He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

lunes, 27 de agosto de 2018

Almanaque de asombros en la Revista Litoral

En el nº 264 de la Revista Litoral, en uno de sus siempre hermosos y espectaculares monográficos ("El cuerpo. Arte y literatura"), se publicó Calaveras airadas, un breve texto de Ángel Olgoso extraído de su Almanaque de asombros, librito misceláneo donde el autor se deleita con el lenguaje arcaico y con los prodigios, al estilo de los filósofos naturales, de los imagineros de la Edad Media o de las célebres compilaciones de hechos asombrosos Jardín de flores curiosas, de Antonio de Torquemada, y de Silva de varia lección, de Pedro de Mexía.


Para completar la magia de estas hojas volanderas venidas del pasado, contó en su publicación (Ed. Traspiés, colección Vagamundos), con las deliciosas ilustraciones del artista Claudio Sánchez Viveros.





CALAVERAS AIRADAS 

Dice Diodoro cosa que no es nueva ni imaginada y que repugna al común ser: que acaece algunas veces chillar espantablemente las calaveras cuando vienen a moverlas del lugar donde estaban enterradas, y rugir y ladrar otrosí, y obran agraviadas sus secretos humores con tanta fuerza acerbísima y ponen tan gran pavor en los corazones de los hombres que las manejan, que procúrales al cabo la muerte si se detienen mucho con ellas en las manos o no tornan a dejarlas con diligencia en la misma sepultura que las guardaba.





MONTAÑESES LIVIANOS 


Dicen Plinio y Estrabón y el egipcio Hermes Trimegistos que en los montes Fribalos y Umonniris, al cabo del mundo, entre una dificultosa espesura, hay una provincia de gentes cargadas sin descanso de cadenas y piedras pesadísimas, el cual desatino es recio de creer a los que no lo hubieren visto, que no a los negociantes que corrían tras fortuna por la región, los cuales determinaron de averiguarlo muy atacados de curiosidad, y respondioles la gente de las montañas que si trabajaban y comían y dormían aferrados y asidos de esos pedruscos y ligaduras no fuera por ley o maldición, sino por la propia ligereza de sí que tenían sus cuerpos, que en librándose del peso de la plomada se elevarían volando con grande ingravidez a favor de los vientos. 




MÉDICOS DE SOMBRA 


Según la mucha noticia que de éstos se tiene, los filósofos naturales y otros historiadores y hombres de grande autoridad hacen muy notada mención de la materia en sus parlerías y discusiones de ingenio sutil y vivo, señaladamente Eliano ("Historia Natural"); el Doctor Boleyn ("Libro del Conocimiento"); Lulio ("Libro de las maravillas"); V. de Beauvois ("Speculum historiale”) que informa de un médico vizcaíno, estimado como fortísimo sanador por coser también las sombras cuando cosía los cuerpos de los heridos en batalla, los cuales saberes pasaron a sus hijos, llegando el vizcaíno a edad casi de cien años en un monasterio del Canigo, en el Pirineo; el Marqués de Villena (“El arte cisoria o Tratado del arte de trinchar"); el sabio Juan de Caramuel y Lobkowitz, conde de Zen, del Consejo de su Majestad y obispo de Vigevano ("Escrutinio de la recta administración de la Medicina"); y más autores que no es ahora la ocasión de citar, pero otros hay que traen noticia más acabada, y son Benevento ("Anales") y Sigeberto de Gembloux. Como lo leí, lo escribo: 

En Viccino, cabeza del maestrazgo de Nagona, vivía en tiempos un médico que tenía excelencia en estas cosas de procurar la salud remediando la sombra de los enfermos; y dícese que la licencia y la maravillosa panacea egipciaca se las dieron los turcos, y que era sabedor de toda la botánica secreta, la cual se le antojaba de más calidad para amansar los dolores que las sangrías en creciente y los pediluvios de perla índica molida y diente de lobo en polvo, expedidos de ordinario por mano de otros físicos. 

Un día tuvo consulta este médico fabuloso con el Duque de Pandolfina al que, a la sazón, menguábale la vida por causa del ataque de un velloso y fiero jabalí. Dos pavorosos tajos principales casi le separaban un brazo del hombro y la cabeza del cuerpo, y tenía mal y desfiguración en todos los miembros. Con buen ánimo, empero, el médico mandó lo descendieran de la cama doselada y lo asentaran al pie del ventanuco, y en doblándose sobre la sombra del Duque, dijo el apotegma: "Solve et coagula"; y primero taponole con cera virgen las heridas a la sombra sobre el piso de piedra, y asentó luego encima de ella esencias de mirtilo, y de genciana, y de menta piperita, cosiendo al aire los tajos con cerdas muy finas, y para acabar púsole sobre corazón y pulsos de la sombra unas gotas de lo que él refería secretamente "agua de ángeles"; y con esto de tal manera ligó los miembros que el Duque, cosa es grande y admirable, recobró la coloración y se sostenía en pie sin auxilio de criados y saltaba regocijándose de ello, y juraba que le había vuelto la bravura de su mocedad. 

Como el médico siguió oficiando prodigios, cobró fama, y no le dolían las plagas y las enfermedades difíciles para sanar a través de la sombra. Y es de notar que por despachar males no pedía bolsa con dineros, que aún se defendía de recibir cueros de aceite o de vino o a lo menos pan de salvado. Así corrió el país con su zamarra y su acemilero, causándose de ello el bien de las gentes, y a quien le consultaba con ánimo curioso la razón de su medicina milagrosa, él decía que la sombra es camisa liviana que se teje y desteje. 


DEL DEMONIO EN LO INTERIOR 

En el "Akathistos" griego y en el "Beato de Saint­ Sever" leemos los peligros gravísimos de adormirse con la boca abierta, que aquí halla el diablo provecho propio para asentarse dentro del cuerpo, apoderándose sutil del alma del durmiente. En tanto obra su señal, que no es sino el chirriar de las roldanas de los pozos, llega nocturno, salivador, y métese soto lengua hasta lo interior, trastornando los humores y engendrando malas fiebres y flemas y viciosos gestos, mostrando muy gran enojo el poseído, que puede muchas veces verse al punto de muerte rabiosa. 

Si damos crédito a Enrico Buceburgense, sábese que en el año veinte sobre cuatrocientos se determinó de ver lo que estaba dentro de un licenciado poseso; vinieron pues a su acostamiento en Sábado Santo y, abriéndolo, le hallaron un demonio asido de las entrañas, la pelambrera colorada, y empezuñado, más horrible y azufroso que los Cabiros amigos de Vulcano, guardianes abominables de tesoros y metales. 




PEZUÑAS DE CENTAURO 

Otra es la que cuenta fray Martyn de Castañega en la "Selección muy sotil de bocados de oro"; que transcurrido el año milésimo y cerca de treinta y tres más, cuando el tenebroso eclipse, salió sin aviso a los caminos por Logroño un buhonero nigromante, nombrado Joachim, cetrino y ojiprieto, y muy cicalado para su condición, con su mercaduría de propiedades ocultas y prodigios de alquimia, que acudía raudo y con propósitos no embaucadores sino salutíferos y favorecedores al escuchar que alguien lo demandaba, y tanto prosperó aquel ariolo que corrían sus remedios de mano en mano, hecho hablilla de todos, y no tuviera más pedidos si despachara por torno. 

Afirma fray Martyn que lo interior de su carromato era servido de muy grande diversidad de escudillas y vidrios y vasijas con géneros y adobos que sustentaban y aún alargaban la vida de los hombres, o a lo menos acomodábanla: sobras del milagroso y curativo pez de Tobías; y plata putrefacta, célebre entre los jázaros; y bolsitas de alcanfor para alejar las tentaciones; y pezuñas de centauro para cobrar fuerzas; y cánulas conteniendo partes de la nube de fuego en que Elías fue arrebatado; y aceite de castor para ablandar el virgo de la mujer en los débitos conyugales; y Aqua Celestis causada del rocío matinal escurrido de toldos de lienzo; y párpados de cabra para favorecer a los aojados; y escritos singularísimos y admirables de la "Didactica Magna" de Comenius y del "De Augmentis Scientarum"; y pesarios de estiércol de elefante para fallar los engendramientos; y polvos del río Letheo, que traen el olvido. 

Y dice asimismo fray Martyn de Castañega una cosa harto de notar, que aquellas gentes antiguas contaban como muy averiguado que el arúspice Joachim ocultaba en la especiería de su carromato el Elixir de la Inmortalidad; y hasta parece que unos fueron movidos de ver, tras el polvico de los frascos, los melocotones de los inmortales sabios chinescos y la sangre del dragón al cual Sigfrido dio muerte, y otros el Agua de la Vida que Salomón negose a beber según la leyenda persa guardada por El Vaez ul Kashifi; y un curtidor toledano probó más, y fue que (antes que nunca más lo vieran) el salisatre Joachim le dijo en un aparte que los alquimistas gobernaban sus artes de manera torcida, y que la verdadera materia de la Piedra Filosofal era la más vil y mezquina de las cosas, y hablole esto no cogiendo en sus manos un quilatador de oro y plata sino un puñado de arena ordinaria. 





EL CAMINO DE LAS CALDERAS 


Como está dicho que cuenta Abel en el "Libro de las virtudes de los planetas y de las propiedades de todas las cosas del mundo" (el cual escribió antes de ser muerto por su hermano Caín), que la entrada cierta del Infierno hállase entre grande espesura cerca de Carrión, cabeza del maestrazgo de Urueña, en la cueva Tragallena. 

No lo osara yo creer si no lo refiriera notoriamente un cazador de fama del lugar; pues dice haber visto a la anochecida, temeroso en espacio de años, como se mudan allí sin pausa muertos de ésta y de otras provincias y aún de países de los confines sin errar el camino, con gesto entristecido y amansado por su alejamiento de los vivos; y cómo conoció de hito en hito bajo las mortajas la encarnadura del capellán de Carrión, y del tesorero, y de la hidromante, y del atabalero que estaba toda la Pascua sin ir a estaciones, y del ingrato procurador que despeñó a su hermano (la miseria es sobrina de la envidia) por un litigio de heredad, y del molinero que aguaba el engrudo y torcía los pesos; y dice más, que en la boca de la caverna do se transita a lo inferior del Hades acontece siempre un remolino furioso de niebla, impriméndola de pestilencia de solimán corrompido y de mucha calor, y es ésta de tanta fuerza que el cazador no vio nunca allí sino áspides y alacranes por abajo y cornejas por arriba; y dice finalmente que las ánimas de las mujeres, por tener miembros mas débiles y sutiles, tardan más en saltar penas y herbachos y llegarse a la cueva Tragallena, do descienden a acogerse a las calderas requemadas y a empachar a diablos y basiliscos. 

Y bien se prueba que los regidores de Carrión y de todo el maestrazgo de Urueña ninguna duda ponen del testimonio fehaciente del cazador, pues ha tiempo trajeron a la zaga de la caverna el siguiente aviso: "Alguaciles de la justicia impondrán cepo y picota al que entrase una legua de aquí". 




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