He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 28 de marzo de 2021

Entrevista sobre DEVORALUCES en diario Ideal


 

 

DEVORALUCES, DE ÁNGEL OLGOSO

 

José Antonio Muñoz

 


1. El libro tiene tantas citas al principio en torno a la luz que es casi una invocación. ¿Qué importancia tiene la luz en su quehacer literario?


En su prólogo a Breviario negro, mi último libro de ficción publicado hace ya cinco años, Merino calificaba mis relatos como "luz oscura": es cierto que siempre he sentido una fascinación por el encanto de lo extraño, lo inquietante o lo tenebroso, por las visiones y revelaciones de una literatura de imaginación, como si desconfiara de la alegría. Pero se trataba de lograr mecanismos estéticos y orbes simbólicos. Sé que el pensamiento no tiene por qué ser un antro sombrío, ni estar reñido con los momentos de plenitud, con el asombro, con el juego de luces de la belleza o de la voluptuosidad. Devoraluces traza un sendero de claridades. Quise componer un libro acogedor, benigno, abierto a los sentidos, una celebración de la existencia. Que la luz se extendiera al lenguaje, a su brillo e intensidad casi preciosista -volcándome como de costumbre a conciencia en cada frase y en cada página-, y creo que al final alcanza incluso a la calidad material de la edición, inmejorable como todos los libros de Reino de Cordelia, verdaderas joyas. Percibo Devoraluces como un bálsamo para mi alma, y ojalá lo sea también para sus lectores.


2. ¿Es la luz de la infancia, la de los sueños realizables, la primera que le costó perder? ¿O no la ha perdido?


Confío en que algo quede, puesto que la capacidad de maravillarse es el combustible de cualquier escritor. Baudelaire ya habló de la importancia de mantener el estado de embriaguez que posee la mirada en la infancia. En Las luciérnagas, el relato que abre Devoraluces, evoco aquel resplandor misterioso, aquella emoción titilante de los remotos veranos, como de fanales de cuentos de hadas que parecían arrebatarnos a regiones desconocidas, tan cautivadora como el sortilegio de los campanilleros de la Aurora en mi pueblo, Cúllar Vega. Supongo que, con el paso del tiempo, resulta cada vez más difícil mantener un espíritu fresco, exento de rencor y a través del cual fluya el optimismo. Pese a todo, en Devoraluces he intentado reflejar la luz habitable de la infancia y de la cal, la visitable de los libros y la esperanza, la acariciable del amor y la bondad, pero también la mercurial de los sueños y la crepuscular del pasado. Y es que sigo viendo la literatura con los ojos de Juan Gil-Albert, como "una promesa/ de rebasar lo sórdido del mundo,/ de acometer lo mágico inaudito".


3. En 'La rosa de los vientos' hace coincidir a varias de las más importantes figuras de la literatura de aventuras y misterio. ¿Le divierten estos juegos?


Siempre me han apasionado los retos formales y lúdicos, junto con todo lo singular y los prodigios que dejan sin aliento. El reto de La Rosa de los Vientos era viajar al corazón de la literatura, con Ulises saltando hasta el siglo XX a través de distintas obras señeras de la cultura occidental. Pero más allá de tales cabriolas y entramados, hay otro desafío aún más decisivo: intentar conjugar la emoción con el arte elaborado de la oratoria verbal, el minimalismo con lo barroco, la esencia con la enumeración y la atmósfera, esponsales todos que a priori pueden parecer una locura, aunque no para un buscador de oro lingüístico, uno de esos raros especímenes que sobrevivimos como podemos en nuestro país.


4. Durante todo el libro, luz equivale a limpieza, a buenas intenciones, a conocimiento, a creación. ¿Se ha sentido cegado por la luz alguna vez?


La luz es una realidad y también un concepto. Como buen heredero del Romanticismo, en mis libros he tratado de reordenar el ejército de sombras que puebla nuestro imaginario: siempre había pensado que el arte tiene que expresar lo oscuro, lo desasosegante (no hay más que reparar en algunos de mis títulos anteriores, Los demonios del lugar, Breviario negro, La máquina de languidecer, Nocturnario, etc.), pero en lo luminoso también hay una riqueza que no puede menospreciarse, también puede despertar, cegar o incluso inquietar. Siempre me había dedicado exclusivamente (con la excepción de los haikus de Ukigumo) a lo inaudito, a lo extraordinario, y tal vez perdí de vista en el camino la hermosura del mundo, los bienes más elementales y los goces más sencillos de la vida. En Devoraluces hay un evidente anhelo de claridad apolínea frente a la irracionalidad, oscura y salvaje, de Dionisos. Quién sabe, quizá son dos formas igual de legítimas de ir a por la calcinación personal.


5.¿Qué hubiera dado por ser testigo de los acontecimientos en Villa Diodati que narra en uno de sus relatos?


Un oreja como mínimo. Aquellas noches alquímicas del año sin verano fueron un rompiente en el que colisionaron la visión de la literatura como una forma de la muerte y como parte del impulso de la vida, uno de esos momentos milagrosos y espléndidos en la historia -por lo creativos- tan infrecuentes como la luz de las luciérnagas. En mi relato, la crónica de esas noches seminales es llevada a cabo -en primera persona y minuciosamente- por la misma vivienda que cobijó a Byron, a Mary y Percy Shelley o Polidori. El entusiasmo y la fruición por las narraciones está presente además en otros textos de Devoraluces, como Okitsu, La arena de las historias, Hadjú o Nomenclatura Borghini para los dedos de los pies, donde doy vueltas en torno a un sueño de juventud: escribir libros de relatos compuestos únicamente por sus títulos, concentrando en ellos todo el sabor de una trama y de una prosa invisibles.


6. "Cuando se es joven, los peligros son placeres". ¿Qué placeres ha conservado con gusto?


Me temo que un caballero debe mantener cierta discreción. Además, suele decirse que las grandes pasiones no pueden contarse, que lo que es excitante cuando se hace no siempre resulta interesante cuando se cuenta, y que el amor deja de ser un placer cuando deja de ser un secreto. En cualquier caso, sigo defendiendo el ejercicio de placeres refinados, como el silencio, la armonía, la solidaridad, la rutina, pero también el placer de trastocar y transfigurar la realidad a través del arte, el placer de turbar o emocionar al lector, de robarle bajo sus pies la tierra de las certezas. No obstante, en Émula de la llama me atrevo con un desnudo integral, ordenado alfabéticamente, donde la fuerza arrasadora de las pulsiones eróticas llega a un alto grado de incandescencia, estableciendo un claro paralelismo entre el lenguaje como pasión y la pasión como lenguaje. Quizá sea uno de los textos de Devoraluces en que se festeja con más ahínco el ardor de sentirse vivo, frente a lo efímero de nuestra existencia y a las miserias que suelen acompañarla.


7. ¿Se considera, como Schahrasad, básicamente un contador de historias que necesita contarlas para sobrevivir?


Los seres humanos necesitamos las historias tanto como respirar, por el hechizo y el consuelo que procuran. Según León Felipe, ya se han contado todos los cuentos, cuentos que siempre han mecido la cuna del hombre, y cuyo miedo los ha inventado todos. Por lo que respecta a un servidor, después de escribir casi 700 relatos seguiré disfrutando las historias creadas por otros, pero ya he comenzado a explicarme este caótico cosmos de una manera distinta, más impura pero más libre, borrando las fronteras entre realidad y ficción. componiendo volúmenes de difícil clasificación. En otros libros anteriores míos ya había textos de transición a esta nueva época, entre lo narrativo, lo poético, lo metafísico o incluso ensayístico. Ahora, en Devoraluces -el último libro de ficción pura que escribiré- he ido sedimentando durante un lustro algunos textos híbridos junto con otros que retornan al manantial primigenio, a los orígenes del cuento, a Homero, Las mil y una noches, Cervantes, etc., como homenaje y ofrenda a ese caudal de leyendas, a ese magma embelesador, a ese crisol de nuestra identidad.


8. En 'Devoraluces' mezcla la literatura fantástica con la poesía más sensual. ¿La luz es imposible de encerrar en una caja?


Es obvio que traer una medida de luz a una parte que estaba oscura (como sucede en el campo de concentración de Pelikan) cambia la forma en que vemos el mundo, pero tengo la impresión de que la luz es también engañosa, pues parece situarse entre la plenitud y la nada. Tal vez para apreciar la belleza no deba uno acercarse demasiado, como a una zarza ardiente, y se necesite perspectiva. Me ha gustado ese símil de tu pregunta: en estas cuatro décadas de cultivo del relato, mi tarea quizá ha sido la de intentar encerrar la imaginación sin límites en esa caja de Pandora. Con Devoraluces en concreto -que es un libro que nace de la gratitud hacia los dones inesperados y del encuentro feliz con la poeta y pintora chilena Marina Tapia- traté de comunicar la delicada hermosura que irradia todo lo vivo, su poderosa sencillez. La literatura, según Cunqueiro, nace de la necesidad de luz, verdad y libertad, de la necesidad de evasión llamada Icarismo, que se enfrenta a la tristeza y desesperación de la condición humana.

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