He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

lunes, 11 de diciembre de 2017

Booktrailer de Astrolabio


En 2014, el escritor Jesús Cano realizó este hermoso booktrailer de Astrolabio. Unos meses antes, el libro de Ángel había sido publicado en formato digital por la editorial granadina Transbook, para cuya página el mismo Jesús Cano entrevistó a Olgoso. A continuación del video reproduzco el diálogo, con algunas ilustraciones de Santiago Caruso.





Publicado el 15 abr. 2014

Aquí mi cuarto booktrailer, esta vez de la obra "Astrolabio". Son 43 relatos de Ángel Olgoso para saborear, como exóticas frutas, uno a uno. Acompañan a los textos ilustraciones del gran artista argentino Santiago Caruso, que suele ilustrar los libros de Olgoso. Yo he aportado mi granito de arena con el guión y algún añadido gráfica a las ilustraciones originales (con todo el respeto para Santiago Caruso y para mejorar). El libro se puede adquirir en Amazon, en el siguiente enlace: 

https://www.amazon.es/dp/B00CQR2W60



ENTREVISTA A ÁNGEL OLGOSO

19/06/13

JESÚS CANO


Ángel Olgoso acaba de unirse, y es para celebrarlo, a la tripulación de esta nave virtual que se llama Transbooks. Lo hace con la versión digital de Astrolabio, uno de esos libros suyos de relatos breves que dejan al lector con la boca abierta mientras su mente surca mundos tan extraños como sugerentes. Frente a otras creaciones anteriores con un velado telón de fondo, la singularidad de esta obra radica en el deseo consciente del escritor de jugar con las palabras con mayor libertad. Y ello, como siempre, impulsado por las velas de la más exquisita fantasía.


-Astrolabio es un compendio de pequeñas piezas maestras; incluso uno de ellos, a modo de meta relato, justifica el valor de la literatura breve. 

El relato que abre el libro, Espacio, es en efecto toda una declaración de intenciones a favor del poder de la brevedad, de la prosa depurada y exigente, de su aterradora economía, de su mágica fulguración. Estoy de acuerdo con José María Merino cuando contempla las novelas como grandes planetas que se mueven pesadamente, planetas de distintos tamaños y diferente color, aunque todos se caracterizan por acarrear en su masa muchos elementos óseos y musculares y desplazarse con cierta lentitud, por muy majestuosa que llegue a ser. Alrededor de ellos están los asteroides de los cuentos, un sistema rico donde bullen cuentos de todas las formas y colores, cuentos voladores, saltarines, que se asoman y desaparecen enseguida, dejándonos una poderosa impresión de vida. Lo sorprendente -dice Merino- es la solidez que, utilizando muy pocos recursos, consiguen alcanzar esos cuerpecillos nerviosos y versátiles. 


Los relatos que componen este Astrolabio son textos independientes que no tienen común denominador alguno, no están escritos con voluntad de algo ni de ciclo que se abre o se cierra, cada uno de ellos cristaliza según la necesidad interna que gobierna su extensión, su estructura, su voz narrativa, su ritmo, de lo cual resulta -por debajo de la brevedad de todos- una abundante variedad formal. Podrían emparentarse con los “grutescos”; término etimológicamente afín al de “grotesco”, pero que remite más bien a una curiosa moda artística del siglo XVI, surgida a partir de los apuntes tomados por los artistas, a la luz de las velas, de los frescos romanos que cubrían los muros y las grutas de la Domus Aurea de Nerón. Montaigne definió los grutescos como “pinturas fantásticas, cuyo encanto radica en lo variado y lo extraño”. En Astrolabio he optado por una libertad total de enfoques, es un libro ecléctico, versátil, un pequeño caleidoscopio hecho de sueños disparatados, de relámpagos pavorosos en mitad de la noche y hasta de delicados amaneceres, un puñado de miniaturas un tanto desaforadas y fulminantes. Si Los demonios del lugar fue un descenso concéntrico y alucinado a los infiernos, y Las frutas de la luna una especie de cosmogonía con aura fatalista, casi de revelación bíblica, Astrolabio tiene una atmósfera menos oscura, su caligrafía es menos enrarecida, lúdica en ocasiones. De hecho, está muy presente el juego formal en el tratamiento de los distintos temas y formatos, como una sucesión de sensaciones físicas y placer intelectual.


-A propósito de eso. En todos tus libros, incluido Astrolabio, confluyen relatos de la más variada temática, siempre con planteamientos y desenlaces sorprendentes. 

Según parece, la versatilidad es una de las marcas de la casa: siempre he pensado que la diversidad de mundos o de texturas enriquecen cualquier libro. Y supongo que, a la hora de escribir, me aburre convivir durante meses con los mismos personajes y los mismos escenarios. Necesito cambiar cada pocas páginas. Por eso Astrolabio, en especial, es un libro poliédrico, acicateado por los retos narrativos y por la experimentación con géneros y subgéneros; un libro con el que seguí fraguando mi peculiar universo, en el que me permití zarandear un poco el cuento tradicional. El título hace referencia al instrumento de navegación y apunta, también, a la posibilidad que tiene el lector de visitar en un mismo libro diferentes latitudes geográficas y temporales, a la unión de dos magnitudes distintas (astro y labio), lo colosal y lo diminuto, la explosión y la implosión, lo ardiente y lo tibio, lo lejano y lo cercano. En él hay revisitaciones históricas, relecturas mitológicas, piezas policíacas, metaliterarias u orientales, hay paradojas científicas, epifanías, juegos con el tiempo, personificaciones de animales y objetos, experiencias místicas, placeres inefables, percepciones extrasensoriales, metamorfosis, bilocaciones… Uno de los primeros lectores de Astrolabio me comentó que le había parecido casi un menú de Ferrán Adriá, muy variado, de sabores audaces y texturas sorprendentes. Y es cierto que ese ideal de depuración, de mezcla de magia, emoción y laboratorio ha estado siempre presente en mi obra. Siguiendo con este símil culinario, a la hora de crear miniaturas poéticas e intensas me gusta retirar la aparatosa carcasa de la historia, los menudillos de la psicología y de la genealogía, la grasa de los tiempos muertos, y dejar sólo un texto destilado, donde a lo sumo aparece el tuétano de los personajes y el aroma concentrado de la atmósfera.


-Siempre has escrito relatos breves, y muchos te consideran un maestro del microrrelato pero, según has dicho alguna vez, tal término no acaba de convencerte para definir lo que haces. Parece molestarte que te encasillen y ahora incluso estás escribiendo textos más largos. 

Es cierto, últimamente estoy dejando de lado mi natural inclinación por la “brevitas”, estoy intentando trascender los limites de la brevedad y del fantástico. Durante más de treinta años he llevado con gusto ese traje, pero lo cierto es que -aunque en realidad se trata de un tejido amplísimo, inabarcable- comienzan a apretarme un poco sus costuras. Me confieso un autor de relatos literarios, sin más, que sólo intenta dar cuenta de sus obsesiones. 
Ya escribía relatos breves a finales de los setenta -mucho antes de que existiera el concepto microrrelato, del que, más que un pionero, me veo como un modesto puente entre los autores que de forma magistral aunque esporádica lo cultivaron hasta los años setenta (Gómez de la Serna, Max Aub, A. F. Molina, Gonzalo Suárez, Alfonso Sastre, Pere Calders o Ferrer Lerín) y la legión que ha venido después-; sin embargo, me gusta pensar que sólo escribo relatos, independientemente de la extensión. Al plegarme por completo a las necesidades del texto, por fuerza cada uno nace con su propia envergadura, tono y color: a veces ocupan una línea y, otras, treinta páginas, pero procuro que sean milimétricos, quintaesenciados -también los más largos-, que tengan cierta atmósfera, cierta densidad y, por supuesto, sustancia narrativa. Siempre intento aunar la precisión y belleza del lenguaje con la singularidad de la historia. Naturalmente, a menor extensión se requiere mayor intensidad, y también es cierto que el espacio acotado del “hortus conclusus” magnifica cada palabra, hace que desborden la página y sea más fácil dejar una huella imborrable en el lector. 



El hecho de que me apasione la tensión, la concentración, la autonomía radical de lo breve; el hecho de que crea que bastan pocas páginas, incluso líneas, para mostrar la esencia de algo, para agotar cualquier argumento o para emocionar, no significa que olvide que fondo y forma son inseparables, que la brevedad no es un fin, un valor en sí mismo, que hay que tratar de contar la historia, no de la mejor manera posible, sino de la única manera posible. Tengo la impresión de que la efervescencia que vive el microrrelato lo está convirtiendo en un verdadero diluvio de escoria, de sedimentos irregulares, de miniaturas inanes, de retales, de grageas absurdas u ocurrentes, de falsos relatos. Algo inevitable en la volcánica explosión de un género aparentemente nuevo, y algo lógico cuando se confunde ese género con un cajón de sastre o se identifica brevedad con facilidad de composición. Depende de lo riguroso que sea el creador. Pese a la evidente banalización (de la que avisé hace muchos años en otra entrevista), estos momentos resultan también muy interesantes: obligan a rebuscar con más ahínco, pero multiplican las posibilidades de encontrar diamantes entre las cenizas. 


-Volviendo a Astrolabio, está publicado en versión digital y por una editorial digital. Antes habías publicado algo en digital, pero en Italia. ¿Qué te parece esta nueva experiencia y que sea una empresa granadina la que la promueve? 


Con Racconti abissali -publicado en 2012 por Siska Editore en Pisa- fue la primera vez que sentí el corazón desgarrado entre mi pasión por los libros de papel y el inevitable desembarco de la edición digital. Siempre había pensado que no hay placer comparable a un libro nuevo de páginas suaves o crujientes y con su intacto olor a tinta, o a uno viejo y baqueteado que lleva entre sus guardas los pétalos secos de la sustancia de nuestra vida. Pero he acabado comprendiendo que, a fin de cuentas, lo que importa es el contenido y no el envase. En papel o en pantalla, los libros me siguen pareciendo -en palabras de Maquiavelo- el alimento para el cual vine al mundo: durante horas me olvido del mundo, no recuerdo vejación alguna y dejo de temer la pobreza y de temblar ante la muerte. Así que no puedo sino alegrarme de que Transbooks haya decidido publicar Astrolabio en ebook, algo que le otorga todas las ventajas de las publicaciones digitales, máxima disponibilidad, buena difusión y bajo precio. Y si encima se trata como en este caso de una editorial granadina, miel sobre hojuelas. 


-Y, hablando de Granada, es una ciudad de escritores, de letras, lo mismo ayer que hoy. Como autor con experiencia fuera de Granada, ¿crees que por encima de Despeñaperros se ignora la literatura granadina o es tan sólo un tópico? 

No hay duda de que vivir en la periferia contribuye a la invisibilidad, no sé si fatal o afortunadamente. Y si para escribir es importante armarse con una perseverancia inhumana, con una coraza contra la desilusión, hacerlo en provincias alejadas de la Corte lo es aún más. Durante casi tres décadas, respiré el vivificante aire del fracaso, choqué contra un muro de silencio, acostumbrado a que mis libros fueran rarezas o carecieran de distribución. Como decía Bernard Shaw, florecí antes de los veinte años, pero casi nadie aspiró mi aroma hasta después de los cuarenta. No me importó ir sumando lectores uno a uno, de forma literal, porque además de guiarme por mi individualismo un tanto feroz sólo luchaba por cada átomo de imaginación, por poner sobre el papel, de la mejor manera posible, una visión genuina de la vida. 

En Granada hay una concentración apabullante de poetas y narradores, muchos interesantes y algunos extraordinarios, que intentan someter sus sueños por escrito con un enorme grado de pasión y de talento. Es lógico que los creadores nos esforcemos por alcanzar cierta visibilidad, pero el camino principal, el que nunca debemos abandonar, es ese camino misterioso que va hacia el interior, porque -según Novalis- es en nosotros y no en otra parte donde se halla la eternidad de los mundos, el pasado y el futuro. 


-¿Qué tiene que ver escribir con ese sentimiento que llamamos libertad, tanto la personal como la colectiva? 

Séneca decía que con el libro puedes prolongar tu mortalidad, que eres libre de las limitaciones de la humanidad, que todos los tiempos están a tu servicio como al servicio de un Dios. Yo creo que la literatura, la belleza, nos consuelan, pues proponen una exquisita conciliación de las asperezas de la realidad con la idealidad del arte. Al escribir, no sólo te zambulles en las aguas miríficas de la libertad, sino que logras la satisfacción impagable de abolir el tiempo y el espacio; no sólo transcribes la realidad, sino que interpretas el mundo, subjetivas la materia, consignas los sueños, te asomas a lo más profundo de la condición humana.


En una época como la que vivimos, de recrudecimiento de la vileza humana por parte de una minoría codiciosa, insaciable, criminal; una época en que, de pronto, volvemos a habitar un estadio primitivo de la historia humana, con unos pocos depredadores alimentándose de su prójimo, sometiendo al resto de su especie sin el menor escrúpulo; una época en que el sentido común, la solidaridad, la compasión, la empatía no son aún moneda común en el planeta; en un momento en que los poderes político y económico pervierten a diario las palabras, robándoles su sentido, convirtiéndolas en vaselina de la que se ayudan para empalarnos, para hacernos tragar su discurso fascista y mafioso, es responsabilidad del escritor devolverle a las palabras su belleza, su autenticidad, su carga imaginativa, su fulgor genuino. El arte y la literatura pueden producir tanto placer como energía para afrontar -al decir de Pavese- los males del mundo. Precisamente porque la vida es muy breve, no podemos permitir que unas sanguijuelas, que unas alimañas avariciosas y traicioneras estropeen algo tan precioso y tan frágil, nos nieguen la dignidad, nos carguen de cadenas, de miedos, de incultura. Todos deberíamos tener presente ese delicioso e inquietante símil de Beda el Venerable que compara nuestra vida con el paso, a través de un refectorio bien iluminado, de un pájaro que procede de la oscuridad de un extremo y sale a la oscuridad del otro.


-Una de tus facetas más desconocidas es que eres Rector del IPG (Institutum Pataphysicum Granatensis). ¿Qué lugar ocupa en tu vida y en tu obra la Patafísica? 

A principios de los ochenta tiré del hilo de la Patafísica al descubrir la vida y obra de Boris Vian, el más fino de sus príncipes, y el que retomó el lema “Me esfuerzo de buena gana en pensar cosas en las que pienso que los demás no pensarán” de una obra menor de los dramaturgos Flers y Caillavet. En 2007, espoleado por Miguel Arnas, me animé a fundar el IPG. Durante casi dos años, en los que de manera muy grata el Instituto granadino constituyó prácticamente toda mi vida social, viví un feliz período creativo: encuentros, conferencias, un blog propio a cargo de José Vicente Pascual, la convocatoria del Premio Internacional A. F. Molina al Espíritu Patafísico (que en su primera convocatoria recayó en el dibujante y autor de los Grandes Inventos de TBO Ramón Sabatés, y en su segunda convocatoria en el poeta Carlos Edmundo de Ory), la supervisión y presentación del volumen El siglo Ubú, y la continua elevación a rango de Sátrapa Trascendente de nuevos y numerosos miembros, nacionales e internacionales, entre los que se encuentran Umberto Eco y el académico José María Merino. Después de más de un lustro de ocultación, el IPG ha regresado ahora para quedarse: hay ya numerosas propuestas; habrá también reuniones periódicas; estamos preparando una página web propia -en la que volcaré el Archivum Aethernum- y una serie de publicaciones internas, Los Escarbadientes Espirales del IPG. Al mismo tiempo, sigo procediendo a la cooptación de nuevos Sátrapas, la composición de sus cargos y la elaboración de sus diplomas.


En la vida real no me considero patafísico (he conocido a algunos que lo son de nacimiento, como el Sátrapa Andrés Sopeña) sino un simple autor de relatos, o de pequeñas construcciones imaginativas en prosa, que cree que la Patafísica y la literatura fantástica son hermanas siamesas unidas por la espalda. Ambas, armada con el pensamiento científico y filosófico una y con la imaginación artística otra, cuestionan el edificio aristotélico. Ambas estudian las excepciones y proponen soluciones imaginarias. Ambas se ocupan del universo real y de las combinaciones de sus piezas, pero también de distintas perspectivas desde el que contemplarlo e incluso de los universos posibles. Para encontrar alguna manifestación evidente de la Patafísica en mi obra hay que remontarse a Nubes de piedra, una antigua recopilación de relatos primerizos, especialmente en textos como Pulstar, El Club de los Novecientos Flautistas o China. Después, ese marcado perfume se ha ido diluyendo hasta convertirse en un leve efluvio que rodea a veces una historia. O quizá permanece en la convicción de que la estética es una de las formas más importantes de la ética: el que hace cosas bellas, hace cosas buenas. Pensándolo mejor, aunque pocos hombres pongan en práctica la Patafísica conscientemente, todos somos patafísicos desde el momento en que la singularidad hace de cada persona una excepción. En realidad todo es patafísico: hasta el mismo Universo no es más que una insignificante excepción de la Patafísica. 


7 comentarios:

  1. Hola, veo que en Casa del libro Astrolabio está descatalogado, ¿dónde se puede comprar?
    Gracias

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  2. Es cierto, Francisco, "Astrolabio" está agotado; de hecho, estoy ilustrando el libro con vistas a su reedición. De todas maneras, lo puedes encontrar como libro electrónico a través de Amazon.
    Gracias por visitar el blog. Un saludo.

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  3. Y para cuando la reedición??? Gracias. Aguardo impaciente.

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  4. Confiamos en que sea a finales de este año. Las ilustraciones ya están finalizadas. Muchas gracias por el interés. Marina Y Ángel.

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  5. Alguna novedad al respecto??
    Saludos

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  6. Sí, por fin está confirmada la publicación en febrero. La edición ilustrada de "Astrolabio" correrá a cargo de Reino de Cordelia. Mil gracias por el interés.

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