He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 25 de marzo de 2018

Recordando a Poe

Para celebrar el Bicentenario del nacimiento del escritor norteamericano Edgar Allan Poe (1809-1849), la editorial Páginas de Espuma publicó hace casi diez años la edición definitiva, crítica y comentada de sus Cuentos completosCon traducción de Julio Cortázar, edición de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, con los prefacios de Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa, cada uno de los cuentos de Poe fue comentado por 67 autores hispanoamericanos vivos. 
A Ángel Olgoso -que siempre ha considerado a Poe su abuelo literario, uno de los maestros universales del relato corto y un crisol del que surgieron nuevos géneros y teorías estéticas- le tocó en suerte glosar Cuento de Jerusalén.


A propósito de esta relación "genealógica", en una reseña de la época, la poeta Elena Medel decía lo siguiente: “Les recomiendo Los demonios del lugar, el libro de cuentos de Ángel Olgoso que hereda la zozobra de los relatos de Poe. Aseguran las crónicas que Poe cumple doscientos años: con autores como Olgoso, dispuestos a pegarnos un buen susto, respira como nunca”.



¿Es Cuento de Jerusalén un Poe menor? Posiblemente. De lo que no cabe duda es de su condición de cuento primerizo, de tanteo expresivo: fue uno de los primeros relatos de Poe y el tercero publicado (9 de junio de 1832, Saturday Courier). Cortázar lo califica de “relativamente insignificante” y el propio autor pensaba que “con excepción de uno o dos de mis primeros relatos, no considero a ninguno de ellos mejor que otro”. Sin embargo, también es un Poe insólito, humorístico, ajeno a su más celebrado corpus visionario y terrorífico. Cuento de Jerusalén pertenece a la esfera de las exploraciones temporales, aunque lindando con lo satírico. Esta breve narración, esta divertida e irreverente extravagancia histórica, se nos antoja una muestra temprana de la versatilidad de Poe (“Uno de mis designios principales fue la máxima diversidad de temas, pensamiento y, sobre todo, tono y presentación”), de esa capacidad mimética tan de su gusto, como puede apreciarse en El cuento mil y dos de Scheherazade, Cómo escribir un artículo a la manera del Blackwood o Metzengerstein, subtitulado Cuento a imitación de los alemanes. En Cuento de Jerusalén no hay manifestaciones sobrenaturales, sino una trama casi costumbrista; no hay ensoñaciones pavorosas, sino una broma, una cómica mascarada entre dos culturas distintas. Ya desde la cita inicial -con ese exabrupto que la glosa- nos percatamos de lo peculiar e irrisorio de esta incursión en el pasado, en una Ciudad Santa fortificada donde los gentiles -de tendencias multiformes y enfrentadas- están siendo sitiados por el ejército romano bajo el mando de Pompeyo, al parecer sin demasiado encono. Ese tono irónico general con el que hace burla y escarnio de los recogedores de ofrendas de la ciudad -Gizbarim- por boca de ellos mismos, preocupados ridículamente por el destino carnal o espiritual de los corderos y por la más dolorosa posibilidad de perder su trabajo si llegan tarde; esos diálogos un tanto sobreactuados sobre los que la acción avanza casi exclusivamente; esa frívola revisión histórica en la que parece ponerse del lado de los paganos, idólatras e incircuncisos que, cumpliendo la promesa de Pompeyo, deben proveer a los sitiados -a cambio de dinero- de corderos para los sacrificios habituales en un altar de fuego inextinguible; ese rico atrezo hebreo donde brillan en vistosa algarabía, y en poco más de dos páginas, nombres propios, leyes, libros sagrados, deidades, hitos geográficos y arquitectónicos e instrumentos musicales; ese final sorpresivo, esa sucia y chusca jugarreta con la que se cierra bruscamente el texto y que le presta una cáustica modernidad; todo revela que este singular relato es producto de una mente jamás satisfecha. Poe, creador analítico y pasional, oteador capaz de vislumbrar oscuros horizontes jamás imaginados y, al mismo tiempo, de armar jocosos divertimentos, sorpresas desconcertantes provistas de una extraña gracia o de un humor amablemente corrosivo, pionero que supo filtrar, en el cedazo de su exacerbada sensibilidad, las montañas de libros apolillados que lo precedieron para cimentar la literatura del futuro, cancerbero demoníaco ante las puertas de los sueños, poderoso mago capaz de electrizar cualquier ámbito, el terrorífico, el filosófico, el matemático, el onírico, el policíaco o el excéntrico para escapar al sometimiento de la grisalla. Cuento de Jerusalén es probablemente un Poe menor y primerizo, pero también un claro precedente de la modernidad literaria.


Para Borges, sin Poe la literatura de nuestro tiempo sería inconcebible 

Para Josep Pla, Poe fue el motor inicial de la literatura moderna

Para Bernard Shaw, Poe fue el mejor de los artistas, el aristócrata de las letras


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