He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

viernes, 17 de mayo de 2024

Reseña de "Sideral" en Quimera

Mil gracias a José Abad por su estupenda reseña de “Sideral” (Eolas) publicada en el último número de Quimera.





CAOS VERSUS COSMOS
Por José Abad


<<La fantasía no es una sola, sino múltiple, y cualquier intento de clasificación con pretensiones de exhaustividad está condenado al fracaso. Así y todo, en “La infancia recuperada”, Fernando Savater propuso una distinción aceptablemente funcional entre ‘fantasías blandas’ y ‘fantasías duras’, sirviéndose de un par de adjetivos que tal vez llamen a engaño. (Tengo que aclarar que estos empeños taxonómicos responden al deseo de entender mejor el género, no con el fin de establecer jerarquías; tan odiosas, siempre). ¿Qué las diferencia? En las llamadas ‘fantasía blandas’ puede suceder absolutamente cualquier cosa -”todo es posible menos el orden”, escribe Savater- pues todo depende del temperamento o la imaginación del soñador; en las ‘fantasías duras’, en cambio lo extraordinario se cimenta en unas reglas fijadas por el autor que, dentro de la ficción, adquieren el rango de verdad inamovible; el soñador se autoimpone unos límites que no osa franquear. Personalmente, diría que Ángel Olgoso prefiere la alegre compañía del primer grupo, porque desconfía del segundo.

En una preciosa pieza incluida en “Sideral” intuimos el porqué de esta predilección: en “Geometría”, el prisionero encerrado en un calabozo triangular sufre el cruel diseño de un castigo exacto, mesurado, matemático. Las frías disposiciones de lo racional parecen ideadas para menoscabar la libertad del individuo. “El borde de la luz”, por su parte, invita a sospechar de ese orden que asociamos insensatamente a la idea de perfección: tenemos a un hombre sentado en un promontorio ante una idílica estampa marina: el sol, unas gaviotas en el cielo, la piel del mar delante y un bosque no muy lejos, “todo es amarillo y azul y eterno”, afirma el narrador, antes de confesar: “Pero bastaría mirar atentamente cualquiera de los detalles que esta escena acota para desconfiar, para advertir en ella algo inquietante, artificial, regido por una excesiva perfección”. La realidad como espejismo o simulacro recorre este volumen. En otro relato magnífico, uno de mis preferidos, “Contraviaje”, Olgoso contrata a dos operarios para que desmonten, poco a poco, uno a uno, los paneles del mundo circundante, que ocultan la nada más absoluta. No hay certezas. “La única certeza es el miedo”, afirmaba el narrador de “El borde de la luz”.

La idea de que en las ficciones olgosianas “todo es posible menos el orden” tiene una base epistemológica. Sus historias responden a la convicción de que el Cosmos es únicamente otra máscara del Caos, de ahí su preferencia por las fantasías desbocadas o -como él las llamó en un relato no incluido en este volumen, “Gabinete de maravillas”- fantasías infundadas. Para Olgoso, la fantasía es un modo oblicuo de acercarnos al despeñadero de la existencia; en algunos relatos sentimos sus manos en nuestra espalda y el impulso irrefrenable de empujarnos abajo, como en “Lucernario”, en el cual el circunspecto protagonista, de vuelta al hotel ya de noche, descubre tres lunas en el cielo; o en “Anomalía”, en el que, al salir de cortarse el pelo, un tipo corriente y moliente descubre que el mundo ha desaparecido y, en su lugar, “hay una neblina que tiene la viscosidad de la miel”. Estas ficciones son desafíos a nuestra inteligencia que nos sacan de nuestra zona de confort y nos abandonan a la intemperie. Se equivoca quien vea la fantasía como una mera evasión de la realidad. La fantasía es una invasión, en realidad; una horda bárbara que arremete furiosamente contra nuestras defensas e irrumpe en nuestras vidas al grito de: ¡Rendíos! Y no queda otra: nos rendimos>>.

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