Los que tuvimos la suerte de asistir a la presentación en el Cuarto Real de Santo Domingo, pudimos disfrutar no sólo del texto que para la ocasión escribió nuestro querido amigo y Sátrapa José Antonio López Nevot (que aquí reproducimos), sino de su forma -particular, pausada, exquisita- de exponerlo, que traslucía largos años de docencia. Nos envolvió a todos con esa mezcla de elegante dicción y de arrobo intelectual. Uno podía percibir la armonía entre su intervención y el título del libro de Ángel, Tenue armamento, porque sus palabras fueron una munición sutil pero certera. Muchas gracias, amigo.
PRESENTACIÓN DE TENUE ARMAMENTO
José Antonio López Nevot
Si asistir a la presentación de un nuevo libro de Ángel Olgoso es siempre para quien les habla motivo de genuina alegría, debo reconocer que esta tarde de abril, la alegría se entrevera con otras emociones. Ángel me ha pedido que abandone mi condición de espectador cómoda y anónimamente camuflado entre el auditorio y ascienda al estrado para participar en la presentación de su último libro, lo que para mí supone un honor y un privilegio, pero también un vago temor a sufrir mal de altura, perder las alas y caer vertiginosamente al mar como Ícaro. A no salir airoso del envite. Afortunadamente, no estoy solo ante el peligro, pues la escritora y artista Marina Tapia me acompaña en el empeño.
El último libro de Olgoso ha sido publicado en la exquisita colección Mirto Academia, de la Academia de Buenas Letras de Granada, a la que pertenece Ángel como académico de número y bajo cuyos auspicios se celebra este acto.
Reparemos en el título del libro: Tenue armamento. Nos hallamos ante un feliz oxímoron: el sustantivo armamento parece sugerir una pesadumbre metálica, difícilmente conciliable con la levedad aérea del adjetivo tenue. Pero el encuentro de esos dos vocablos, aparentemente contrarios entre sí, sobre la pálida mesa de disección de la portada, desemboca en el hallazgo poético perfecto para nombrar el libro.
No quisiera seguir adelante sin advertirles de un detalle que puede escapar al lector no avisado (y es nuestro deber apreciar los detalles, los divinos detalles, como urgía Nabokov): el motivo que ilustra la portada del libro es un collage —la variante plástica del oxímoron—, obra del propio Olgoso. Parafraseando al autor, diríamos que sus libros celebran siempre los esponsales de la imagen y la palabra.
Si abrimos el libro, comprobamos que lleva por subtítulo Cartapacio de papeles menores. En el Introito, el autor nos habla de migajas para referirse a los textos reunidos en este volumen. Pero, ¿hasta qué punto podrían definirse como papeles menores o humildes migajas las páginas de Tenue armamento? Serían, en todo caso, migajas caídas de una mesa donde se sirven suculentos manjares literarios, o papeles menores de un autor mayor de nuestras letras.
¿Qué es Tenue armamento? Se trata de un florilegio de presentaciones literarias, prólogos, epílogos, reseñas, entradas de blog, poéticas, comentarios críticos y cartas. Las diversas piezas que componen el volumen no aparecen agrupadas en secciones, ni siguen un orden cronológico; las presentaciones se alternan con los prólogos, los epílogos y los comentarios, urdiendo una secreta unidad interior.
De los treinta y seis textos reunidos en el volumen, diecisiete son presentaciones de libros, tanto propios como ajenos, aunque estos últimos correspondan a autores próximos en el afecto. Sin dejar de ser una celebración de la literatura, son, a la vez, una celebración de la amistad.
Proverbial es la renuencia de Olgoso a las presentaciones públicas de libros, máxime si se trata de un libro firmado por él mismo. A menudo nuestro autor ha explicado tal renuencia aludiendo a su timidez, pudor o indolencia, hasta el punto de convertir en tema literario el pánico escénico que presuntamente le aqueja. Pero tal vez le asistan razones más profundas. Quería Michel Foucault que un libro no fuese más que las frases de que está hecho: que no se desdoblara en el prólogo, ese primer simulacro de sí mismo. Mutatis mutandis, Ángel escribe que “hablar sobre lo escrito es redundante, desaforado e indecoroso, y que la explicación de una obra no debería estar fuera de la obra en sí”.
Concedamos que así sea. Ahora bien, aunque estas presentaciones fueron concebidas ab initio para su exposición oral, como una efímera arquitectura destinada a consumirse en el fuego instantáneo de su manifestación, trascienden los límites de unos meros escritos de circunstancias. Son prosas tan artísticamente elaboradas como las obras de ficción de Olgoso, pues nunca se sustraen al rigor estético de la creación literaria. Reflejan el culto que su autor rinde a la forma, el amor que profesa por la palabra acendrada, exacta, precisa, esencial; imprescindible e insustituible por otra. Un compromiso con el lenguaje en el que rara vez se halla ausente la efusión lírica. No en vano Ángel veló sus armas literarias como poeta.
Ángel Olgoso ha elevado la presentación de un texto a la categoría de género literario: la presentación considerada como una obra de arte. Entre las recogidas en Tenue armamento yo destacaría, por lo cuidadosamente elaborada, la que dedica a la novela Ashaverus el libidinoso, de Miguel Arnas, y por lo insólita, la consagrada al libro de relatos Mil años después, de Celia Correa. En esta última, Ángel se propone en apariencia justificar su rotunda negativa a presentar en público los relatos de Celia, pero al final, casi por descuido, desliza unas palabras que quintaesencian los aciertos del libro.
Por lo que se refiere a los títulos propios, merecen subrayarse las lúcidas reflexiones sobre el sentimiento de extrañeza que puede provocar el cuerpo humano contenidas en la presentación de La máquina de languidecer. A veces, Olgoso nos revela el peculiar estado de conciencia, el tono mental en que fueron concebidos algunos de sus libros. Así, sabemos que los relatos de Breviario negro se escribieron en un tiempo de tribulación y bajo un estado de alarma, como una forma de resistencia frente a la injusticia y la banalidad del mundo contemporáneo. El autor nos hace partícipes también de la insidiosa parálisis creativa que sufrió a mediados de los noventa.
A las presentaciones siguen en número los prólogos o prefacios. En ese sentido, destacaría la exquisita delicadeza de orfebre con que Ángel ha prologado tres poemarios de Marina Tapia: El relámpago en la habitación, Marjales de interior y Jardín imposible. A mi juicio, son verdaderos poemas en prosa.
Tenue armamento ofrece también sucintas guías o instrucciones de uso para adentrarnos en el universo literario de Olgoso. Su ars poetica queda reflejada en textos como Relatos, teselas, dátiles o Cocina en miniatura: el autor nos confiesa su devoción por la forma breve, diminuta, como el microcosmos mágicamente encerrado en una esfera de Escher o en una canica de cristal. En otras palabras, la estética de lo mínimo, suficiente y necesario. De ahí su fascinación por “ese género delicadísimo e inefable”, el haiku, al que ha consagrado un libro, Ukigumo. O su predilección por el microrrelato, que empezó a cultivar cuando el cuarto género narrativo —según lo ha calificado Irene Andrés-Suárez— aún no había adquirido carta de naturaleza como tal en España.
¿Por qué esa insistencia en la brevedad? Tal vez porque, como afirma el propio autor, la economía de lenguaje, la brevedad, es “el traje que mejor le sienta a lo fantástico”. Olgoso siempre ha sentido atracción por lo extraño, lo insólito, lo sorprendente. Sus ficciones nos sumergen en la extrañeza fantástica, en alegorías y visiones inquietantes, presididas por una percepción alternativa, paralela, del mundo: la vertiente oscura, nocturna, perturbadora, de la condición humana.
Ángel Olgoso nos habla aquí de su rechazo a las decepciones, la sordidez y las inoportunidades de la materia, de su desacuerdo con el mundo contemporáneo, su desajuste con la trivialidad cotidiana, a la que eficazmente opone —y no son tenue armamento— los recursos de la imaginación, la fabulación y la inventiva.
Se comprende que sus ficciones se instalen en las lábiles fronteras que separan lo real de lo irreal, la razón de lo irracional, el sueño de la vigilia. Para Olgoso, la finalidad de la literatura no es representar la adocenada realidad, sino subvertirla o, mejor, suplantarla. Porque “la realidad en estado puro no resulta verosímil”, y “siempre está más allá de nosotros”. En la obra de Olgoso se cumple el aforismo de Paul Klee: “El arte no reproduce lo visible, sino que hace visible lo no evidente”.
Pero Tenue armamento no es sólo una invitación a adentrarnos en la obra de ficción de Ángel Olgoso, o en la de otros autores: es también un texto autónomo, valioso por sí mismo, que merece ser leído por su excelencia literaria. Un mosaico de sorprendentes teselas, felizmente rescatadas del olvido para su renovada y gozosa lectura.
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