas de la luna, inició un camino que aquí desemboca.

En cuanto al estilo, indudablemente poético. Las metáforas, la elección del lenguaje, los adjetivos. La sorpresa de cada imagen, porque ese es el secreto: hay un ritmo poético, sí, pero no es exactamente el de la prosodia, que también, sino el de las mismas imágenes, que se presentan ante el lector como uno de esos platos de los que se dice que hacen explotar el sabor en el paladar. Imágenes. Colores. El tema de los cuentos, si bien lo tienen, es lo de menos: son las palabras, las figuras e ilustraciones que se nos presentan como los cuadros de un museo donde todo estuviera mezclado al tiempo que en riguroso orden. No se barrunte dificultad en la lectura: el placer no tiene porqué ir unido al obstáculo. Y luego, sus invariables enumeraciones, listas que son letanías laicas, de adoración al mundo y a las palabras, allí donde más se siente ese ritmo que “seduce y enamora”.

“Años después aprendí que el silencio es más elocuente que el sonido”, dice en el cuento Okitsu. Y Olgoso siempre ha defendido aquello de que mejor son quintaesencias que fárragos. Son 14 los cuentos que integran este libro intenso y embriagador, el último integrado en una coda, que la RAE define como versos añadidos al final, aunque yo prefiero el significado musical: “adición brillante al periodo final de una pieza de música”.

Desde el hombre alegre que atrae a multitudes, pasando por el erotismo más desaforado y confesión de amor que de tan ardiente, hace ascuas el papel, hasta la infancia rozando ya la adolescencia, con la inversa de Scherezade y Schariar o el hallazgo, por un hidalguillo maduro y desilusionado, de un manuscrito firmado por Cide Hamete Benengeli, acabando con la metaliteratura, o reflexión sobre la misma literatura, siempre en un tono poético y nada técnico, plasmada en un buen número de títulos, sin cuento que los siga. Esos son algunos de los asuntos.

No solo este libro, sino todo Olgoso: perdérselo es como tener a mano a Paul Newman o Rita Hayworth en sus buenos tiempos, y preferir pasar la noche emborrachándose.

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