He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 8 de noviembre de 2020

Presentación de 'Astrolabio' por Miguel A. Zapata

Compartimos la extraordinaria presentación que el escritor Miguel A. Zapata realizó de la reedición ilustrada de 'Astrolabio', de su viejo amigo Ángel Olgoso, en la librería La Sombra, de Madrid, el pasado mes de febrero. Con nuestra gratitud para Miguel Ángel, el editor Jesús Egido, todas las personas que acudieron y para Malena por el soporte audiovisual.

 

Jesús Egido, Ángel Olgoso, Miguel A. Zapata y Marina Tapia


PRESENTACIÓN DE ASTROLABIO, POR MIGUEL ÁNGEL ZAPATA

 

Como ha expresado Jesús Egido en su intervención, "Astrolabio" es un clásico contemporáneo de la narrativa fantástica y de la cuentística en lengua castellana que Marina, con sus ilustraciones tan orgánicas, ha llevado a otra dimensión. Por eso considero que, aunque técnicamente sea una reedición, se trata de una obra nueva porque le ha aportado una -podríamos decir- carnalidad muy sustancial y el libro se ha convertido en un objeto aparte, bello, hermoso, disfrutable visualmente y a nivel intelectual. Muchas gracias, Ángel, por haberme hecho partícipe de este momento y de esta gozada de publicación.

 


Ángel y yo nos conocimos hace trece años, cuando ya había leído parte de su primera obra, y el mismo año que se publica la primera edición de "Astrolabio". Él presentó también mi segundo libro en Granada y hubo una conexión muy inmediata: yo creo que casi desde ese mismo año nos consideramos hermanos. Y así es como desde entonces nos carteamos, porque hay una sincronía desde el punto de vista intelectual, narrativo, de los temas que tocamos, y el magisterio de Ángel lo asumo como una suerte, la de tenerlo además como amigo y como hermano. 

 

 

Cuando releí el libro, me dio por pensar que podría ser la obra que habría escrito, que habría trazado un escritor del siglo XVIII que viajara en el tiempo al siglo XXV o al XXX, en todo caso proyectado al futuro en un juego temporal muy afín a los cuentos de Ángel. Porque hay en él un regusto por la hibridación, por mezclar la razón ilustrada (recuerdo una entrevista que le hicieron donde reconocía que sería feliz viviendo en el Siglo de las Luces), el equilibrio por un lado y también la enajenación fantástica por otro, los mundos futuros, las distopías, los juegos espaciotemporales, los mundos increados que son -en definitiva- lo que particulariza y hace muy personal la labor literaria de Ángel. Es decir, en esa mezcla de lo racional y de lo irracional está el tuétano de su trabajo creativo, y que lo ha convertido, yo creo, en el principal autor de narrativa fantástica de los últimos veinte años, en un triunvirato con José María Merino y Cristina Fernández Cubas.

 

 Miguel Á. Zapata, Ángel Olgoso y J J. Muñoz Rengel
 

Todos los escritores somos un producto decantado de muchas lecturas, de muchos ensayos, de muchos folios en la papelera, y hay un punto en el que uno considera que ha conseguido ya el estilo o hay algo que te indica, en algún cuento o en algún párrafo que has perfilado tu estilo. Creo que Ángel es el resultado, la decantación final de una tradición insigne que parte de E. T. A. Hoffmann, de Poe, con ese extrañamiento primigenio que viene del Romanticismo, y que recoge también elementos de Lord Dunsany, de Algernon Blackwood, de todos los que trabajan la semántica de lo insólito, o de una nueva interpretación de la misma, Cortázar, Borges, Bioy Casares. Cuando leía a John Collier, me ha recordado mucho a esa cotidianeidad fantástica, feérica, inquietante, que encontramos en muchos textos de Ángel y que llega de la mano de otros autores contemporáneos hasta hoy. Sin embargo, Ángel Olgoso es una rara avis, un escritor que no se parece a nadie. Pero a pesar de esa singularidad, hay unos rasgos distintivos en la narrativa de Ángel que voy a intentar desglosar. Yo creo que la suya es una concepción del fantástico singularmente canónica; es decir, se pueden establecer unos parámetros reconocibles, pero paradójicamente es original. Da la sensación de que cuando uno reconoce algo lo puede encorsetar; en el caso de los cuentos de Ángel, no son fácilmente reducibles, siempre hay una segunda lectura, una tercera lectura incluso, una frase que aporta un significado extra. Entonces, el extrañamiento, que yo creo que es uno de los elementos que caracterizan el fantástico clásico, ese extrañamiento va a surgir de la propia materia narrativa tanto como de las pequeñas trampas o señuelos que Ángel va diseminando a lo largo del texto. La intención de Ángel es hacernos caer en una trampa gozosa, como en "El pozo y el péndulo" de Poe, hacernos disfrutar, hacernos creer que hay salida en el cuento de Ángel cuando en realidad ya estamos metidos totalmente en su tela de araña. Por tanto, es una mezcla portentosa de imaginación narrativa al alcance de muy pocos autores en la historia, y -esto es muy importante- un dominio de los recursos técnicos que permiten que esa imaginación cuaje en obras que se levantan. Porque autores con imaginación hay muchísimos, pero autores que puedan elevar ese edificio con una imaginería y con una potencia visual, poner ese ámbito delante del lector y hacerlo participar de las coordenadas propias de ese universo, sólo lo pueden conseguir los autores verdaderamente grandes. 

 


Hay, por cierto, una reivindicación por parte de Ángel del propio arte del cuento en "Espacio", el texto que abre el volumen. Lo que no creo que deba entenderse -porque no es así y además hay mucha ironía en ese relato- como un menoscabo de la novela o de los géneros más extensos. Es una reivindicación porque es necesaria, ya que hablamos de un género habitualmente maltratado en nuestra cultura literaria, que ha dado siempre la sensación (con respecto a la novela o, incluso, a la poesía) de ser el hermano menor, el hermano díscolo que debe estar siempre pidiendo perdón por existir en esa voluminosa área de tochos importantes que encontramos en todas las librerías. Autores como Ángel han conseguido que tal nicho vaya agrandándose, y que disponga ya de un espacio de privilegio en no pocos críticos que consideran al cuento un arte mayor. Como en cualquier país latinoamericano, donde por fortuna sí ha encontrado una aceptación más amplia. 

 

                        Miguel A. Zapata, Fernando Clemot, Ginés Cutillas y Ángel Olgoso

 

Entrando ya en materia acerca de las claves para entender la obra de Ángel, no se podrían entender sus historias sin la exquisitez en el tratamiento léxico, sin esa elección del adjetivo preciso -no cualquier adjetivo, sino ése adjetivo- y no sólo desde el punto de vista semántico, sino también del ritmo, de la prosodia del texto, de la intención lírica, de la poesía que conlleva. Da la sensación de que los cuentos de Ángel son mecanismos de relojería, pero no una relojería mecánica y fría sino una que se bifurca, que está viva y al servicio de la historia, que nos da la hora que a él le conviene y no la hora que es (por eso decía lo de las trampas que Ángel va diseminando a lo largo de los relatos). Su cuento brevísimo "Cuenta atrás" abarca, a nivel cronológico, lo que muchas novelas son incapaces en un desempeño de mil páginas. En una línea y media, Ángel condensa una vida, una biografía. Con su técnica -el recurso de la cuenta atrás- en el que cada elemento ejemplifica un momento, consigue un relato magistral y resumir un mundo con poquísimas palabras.

 

 

Otros elementos que llaman mucho la atención de la narrativa de Ángel son la especulación espaciotemporal, que también requiere de muchas sutilezas lingüísticas y argumentales (tenemos el ejemplo de "Las tres ascensiones de Hui Ji"); la querencia por los temas orientalizantes, que tienen un regusto borgiano pero que él le da un toque muy particular (ahí está en Astrolabio "Los guardianes del trueno" o su viejo libro de haikus "Ukigumo" que quizá mucha gente no conozca); o el propio tiempo como protagonista, como en el relato que ha leído Marina, "Todas hieren", donde el tiempo como devorador de vidas, el miedo a su paso o incluso la premura con la que vivimos, se convierte en la propia materia narrativa; el tejido existencial, ejemplificado en el texto "Será como si no hubieras existido", una reflexión trenzada de sutilezas semánticas, de adjetivaciones ambiguas (Ángel suele trabajar la ambigüedad del término, dándole sentidos polisémicos, de ahí la importancia del vocablo exacto, de la palabra justa) en torno a la vejez y lo que nunca debería degradarse, o la belleza mitológica de las sirenas en "Los bajíos". En ese texto aflora una melancolía provocada por el paso del tiempo, que hace perder la belleza, las capacidades, las condiciones naturales con la que los humanos, o incluso los seres mitológicos, vienen al mundo.

También son elementos que a mí también me resultan muy afines las transformaciones, las mutaciones, los travases identitarios. "Árboles al pie de la cama" es un buen ejemplo de ello. En este cuento -que condensa tantísimo en tan poco espacio- hay toda una filosofía de la vida y la muerte y de la fina línea que separa a la una de la otra, una filosofía de la falta de identidad, de que no existe una idea concreta de lo que somos realmente, sino que las circunstancias o el deseo pueden modificar también esa identidad. 

 

 

Esto nos lleva a la lucha metafísica entre el bien y el mal. Al releerlo, he notado en este libro una carga mayor de perversión, algo que en obras anteriores de Ángel como "Los demonios del lugar" -que también tiene un componente oscuro, sombrío- quedaba más insinuado. Aquí yo creo que Ángel se ha lanzado a tumba abierta, a trazar esas fronteras complicadas entre el bien y el mal. En ocasiones las entiende como un desdoblamiento clásico entre la virtud y su reverso, el pecado, pero también en la mutua necesidad que tienen el bien y el mal para existir, esa filosofía entre lo monista y lo dualista. El ejemplo más claro sería "El eremita" donde ese hombre renuente a la vida en sociedad se ve obligado a hallar la redondez de su santidad y, para ello, se desdobla en una especie de alter ego que es perverso, que desea encontrar el lado oscuro de la vida y de las emociones, transitarlo, conocerlo, para saber realmente qué es la santidad y poder descansar en paz. Es decir, esta idea de que lo blanco es blanco y lo negro es negro, de que el bien está definido en contraposición con el mal, en este cuento no queda tan claro: a veces hay que degustar la sombra para descubrir la parte de luz que hay dentro de nosotros.

 


La presencia de la vida en la muerte es otro tema que trabaja mucho Ángel, o viceversa, la delicada línea entre morir e iniciar el abandono de lo material, y la innecesaria distinción entre ambos estados, porque básicamente se trata de una convención que depende de numerosos factores. En el cuento de Ángel "La visita" queda ejemplificada esta ambigüedad a la perfección, cuando un heraldo paterno que viene del otro lado parece no recordar que esto es sólo una sala de espera. En la narrativa olgosiana no es lo mismo estar vivo que estar viviendo, morirse no es lo mismo que haber muerto, o que se indique la probabilidad de morir en todos nosotros por el simple hecho de la oxidación que supone respirar. Para Ángel esas fronteras se encuentran absolutamente desdibujadas, y eso hace inquietante y apasionante la lectura de muchos de sus cuentos. Dentro de este ámbito, un humor negrísimo hace presencia como en el relato "El espejo", esa sonrisa que nos provoca la semejanza de la muerte con nuestras ocupaciones de vivos. La poesía del horror también se puede encontrar en algunos textos, una poesía muy baudeleriana, muy decadente, terrible y, mágicamente, hermosa. Eso sólo se puede conseguir con una técnica y una sensibilidad especial a la hora de escribir. Algunos me han recordado a Bruno Schulz, a las perversiones de Sade, perversiones líricas que no hay que ver desde un punto de vista literal sino como una metáfora de la gloria y de la decepción que supone a veces la carne. 

 

 

También hay algunos ingredientes de ciencia ficción casi especulativa, sutilmente distópica y fatalmente poética, como "Si mi cabeza cae" o "La quinta extinción", que cierra el libro con una reflexión que podemos considerar cósmica y que viene a ser un epítome de lo que es la concepción del fantástico en "Astrolabio": hablar de lo inabarcable, de aquello que no se puede medir, de aquello que no se puede contar y que Ángel cuenta y lo consigue, del bien y el mal, de la física y la metafísica, todo cabe en esta obra, hasta explicar lo pequeño a través de los grandes movimientos cósmicos, algo que intentan muchos autores pero que pocos logran que cuaje en un escrito, en un cuento que nos lleve de lo minúsculo de un grano de arena a toda una concepción de la vida, de la muerte, de lo feo, de lo hermoso. Todo ello es, en definitiva, el alimento de la prosa destilada por Olgoso en la totalidad de su obra y concretamente en este volumen que -como he dicho al principio- es una obra maestra, una joya de la cuentística contemporánea en nuestro idioma. Si no lo habéis leído todavía, o si lo habéis leído y queréis releerlo veréis que el libro muta, cambia, y más aún con estas ilustraciones de Marina que lo han convertido en una obra que alcanza otra dimensión. Este libro debe estar bien cuidado en el anaquel adecuado de cada biblioteca porque en el futuro, cuando haya que salvar libros, "Astrolabio" estará entre ese top de lo que merece ser salvado.

 


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