He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 25 de noviembre de 2018

Reseña de Cuentos de otro mundo en EntreTanto Magazine

Siempre es un gusto para un escritor ver un libro suyo reeditado, más aún si lo ha sido tres veces. Éste es el caso de Cuentos de otro mundo: tras ganar en 1999 el Premio Caja España y ser publicado en Valladolid, en 2003 fue reeditado por Dauro, y en 2013 por Nazarí en un volumen que puede considerarse la versión definitiva, pues recoge todos los cuentos originales, carece de erratas y se enriquece con un magnífico prólogo de Miguel Ángel Muñoz y una impresionante portada de Santiago Caruso.
Os dejo con una de las reseñas que propició esta nueva edición, la desenfadada de Luis Borrás en EntreTanto Magazine.




RECUPERANDO LA FE


Luis Borrás 


A veces la literatura nos desconcierta. Pero es mucho peor cuando nos defrauda. Cuando se convierte en un lugar al que algunos acceden por tener un padrino electricista y unos cuantos amigos palmeros. 

Podemos entonces convertirnos en camorristas o abandonar asqueados. O podemos leer para olvidar. Leer para olvidar que hemos leído. Buscar la parte de verdad que hay en todo esto y dejar que sean otros los que trafiquen con estampitas. Refugiarnos en un escritor en el que no haya mentira ni amiguismo y que nos reconcilie con la literatura. Leer a Ángel Olgoso. 

Una nueva editorial que se estrena: Nazarí, nos concede ese oportunidad reeditando sus “Cuentos de otro mundo”, un libro en el que se reúnen tres colecciones de microrrelatos: “Mundo murciélago”; “Nuevos cuentos del Folio Club” -los dos de 1996- y “Cuentos alrededor de una mesita de té en el vientre de una ballena” -de 1985-. 

Y esta vista atrás sirve para darle una nueva oportunidad a lo descatalogado y también para comprobar que la maestría de Olgoso no es algo que surgiera por generación espontánea sino que es un embrión que ha ido evolucionando, mejorando y perfeccionándose hasta convertirse en ese reconocido refugio seguro lejos de cualquier podredumbre cortesana y maniobra extraliteraria. 

Y es que las tres colecciones de estos “Cuentos de otro mundo” se presentan de adelante a atrás –de 1996 a 1981- y es posible que se haya hecho así respetando el original -no lo sé-, pero yo hubiera aprovechado la ocasión para hacerlo al revés, es decir, primero lo más antiguo y después lo más nuevo. Y lo hubiera hecho así porque de esa manera se puede apreciar -y disfrutar- mejor esa evolución en la narrativa de Olgoso de la que hablo. 

Es curioso, pero no soy muy aficionado a los microcuentos. Mi desconfianza se debe a que en general esa “nueva narrativa del siglo XXI” se ha convertido en un circo al aire libre para domingueros. Muchos llegan allí y hacen un par de trucos, unas acrobacias, unas piruetas –o lo que es peor cuentan tres o cuatro chistes- y ya por eso se creen estrellas del Cirque du Soleil. 



Y esa teoría la confirma Olgoso con los micros de “Cuentos alrededor de una mesita de té en el vientre de una ballena” (los más antiguos, los de 1981). En esta colección hay un título que le robaría: “El beso de los sonámbulos”, algunos excelentes micros como “Viejo granuja” y “Osolubaf odnum”, pero en general son bastante simplones e incluso alguno que se queda en mera gracieta. Una colección que sigue la fórmula típica de la idea ocurrente, el golpe de ingenio, el chupito y el petardo de peseta. 


En “Mundo murciélago” y “Nuevos cuentos del Folio Club” ese Olgoso veinteañero y barbilampiño a la moda desaparece y nos encontramos diez años después con el escritor reconocible y admirable. Ya no es sólo el chispazo de la idea ingeniosa sino imaginación y mucho más. Y esa evolución es la que marca la diferencia, la que hace que se desmarque de ese pelotón de –bienintencionados o vanidosos- acróbatas domingueros y -contumaces y extasiados- pajilleros. 

Y siendo las dos colecciones del mismo año: 1996, utiliza dos medidas diferentes. En “Mundo murciélago” utiliza el micropárrafo –aunque la mitad de las veces lo alarga hasta la página completa- pero los argumentos no son ya ideas simples y efectistas sino imágenes más complejas y elaboradas y con un lenguaje mucho más rico. Está ese elemento consustancial al micro: la sorpresa; pero es un destino al que se llega paladeando el trayecto. Aparece ya, desde el primero: “Samsara”, ese escritor del adjetivo preciosista y exacto al que tanto admiramos: “el ciclo de reencarnaciones –arbitrarias, maliciosas, extemporáneas- se convierte en un estigma insoportable”. Aparecen ya los temas recurrentes en su narrativa: el difícil ejercicio de la fábula (animales que piensan y hablan) si que resulte un ridículo dibujo animado; la multiplicidad y variedad argumental (el péndulo de ese exotismo escenográfico e histórico y la inquietud científica tan típicas en él); insectos y hombres en universos paralelos que conviven en éste; el reverso, la cara oculta de lo aparente; el humor, lo vulgar y lo fantástico, lo misterioso y lo aterrador; lo lírico, la mirada que se detiene y fija en lo minúsculo; lo descriptivo y su visualización: “A la luz del día polar –escasa, claustral, subsumida- contemplé las resquebrajadas placas de hielo entrechocando furiosamente”. 

Y en “Nuevos cuentos del Folio Club” están todas esas virtudes –con algún resbalón: “El pescador rojo”– en una distancia mayor que supera esa medida estándar del párrafo único para lograr una nueva, personal e innovadora versión del relato breve. 

Como dijo hace poco Menéndez Salmón en la entrevista que le hizo Antonio Fontana en ABC cultural: “…creo que hay mucha literatura banal, mucha literatura que cuenta poco o nada. Hay una literatura que, para mí, es un don; y junto a ella libros intrascendentes que son otra cosa: mercancía, aire”. 

Sí, hay algún día en el que dan ganas de volverse un camorrista o renunciar. En uno de esos días basta con leer a Olgoso para recuperar la fe en la literatura. 




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