He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 4 de marzo de 2018

Estudio de Aramundos, por Juan Herrero


Juan Herrero Cecilia, catedrático de Filología Francesa en la Universidad de Castilla-La Mancha y experto en literatura fantástica contemporánea, acaba de publicar en la revista de estudios filológicos Tonos Digital su detallado análisis sobre el relato Aramundos (Las frutas de la luna). Os dejo con un amplio extracto de este trabajo que creo sustancioso para los lectores de nuestro blog.




LA DIMENSIÓN POÉTICA Y LA ORGANIZACIÓN NARRATIVA DE ARAMUNDOS, UN CUENTO FANTÁSTICO Y VISIONARIO DE ÁNGEL OLGOSO

Juan Herrero Cecilia

Resumen
El objetivo de nuestro estudio consiste en poner de relieve la dimensión poética y la organización narrativa del cuento de Ángel Olgoso titulado «Aramundos» (2013). Este texto constituye una exploración fascinante del poder revelador y transformador de la melodía del flautín de un afilador, que consigue detener el tiempo devorador de la vida ordinaria para abrirlo al tiempo de la Armonía ideal y de la concordia entre los humanos. La fantástica fusión de los dos tiempos antagónicos será descrita y mostrada en el discurso del relato recurriendo a una serie de imágenes y figuras retóricas sorprendentes que rompen los esquemas racionales y se acercan a la estética de la poesía surrealista

Palabras clave: Olgoso. Poesía del relato fantástico. Retórica de la fantasticidad. Estética de la mostración del fenómeno fantástico.


1.Introducción. 

Ángel Olgoso es, sin duda alguna, uno de los grandes maestros del relato breve y del cuento fantástico en lengua española. Desde sus primeras publicaciones en los años de 1990, ha trabajado el estilo buscando la originalidad y la perfección. Su exploración de lo extraño, lo inquietante y lo visionario, ha alcanzado un especial poder de evocación y de fascinación. 

Su interés por el relato fantástico responde a su manera de percibir la realidad. Y su concepción de lo fantástico se acerca a lo que en la actualidad se designa con el nombre de lo fantástico posmoderno. Este concepto implica una desestabilización del concepto tradicional de «realidad», que ya no se percibe como un mundo racional o natural objetivamente estable. Según Viegnes, se puede considerar «fantástica» toda obra artística que contribuye a replantearnos nuestro concepto de la realidad, sus límites y sus reglas produciendo un efecto de desestabilización y de extrañamiento en el destinatario. 

La clasificación de los cuentos y relatos de Olgoso es una cuestión difícil de precisar, porque, como afirma Lidia Morales Benito, este escritor juega con «poéticas híbridas» y maneja con originalidad lo insólito y lo sorprendente acercándose a «diferentes acepciones de lo fantástico»: 

La calidad de la prosa, el ingenio y el arte de saber expresarlo hacen de este autor un traficante de imágenes y palabras, que cobran en los cuentos un sentido sorprendente. Así, el manejo de lo insólito que caracteriza su obra permite que el lector viaje entre las diferentes acepciones de «fantástico», entre poéticas híbridas, llegando incluso a crear puentes insospechados entre distinciones tan señaladas como controvertidas: lo neofantástico y lo maravilloso, el realismo y el absurdo, lo fantástico y lo neofantástico. 


2.La organización narrativa y poética de Aramundos como relato fantástico y visionario. 


Este relato de Ángel Olgoso es un cuento fantástico, porque perturba los esquemas naturales del mundo ordinario y nos presenta un universo propio e imaginativo, en el cual la voz del narrador explora, con un estilo poético, una dimensión atractiva y fascinante que constituye la manifestación de una realidad oculta. El extraño fenómeno adopta la forma de una misteriosa melodía que surge del flautín de caña de un enigmático afilador. El ritmo de esa melodía viene a transformar el tiempo devorador (donde reinan la descomposición, el odio y la muerte) para abrirlo al tiempo de la inocencia primordial y de la Armonía ideal entre los humanos. Se trata también de un cuento visionario cercano a lo maravilloso, porque el tiempo primordial se puede percibir mientras resuena la mágica melodía del afilador, que tiene el poder de deshacer, detener, alejar, vaciar o anular todo lo que destruye, desgasta o separa a los humanos, hasta tal punto que «los hombres han dejado de morir». Como afirma el narrador al final del relato, la percepción visionaria de ese poder transformador del tiempo ordinario constituye un anuncio y una invitación a «regresar al comienzo, cuando el mundo era nuevo y los hombres, benévolos, vivían en la inocencia y en la hospitalidad». 

En «Aramundos», el fenómeno fantástico no se ofrece al lector como una realidad misteriosa de tipo inquietante, sugerida de manera ambigua e indeterminada, sino que adopta la estética de la visibilidad y es mostrado en el texto en toda su rítmica y específica identidad por medio del discurso del narrador recurriendo al poder evocador de la descripción y a una serie de figuras retóricas en las que las imágenes empleadas instauran analogías sorprendentes fusionando isotopías. Veremos que no existe una tensión dramática entre el personaje y el extraño fenómeno al que se enfrenta, sino que el personaje, por medio de la melodía peculiar de su flauta, es el productor o el mediador del fenómeno inexplicable. Y éste fenómeno de carácter supranatural genera en la mente del lector unos efectos especiales de fascinación, porque le revela el acceso a un mundo inesperado de profunda armonía y hermandad. 

Hay que precisar, sin embargo, que el fenómeno supranatural sólo dura el breve espacio en el que Aramundos hace resonar la melodía de su flauta. Cuando la melodía termina, el fluir imparable del tiempo, que todo lo arrastra, vuelve a imponer su dominación. Ante ello, el narrador, en consonancia con el pensamiento del personaje, extraerá una lección sobre el significado del silbo de la flauta cada primavera, y sobre lo difícil que resulta que los hombres puedan responder a esa llamada, porque, «firmes en el asidero de sus hábitos, nunca han dado indicación cierta de cambio». Más allá de la palabra del narrador, el lector deberá realizar también su propia interpretación de la misteriosa historia narrada. 



3.La Organización discursiva y retórica de las fases o etapas del texto.

El texto está organizado en una serie de etapas o fases, cada una de las cuales va a ser objeto de una minuciosa labor de descripción sugerente y evocadora por medio del discurso del narrador:


3.1.El íncipit del texto y la descripción del afilador Aramundos y de su bicicleta.

El íncipit o la apertura del relato anuncia y sintetiza de una manera global el contenido temático: «Cada primavera, cuando el cuco comienza a cantar, el afilador se echa a los caminos, hace sonar su flautín de caña según costumbre y el tiempo se detiene». Luego la voz del narrador nos ofrece la expansión semántica de este anuncio global procediendo, en primer lugar, a describir con cierto detalle la identidad del personaje del afilador Aramundos, que va recorriendo los pueblos en su «vieja bicicleta». A continuación se detiene en el desarrollo del tema principal que corresponde a la minuciosa descripción del ritual del silbo de la flauta con sus fascinantes propiedades y sus desconcertantes efectos supranaturales.

El afilador es presentado al lector con su peculiar bicicleta. En ella transporta «una remellada piedra de afilar, un esmeril de grano grueso que pesa lo suyo» y que le sirve para «amolar tijeras y navajas, hoces y hachuelas». Las características y los componentes de la bicicleta presentan un aspecto de desgaste y de cierta decadencia debida al paso de los años:

«Recorre los pueblos en su vieja bicicleta de color ceniza, que fue nacarada y veloz, gastada ahora por los ventarrones y el polvo pero en la que, a veces, tiembla todavía un relumbre de estaño. Algo torcido el manillar, destensados los frenos, enfermiza la dinamo, reforzado el cuadro con una segunda barra».


Este desgaste de la «vieja bicicleta» implica una connotación de antigüedad. Su dueño la ha usado durante muchos años ejerciendo su oficio de afilador al aire libre. El nombre de «Aramundos» contiene sin duda una dimensión simbólica, porque remite a una especie de «labrador» muy especial que se dedica a «arar mundos». Como ya hemos señalado, la melodía que sale de su flauta tiene el poder de detener el tiempo y de revelar un mundo oculto de profunda armonía, que se superpone al mundo ordinario.

La cara de Aramundos adquiere rasgos muy especiales por las metáforas de tipo metonímico a las que recurre el narrador para iluminar sus características de hombre curtido por la luz del sol y marcado por el paso de los años: «La cara de Aramundos está abetunada por el sol, es una cara que viene de lejos, de años y lugares incontables, una cara de tierra seca que ya se ha bebido todo el azul frescor del cielo». Estos rasgos ofrecen una connotación de experiencia y de sabiduría. El narrador afirma más adelante que Aramundos es «flaco, curtido en las inclemencias, con la pelliza pardusca a medio abrochar como una panoja de maíz». Nos dice que «no tiene familia», que es «frugal» y que no va buscando el dinero. La descripción de su manera de recorrer el campo con plena libertad nos lleva a imaginarlo como un ser que vive en contacto con la naturaleza donde siempre encuentra un refugio, un lugar idóneo para descansar, aunque se trate de un «zanjón» o de un «nidal»:

Ni siquiera sigue siempre el camino más derecho: atraviesa los campos desde el amanecer, traspone viñas y pastizales, descansa en una raya de sombra, alagartijado, o en el bajero de un encinar, rueda por las veredas a dos luces, junto a los arroyos y las hazas y, si encuentra un zanjón o un nidal con un poco de paja, duerme en ellos despreocupado, como si se tratara de una fonda, cuando cae sobre el mundo la tizne de la noche.



3.2.La llegada a «un pueblo cualquiera» y la descripción del ritual del silbo misterioso de la melodía de la flauta. 


La historia narrada se desarrolla en un ambiente rural. Pero el narrador no precisa la región ni los pueblos concretos. Sitúa la escena principal en «un pueblo cualquiera» y, de una manera más específica «en la solanera de tierra prensada de la plaza» dejando al lector la libertad de imaginar el lugar. Antes de empezar a tocar su flauta de afilador en la plaza del pueblo, rodeado por unos niños que le observan con curiosidad «como a una aparición festiva», la dulce mirada de Aramundos adquiere una dimensión mágica y esperanzadora capaz de transformar «todas las debilidades humanas». Lo cual le confiere al personaje una connotación de fuerza espiritual, como si fuera una especie de «profeta» o de enviado divino:

«Aramundos contempla aquel merodeo de seres menudos con dulzura y, durante unos instantes, su sonrisa tiende una cuerda a lo largo de las paredes encaladas, desde la iglesia hasta el azulete de la fuente y de la morera hasta los soportales, una cuerda de la que cuelgan los lienzos que contienen toda la esperanza del afilador, su limpia comprensión de todas las debilidades humanas».

La metáfora de la «sonrisa» que tiende una «cuerda» de la que cuelgan los lienzos de la esperanza y de la comprensión, produce una fusión de isotopías (lo espiritual se funde con lo material) propias de la magia evocadora de la poesía. Pero lo más significativo de este relato viene a continuación, cuando el narrador pasa a describir el ritual del silbo de la flauta en el momento en el que el afilador, «tras afianzar la bicicleta mediante una dócil zancadilla al caballete, […] se lleva muy despacio la flauta a los labios, dejando a la concurrencia con el alma en vilo […] y comienza a tocar en el centro de la plaza». Aquí va a surgir un fenómeno fantástico que rompe los esquemas de la realidad ordinaria y adquiere una dimensión supranatural, porque la fascinante melodía que sale del silbo de la flauta y su sorprendente capacidad de «aquietar el tiempo y con él la materia» produce una sensación de «quietud absoluta». Podemos observar que la dimensión inexplicable y fascinante del fenómeno fantástico, a través de un elemento mediador (la melodía de la flauta de Aramundos), implica la cohabitación de dos isotopías o dimensiones contradictorias e incompatibles:

a) El movimiento progresivo y pasajero de la melodía musical.

b) La quietud absoluta del tiempo de la inocencia primordial.

Veamos ahora cómo el fenómeno fantástico se va manifestando y entrelazando en el texto, haciendo cohabitar, a modo de un oxímoron, el movimiento de la melodía de la flauta de Aramundos con la «quietud absoluta» del tiempo de la armonía. La voz del narrador revela así un mundo visionario y deslumbrante donde se ha producido una mágica y fascinante metamorfosis.

He aquí el comienzo de la descripción en la cual, por medio del poder iluminador de la imagen y de la analogía, el dinamismo sonoro de una fascinante melodía se funde con el dinamismo del agua y se viste con los colores de las hojas verdes de los árboles y con el encanto de los bosques y de las noches de verano:

«Del chiflo de los tres agujeros mana un chorro cristalino y espumoso, vibrante y coloreado, un chorro embelesador que se derrama libremente por canalillos aéreos, que trepa y amaga, y se rompe en espejos, en guías vegetales, en tallos de enredadera, en serpentinas canoras, en pavesas en fuga. El sonido de las escalas consecutivas, de graves a agudas y de agudas a graves, orla el silencio con su frágil arquitectura, se eleva hasta el vértigo, vira se precipita rasando en caireles, redobla, se vierte armonioso en una canción de hojas verdes a flor de agua, con calidad de bosque umbrío, de bordadura de oro, de noche de verano».


Todo este dinamismo musical «embelesador» produce la impresión de un fenómeno mágico y fascinante escenificado en el texto. La escenificación, por medio de asimilaciones metafóricas, nos permite imaginar y percibir de alguna manera un mundo insospechado que supera el orden de lo racional y de lo natural.



3.3.Escenificación y descripción detallada de los fascinantes efectos de la mágica melodía de la flauta, que revela a los humanos el Tiempo Ideal de la plena Armonía. 


Veamos ahora como la palabra sugerente del narrado describe poéticamente las características o propiedades de la melodía y los resultados o «efectos» que produce en el mundo de la experiencia humana. Podemos observar, en primer lugar, que para hacer percibir al lector su misterioso poder de transformación, el narrador compara el chorro musical «embriagador» con «una sombra tangible y veloz» y con una «brisa paralizadora» (rasgos de dinamismo aéreo) y luego enumera los efectos de «inmovilización» que esa «brisa paralizadora» produce en el mundo recurriendo a una serie de verbos en gerundio que indican una acción que va cesando. El oxímoron unifica ahora el «gorjeo del flautín» (dinamismo musical) con el silencio y la inmovilidad de los seres y las cosas: 

«Como si una sombra tangible corriera veloz por el suelo y las tapias del pueblo, como si soplara una brisa paralizadora a través de un cuerno maravilloso y embriagador, las intermitencias de aquel gorjeo atenorado del flautín, de aquellos arpegios ligerísimos van, sucesivamente, inmovilizando las agujas del reloj de la torre; apagando los ladridos del perro y los arrullos de las zuritas; enmudeciendo las risotadas de los niños, el escape con sordina de una moto lejana, y el cuchicheo de unas feligresas pecheronas y enlutadas que llevan de la mano sus reclinatorios; deteniendo el vuelo a toda ala de golondrinas»

Pero antes de seguir mostrando en el texto los efectos fascinantes de la melodía de la flauta, el narrador se detiene en definir y evaluar, de una manera imaginativa, el mágico poder de «la misteriosa tonada del afilador», considerándola «un reguerillo de trinos y silbidos empuntados». Esa tonada opera como una fuerza extraña «capaz de aquietar el tiempo y con él la materia», presentándolo como «ese único objeto inamovible al que puede embestir la fuerza imparable de la vida» que se transforma en una especie de «sueño de columbario» 

Pasando de la visión global y abstracta del misterioso fenómeno a la descripción de sus efectos concretos, el narrador vuelve de nuevo a presentar la melodía de la flauta, y se detiene en designar sus dinámicas propiedades («fina y movediza», «tersa», «bullidora», «hermosa») expandiendo el sentido de cada adjetivo calificativo por medio de comparaciones imaginativas precisas que trazan al mismo tiempo insólitas y poéticas correspondencias. A continuación enuncia inmediatamente una serie de acciones que marcan la rápida difusión de la fascinante melodía por todos los rincones de la región, por las ciudades, las montañas y los océanos, produciendo un mágico efecto de suspensión y de inmovilización de toda una serie de fenómenos naturales heterogéneos, ofrecidos como una lluvia sorprendente de imágenes imprevistas y de matices chocantes, que tienen el encanto de la belleza fortuita y convulsiva que persigue la estética de la poesía surrealista

«Se propaga fuera del pueblo, avanza a los cuatro vientos aleteando y adormeciendo, se dilata al oriente, danza hacia el poniente […] interrumpe el rumor de los pinos, el rebuzno de los asnos, el estridor de los grillos en el chaparral, los balidos de las ovejas en el aprisco, el tiro de la honda del pastor, la savia en los planteles, los rabiones en el río cercano, las harinosas polvaredas de los llanos. A su paso, la melodía, todo crótalos tintineantes y pistoneo lustroso, lame el aire en dirección a las ciudades […] narcotiza súbitamente los trenes y las perforadoras, las oficinas y los puestos de abastos, las caricias y los crímenes, las lluvias nupciales de pétalos y los millares de arenques en las enormes bocas abiertas de las ballenas; suspende todos los pasos, todas las miradas, todas las floraciones, todas las batallas, todas las vejigas, todos los vasos que se están haciendo añicos, todos los reflejos y temblores de las cosas, aun de las más distantes».

Remedios Varo

Como acabamos de comprobar observando este párrafo, para causar una impresión de extrañeza y de poética fascinación en la descripción de fenómenos insólitos, el narrador recurre a una figura retórica que suele aparecer con frecuencia en los relatos de Olgoso: la enumeración de una serie de elementos heterogéneos e inesperados. Esos elementos vienen a inscribirse, por yuxtaposición, dentro de un conjunto de realidades que podrían expandirse al infinito, y que han sido captadas por la imaginación creadora del escritor. El encanto de esta figura y su poder de evocación consiste en la variedad de imágenes que van surgiendo ante el lector formando paralelismos chocantes o yuxtaponiendo realidades de órdenes muy diferentes que causan una impresión de fascinación y desconcierto similar al que causa la poesía surrealista

Después de describir las propiedades y los efectos del fenómeno fantástico de la melodía de la flauta, el narrador vuelve de nuevo a la actividad de Aramundos que continúa haciendo sonar la flauta en el centro de la plaza «con sereno tesón, sin abrir los ojos y penduleando apenas la cabeza». Entonces interpreta el significado de este acto de la manera siguiente: «cabe pensar que su reclamo risueño y frondoso avisa de la inminencia de una tregua». Esa tregua se anuncia como un fenómeno supranatural fundamental que viene a detener el poder del tiempo devastador y de la muerte

«Y ello es cierto hasta tal punto que, en la quietud absoluta del mediodía, solo por un breve tiempo, los hombres han dejado de morir y el horizonte de engullir cielo, nubecillas como vaporosas casas de adobe y ese sol que iba a enrojecer un rincón del mundo, fogata avivada a diario por la historia de millones de vidas, de tragedias, de mascaradas, de luchas, de desconsuelos, de rutinas»



4.Comentario explicativo del narrador poniendo de relieve ante el lector el profundo significado de los efectos de la melodía de la flauta.

En su explicación, el sonido peculiar del «flautín» es equiparado a «un regalo» concedido a los hombres «que pocos ven, tan incomprensible como las letras de bulto o un armisticio entre aliados». Es por lo tanto un don gratuito cuyo significado pocos perciben, y que el narrador identifica con «la oportunidad de un nuevo comienzo». Cuando el afilador hace sonar «su chiflo de tres agujeros, petrificando cronómetros y levantando grupos estatuarios, dibuja a su vez un inciso, un tránsito a otro mundo, una bifurcación, como el viento que se divide en dos ráfagas al rodear un risco». El «tránsito» a «otro mundo» rompe los esquemas ordinarios de la vida y produce una transformación de los males y de las miserias de la condición humana, porque, «cuando resuenan por todas partes esas frescas tonalidades confitadas», ha llegado la hora de anular, en primer lugar, toda una serie de sufrimientos y de desmanes psíquicos y morales enumerados de nuevo de una manera heterogénea e insólita: 

«Ha llegado la hora de dispersar el tósigo de la amargura
De aventar la acumulación de sombras
De deshacer el nudo de los rencores
De abandonar las catacumbas del enfrentamiento incesante de unos contra otros, 
De volcar el barril colmado de impaciencias y malentendidos, de odios e intimidaciones, de ofensas y heridas, de crueldades mutuas»

En segundo lugar, aparece otra serie de elementos heterogéneos estructurada de manera similar, pero ahora en torno a verbos que indican un proceso positivo como «restaurar» y «rellenar». Estos verbos introducen unos complementos que juegan también con metáforas insólitas, algunas de las cuales se prolongan como fascinantes metáforas «hiladas», que constituyen una llamada a recuperar la hermandad, la alegría y la concordia entre los humanos: 

«Es el momento propicio para restaurar las horas dulces, 
el corzo de la alegría, 
el lirio del candor, 
el pámpano reverdecido de la hermandad natural, 
para rellenar un tonel con racimos de cálidos susurros y risas centelleantes
donde fermente, como plenitud frutal, el jugo de una vida noble y plácida, improductiva y feliz»


El párrafo se cierra insistiendo una vez más en «reconocerse como seres humanos» practicando la generosidad y la fraternidad, que abrirán las puertas de los corazones y acabarán con la «triste orfandad de los mortales». 

La reflexión explicativa del narrador termina poniendo el énfasis sobre el significado supranatural de la «bifurcación» y del «tránsito a otro mundo», que se produce «mientras el afilador toca su flauta». En ese momento especial, los dos tiempos contrapuestos se han fusionado: 

A) El Tiempo de la Armonía plena y de la Concordia entre los humanos. 

B) El tiempo de la vida ordinaria que avanza hacia la descomposición y la muerte llevando consigo la amargura y el odio. 

Pero esta desconcertante fusión (que es una especie de regalo y de invitación) dura solamente hasta que Aramundos aparta sus labios de la embocadura de caña perforada de su flautín, y cesa el hechizo de su mágica melodía. 


4.1.Descripción del cese del silbo de la flauta que pone fin al hechizo y hace que el tiempo ordinario vuelva a resurgir. 

El narrador informa que, al dejar de sonar el silbo fascinante de la flauta del afilador, el eco todavía resuena en medio de un silencio desconcertante hasta su cese final. Pero en el aire parece quedar flotando «una vaga resonancia, un indicio acompasado e incorpóreo, apenas una membrana soñolienta de recuerdos, un desvalimiento». El afilador, cansado por el esfuerzo, respira hondo, sacude la salivilla de la flauta, con el «desahogo de una misión consumada», y se la guarda en el bolsillo. Libera el caballete y sube luego a su vieja bicicleta dispuesto a salir del pueblo. Esta salida se presenta como una vuelta a la vida natural del campo para encontrarse de nuevo con las gentes, los animales, los paisajes, los aromas y las inclemencias. Esto queda señalado por medio de la figura de la enumeración de una serie de elementos heterogéneos que hacen referencia a las realidades naturales de la vida en el campo: «Y sale del pueblo al encuentro del camino, de las raposas, de los cabreros, de los nogales, de las pedrizas, de los salivazos de las tormentas, de los aromas del junco en las acequias y la grama en los prados». 

Pero lo más importante de esta fase final es la manera de describir cómo vuelve a fluir con total rapidez el tiempo ordinario, y cómo recupera su imperio sobre todas las cosas, y su marcha «secular e inexorable», una vez que ha desaparecido el hechizo de la melodía. Para ello, el narrador recurre a una serie de términos que indican reanimación y un fuerte dinamismo antropomorfo como una especie de gigante que «resucita de un brinco» y se vuelve a adueñar de su «reino pasajeramente perdido de vista»: «Abolido el hechizo, se restituye todo desaparecido vestigio de animación; y el tiempo, abroquelado, apretado contra el cristal de cada reloj, resucita de un brinco, escapa como agua por los imbornales de un barco, corta meridianos, somete rumbos, retorna a correr sin desmayo confiado en su ejército de manecillas obedientes, en su marcha secular e inexorable, con la seguridad de adueñarse, imperativo, de su reino pasajeramente perdido de vista». 



4.2.La «moraleja» o evaluación final: la sabiduría de Aramundos sobre la dificultad de hacer realidad su mensaje de Armonía y de Hospitalidad. 


En la última fase, el relato va a adquirir una dimensión alegórica y metafísica, a través y más allá de su forma literal. En efecto, el narrador externo, adoptando la perspectiva del personaje, nos muestra sus sentimientos y sus pensamientos sobre el sentido de su misión y de su peculiar mensaje. La manera de actuar y de pensar de Aramundos revela en cierto modo una identidad supranatural o que transciende lo humano, y que el lector podrá deducir a partir del discurso focalizado por la voz del narrador. El narrador observa su aspecto cuando sale del pueblo pedaleando parsimonioso «con un remoto cansancio o una expresión de piedad para sus adentros […] y siente la misma lástima cada vez que se dispone a ausentarse hasta la próxima primavera». La reacción evaluativa final de Aramundos es de comprensión y de lástima al mismo tiempo, porque «sabe que los hombres, firmes en el asidero de sus hábitos, nunca han dado indicación cierta de cambio. Y él lo acepta en silencio». 

Podemos afirmar entonces que, mostrando su comprensión, su lástima y su sabiduría, el personaje se sitúa por encima de los hombres y adquiere una dimensión de «profeta» o de mensajero de la divina Providencia, una especie de ángel que «persevera en su faena como quien da cumplimiento a una promesa», y sabe que cada primavera viene a anunciar, con el silbo graneado de su flauta, una «ocasión renovada, pero que es arduo para la civilización regresar al comienzo, cuando el mundo era nuevo y los hombres, benévolos, vivían en la inocencia y en la hospitalidad». 

A pesar de la aparente resignación, la sabiduría de esta reflexión contiene también un mensaje de esperanza que aparece expresado en la frase final: «Y él sueña igualmente con ese día. Aunque resignado, Aramundos sabe también que ellos pueden volverse luz y siempre quieren quedarse sombra». Estas imágenes metafóricas contienen, por lo tanto, un simbolismo de carácter moral, espiritual y metafísico abierto, que cada lector puede interpretar desde su propia sensibilidad y desde su visión del mundo. 

5.Conclusión. 

Podemos concluir que, a través de la palabra del narrador, en consonancia con la interioridad del misterioso personaje, el autor de este cuento fantástico se ha limitado a introducir y a mostrar en el texto, de una manera poética y visionaria, lo que Viegnes llama «un suplemento indefinido de sentido en el campo de la experiencia humana», y lo que el mismo Olgoso atribuye al poder iluminador de la literatura fantástica, cuando afirma que nos permite percibir el trasfondo misterioso de la realidad ofreciéndonos «un mundo que se enfrenta al mundo real y, al hacerlo, puede producir una enorme colisión o un simple contraste, pero de ese choque siempre se desprende una lluvia de chispas que ilumina nuestras pobres vidas» (Olgoso, 2010). En relación con esto, podemos afirmar que la fascinante historia del poder de transformación que surge de la tonada de la flauta de Armundos, se nos ofrece como un mundo posible de signo unificador, libremente imaginado y elaborado, que constituye una invitación a recuperar el tiempo de la Armonía, de la Inocencia y de la Hospitalidad entre los seres humanos. 

Para cerrar nuestro análisis, nos parece conveniente citar aquí estas palabras de Irene Andrés-Suáez sobre la exigencia con la que Olgoso explora todas las posibilidades de la lengua para iluminar con luz propia los temas inquietantes, y también fascinantes, de sus relatos: 

«Ángel Olgoso ha sabido forjarse, con tenacidad y exigencia extremas, un mundo propio dentro de la tradición literaria y someter la lengua a su máxima tensión verbal hasta llevarla a su punto de incandescencia. Con ello, no sólo ha conseguido iluminar con una luz distinta los temas que le interesan, sino convertirse en un prosista sobresaliente y en uno de los más destacados autores de cuentos y de microrrelatos de la literatura española actual» (Andrés-Suárez, 2010). 


1 comentario:

  1. Muy buena presentación del estudio, linda selección de imágenes. Sugiero créditos de éstas. "Cuando Aramundos se echa a los caminos cada primavera y hace sonar su flautín de caña, a los hombres se les concede un regalo que pocos ven, tan incomprensible como las letras de bulto o un armisticio entre aliados: la oportunidad de un nuevo comienzo." Aramundos es un canto de esperanza en esta época tan atribulada. ¡Gracias Ángel y Marina!

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