Tuve el privilegio de presentar el libro Nocturnario. 101 imágenes y 101 escrituras en la Casa de América de Madrid, acompañando a los coordinadores del mismo, Ángel Olgoso y José María Merino, así como a Rosa Montero y a Andrés Ibáñez. Aquí os dejo con las palabras que escribí para la ocasión sobre este volumen tan especial, un libro colectivo y solidario, donde los textos de un centenar de escritores españoles e hispanoamericanos ilustran las fantásticas imágenes creadas por Ángel. Podéis acceder a todos los collages en el apartado correspondiente de este blog.
INVITACIÓN PARA ENTRAR EN LA
OBRA PLÁSTICA DE ÁNGEL OLGOSO
He tenido la suerte de crecer en una familia de pintores y poetas; he contemplado, en mi padre y en mi madre, esa ansia de encontrar un lenguaje propio, un estilo; los he visto inmersos en el trance de la creación, en ese dialogar íntimo con un cuadro, con una hoja en blanco, o deambular por los pasillos de la casa de Valparaíso abstraídos buscando una idea para completar la nueva serie de pinturas que realizaban, como hipnotizados, hablando solos, leyendo en voz alta, haciendo bocetos en el aire. He sido testigo y partícipe de la celebración, del espíritu de fiesta que llenaba el hogar cuando mi padre daba por terminado un poema y lo compartía con nosotros, o la alegría contagiosa que transmitía mi madre al buscar, por todos los rincones del taller, plásticos, tuercas, objetos en desuso para realizar sus “matéricos”. Por eso me es familiar esa forma con la que Ángel navega entre lenguajes. Le imagino deslumbrado en el proceso de crear, haciendo acopio de material, recortando, pensando, probando combinaciones, trabajando en sus collages con entrega, paciencia y pasión, con la actitud seria –pero a la vez ligera– que tiene un niño cuando juega con los elementos del mundo que descubre, actitud fundamental que posee el artista genuino. Por eso nos deslumbran, por eso es fácil dejarnos envolver con la capa traslúcida de sus visiones, porque en su obra –tanto en la plástica como en la narrativa– hay un entusiasmo febril y auténtico que el lector siente y reconoce; un mundo único poblado de historias extrañas y perspectivas perturbadoras; un cosmos sombrío pero lleno de maravillas; una formidable potencia imaginativa y una versatilidad asombrosa; una luz que traspasa, una llamada a reflexionar, a despertar, a estar atento. Después de leerle, de acercarnos a su universo, no volveremos a estar situados en el mismo punto en el que nos encontrábamos antes de tan intensa experiencia: es un autor transformador, que encamina al ojo hacia nuevas posibilidades de mirar, que invita a percibir la cotidianidad de otra manera, a atrevernos a cuestionarlo todo, a no quedarnos en la superficie. Y creo que esta capacidad solo la logra la buena literatura, el arte verdadero. Esta alquimia no es posible sin riesgo, sin compromiso; no hallaremos la sustancia que nos ofrece su obra en la literatura complaciente con las modas y gustos del momento. Las creaciones de Ángel parten de una imperiosa necesidad de contar, de fabular, de sumergir a un lector-espectador en esos parajes que se encuentran en los bordes de nuestra realidad. Su lector pasará a tener una actitud activa, será permeable a lo que lee o contempla porque, insisto, la obra de Ángel Olgoso transforma.
Él bucea en la palabra escondida tras la imagen, dota de vida, de diálogos y gestos una estampa quieta (que antes tenía una sola lectura, que ilustraba un determinado capítulo o pasaje de un libro). Sus collages son una muestra visible de que el arte puede transmutar la materia desde la cual parte, que el arte tiene múltiples vías de expresión, puentes donde se comunican las distintas disciplinas que lo conforman, donde se dan la mano para alumbrar algo único, cargado de sentido y que puede hermanar y redefinir los conceptos de belleza y verdad.
Es sus collages viaja, va de un tiempo a otro y de una esfera a otra, con sutileza realiza una perfecta integración de distintos personajes, ambientes y escenarios. Podemos degustar en ellos elementos irónicos y contestatarios, mágicos y surrealistas, costumbristas y apocalípticos, minimalistas y barrocos, poéticos y realistas, y en todos encontraremos la postura del autor, su mirada analítica que recorre la vida y la muerte, todas las épocas de la historia, todas las clases sociales, toda la humanidad.
Por eso, os invito a entrar en la mansión de su obra, en ese palacio de las imaginaciones, os emplazo a cruzar la puerta de este libro, quiero que tengáis la ventura de conocer, de transitar, de dialogar con ese mundo preñado de posibilidades, de beber el agua de los aljibes que este autor levanta en el desierto.
Cuando se ha tenido la suerte de leer todos y cada uno del más de medio millar de relatos de Ángel Olgoso, se advierte en seguida que el centenar de imágenes suyas que ilustran “Nocturnario” es otro hijo legítimo de su fecunda imaginación; otra faceta de este poeta de la narrativa, que forma parte de una obra coherente y de abrumadora belleza; otra prueba de que cuando se tienen alas para volar no importa el lugar si hay aire donde moverlas, ya sea abriéndose paso a través de la prosa repujada o de las líneas tramadas de los grabados.
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