He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

domingo, 16 de diciembre de 2018

Presentación de Los líquenes del sueño por Miguel Ángel Muñoz


Traemos hoy aquí la lúcida y lucida presentación que de Los líquenes del sueño hizo Miguel Ángel Muñoz (magnífico narrador, creador del blog de referencia sobre el cuento "El síndrome Chéjov" y, sobre todo, amigo) en la Casa de los Tiros de Granada, acompañado por Jesús Ortega y por el autor del libro. Aunque el volumen reunía la producción literaria de Ángel desde 1980 hasta 1995, Miguel Ángel Muñoz hace un extraordinario repaso y una valoración perspicaz de los libros de Ángel hasta 2010 y de su propio carácter. 
La entrada va acompañada con algunos trabajos del genio argentino de la ilustración Santiago Caruso, amigo de Ángel y que en numerosas ocasiones ha prestado desinteresadamente su impactante obra para las portadas del autor granadino.





PRESENTACIÓN DE "LOS LÍQUENES DEL SUEÑO" POR MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ


Lo primero es agradecer a Ángel la posibilidad de presentar este libro, lo cual me inquietó muchísimo, porque nunca había tenido la posibilidad -y no sé si la volveré a tener- de presentar el libro de alguien cuya literatura me había impresionado tanto. Su lectura fue para mí verdaderamente deslumbrante. Ya en el blog, en el primer párrafo de la reseña que dediqué a Los demonios del lugar, dejé claro que estábamos ante una obra maestra.


Conocí a Ángel cuando yo tenía unos veinte años, mientras estudiaba en Granada. En Ficciones, una revista en la que me publicaron un relato muy breve, vi que había un texto de un tal Ángel Olgoso. Lo leí y, no sé por qué, aquel nombre se me quedó revoloteando y no lo olvidé. Luego tuve noticias de él, sabía quién era y que era muy conocido en Granada. Hasta que un día, muchos años después, recibí un paquete con un libro, Los demonios del lugar. En aquel momento me dije “¡Ángel Olgoso!”, recordé la revista Ficciones y las referencias que había tenido de él, como la vinculación bastante fuerte que mantuvo con Almería, ya que sus primeros premios los consiguió allí con relatos incluidos ahora en Los líquenes del sueño. El libro lo dejé como una lectura medianamente futura, pero no lo leí de inmediato: uno tiene siempre lecturas pendientes. En ese momento estaba escribiendo una novela y decidí pedir una excedencia sin sueldo, para quebranto de mi economía no muy boyante. Un día en que me levanté y no tenía ganas de escribir, vi el lomo de aquel libro y me dije “voy a empezar un par de relatos y luego me pongo a trabajar”. Lo cierto es que leí el primer relato que no fue el que más me gustó, leí el segundo y no sé verdaderamente en qué momento me di cuenta de que la mañana se iba, se iba, y no había escrito nada y que los días siguientes iba a estar literalmente fascinado por ese libro. Y no exagero cuando digo que tuve esa revelación de leer algo maravilloso que uno tiene con los grandes escritores, esos que luego se le han quedado dentro a uno y forman parte de su espacio preferido. De alguna manera, sentí un extraño privilegio sin conocerlo, sin haber podido hablar con él, de poder leer este libro de un contemporáneo mío, español, granadino y al que yo había leído tantos años antes, que había escrito un libro tan maravilloso. Tuve la sensación de que la literatura de Ángel posee una característica que sólo los grandes escritores tienen, y es que sus libros queman las manos, sus cuentos arden, son incandescentes, se expanden dentro de uno de una forma en que cuando, a lo mejor, uno habla con pasión de ese cuento y otra persona lo lee y puede no gustarle, te das cuenta que es una experiencia tan personal que sólo los grandes escritores y la gran literatura son capaces de causar. No contentar a todos, pero sí que aquellos que se acercan a su obra corren el peligro de quedar literalmente absorbidos por ella. Fui leyendo sus libros, me fui ganando su amistad, porque a partir de ahí tuve la fortuna de conocerlo personalmente y me encontré su figura tímida, su aspecto cervantino, esa ternura que es evidente a medida que uno lo va conociendo poco a poco, su socarrón sentido del humor, la fina ironía que tiene de miembro de club inglés, victoriano, de esos a los que a él le gustaría pertenecer.


Conforme leía sus libros -como le comenté a él una vez- Los demonios del lugarAstrolabio (en esa maravillosa edición de Cuadernos del Vigía, quizá de los tres el más bonito) y La máquina de languidecer, me dieron la sensación de que son como una trilogía, tres obras independientes pero a la vez interconectadas. De alguna manera, creo que se han editado en el orden correcto, de forma que un libro ha ido alimentando a otro, completándolo. Para mí, Los demonios del lugar es una especie de catedral gótica, porque ahí Ángel ha metido -como si hubiera estado al borde de la muerte y se hubiera dicho tienes que hacer todo lo que sabes, tienes una sola oportunidad, hazlo- todos los estilos de Ángel y todas las posibilidades que como cuentista tiene. La máquina de languidecer sería una especie de abadía al borde del mar, frente a rocosos acantilados. Y Astrolabio sería una misión en tierra de infieles; en este libro está la gracia de lo esencial, de lo filosófico, del perfume oriental de lo zen. Esos tres libros, que son muy parecidos por ser suyos y tener sus genes, también son muy distintos pero muy complementarios.


Cuando uno tiene la suerte de ver este libro por fin editado -en la entrevista del blog ya lo comentábamos: su vida ha sido casi la persecución de este título que no lograba poner a un volumen de cuentos-, se me ocurría pensar que, después de esta trilogía que me parece maravillosa, y canónica como Jesús Ortega ha dicho, qué papel ocupan Los líquenes del sueño. Pues utilizando una terminología posmoderna que se utiliza sobre todo en el cine fantástico, Los líquenes sería una especie de precuela; esa posibilidad de contar el por qué los personajes han llegado donde han llegado, el ir hacia atrás, el ver a los héroes mucho más jóvenes. En este libro es donde está el origen de su universo y, después de una trilogía fantástica, me parecía bien que este libro existiera y se pudiera leer de una forma completa. Junto con esos tres libros -que para cualquier autor habrían sido suficientes, y que marcan su trayectoria y su mundo-, Ángel tenía siempre la obsesión de que este libro estuviera ahí. Yo creo que era porque sentía la necesidad de explicarse, de que le entendiéramos -lo que denota su prudencia-, de que comprendiéramos que esos tres libros no habían nacido por casualidad, que venían de algún sitio. Y venían de un sitio que es donde se produce la tenacidad, ese trabajo constante, ese cincelado de la palabra. Y ese sueño de la tenacidad produce monstruos, fantasmas, figuras prodigiosas, deformes, encantadas, mistéricas, victorianas, figuras de un universo paralelo que nos concediera una dicha más grande que las que procura este mundo imantado por el agotamiento, mundo que Ángel siempre contempla con un pesimismo muy lúcido que me temo es inalterable ya, y no tiene solución.


Ángel siempre narra el caos, le gusta hablar del choque de los universos, de la expansión devoradora de los soles que nos alumbran, le atraen esos agujeros negros que más que nuestro destino son nuestro origen. Y, sin embargo, nuestro caótico Ángel se moría por poner orden en su obra, por explicarse, por compartimentarlo todo, porque no quedaran esos libros diseminados en ediciones desperdigadas. Este libro -más ese otro que me parece una maravilla, Cuentos de otro mundo, y que espero que algún editor se anime pronto a recuperarlo en una edición mayoritaria- que forma esta precuela, tiene su propio sentido, su propio lugar en este dibujo. Quizá en este libro y en lo que representa está la creencia de Ángel en cierta esperanza, en su apelación a que la literatura nos puede dar una sensación de orden, que allí donde al mismo tiempo se habla de caos, de lo fragmentario (el cuento siempre busca ser más breve, más condensado), allí donde está todo eso también puede existir cierta apariencia, falsa apariencia, de orden.


Quería también mencionar rápidamente el hecho de que la trayectoria de Ángel no le haya llevado al lugar que le corresponde, que no tenga la fama que debería tener. La fama es la que es y no hay que darle más vueltas. Todos sabemos que los cuentistas están condenados a ser leídos por legioncillas de lectores, porque hay un problema de la difusión del cuento en el que no vamos a entrar ahora. Si además de ser cuentista, uno se llama Ángel Olgoso y ejerce como tal, la esperanza de romper los límites de la incipiente legioncilla de lectores de cuento se plantea como algo quimérico. En España no se compran libros por devoción o se lee por amor a la literatura o por curiosidad -algo importantísimo- sino que la mayoría de los lectores funcionan como los asesinos en serie, por imitación, los lectores se llaman Vicente y van donde va la gente. Ángel Olgoso está en otra categoría, afortunadamente para él. Pero a pesar de eso, del carácter minoritario del cuento, que creo que va a cambiar, aquí donde ven a Ángel, tan tranquilo, pausado y meditativo, tiene alma de líder de secta, de miniaturista de la belleza que linda con lo raro, como demuestra su aproximación a lo fantástico. La verdad es que pienso que no debe ser fácil ser Olgoso, convivir con sus pesadillas y su perfeccionismo extraño. Nosotros somos afortunados porque, no siendo Olgoso, podemos llegar lo más cerca de ello que es posible sin provocar ningún daño a nuestra salud: podemos leerlo. 



Para ir acabando, estoy completamente seguro -y se lo he dicho a él- que el canon literario español dentro de cuarenta años recogerá los libros de Ángel y sus cuentos como una de las obras más majestuosas de nuestra época. Para entonces, este tiempo ya no será nuestro tiempo, y Ángel Olgoso será un provecto anciano de aspecto mefistotélico y voz de ultratumba. Para entonces, Olgoso tendrá la sensación del deber cumplido y el universo ya fabricado, al fin, y dejará que los planetas que son sus libros echen a volar, orbitando solos por este universo negro y a la vez luminoso. Mientras tanto, seamos pacientes nosotros, abramos sus libros, démosle a su autor una cariñosa bendición. Al fin y al cabo, admitámoslo, no es fácil ser Ángel Olgoso -ya lo he dicho- aunque, eso sí, leerlo sea una auténtica gozada.

Jesús Ortega, Ángel Olgoso y Miguel Ángel Muñoz durante la presentación

3 comentarios:

  1. Hola, Angel, que presentación más bonita acabo de leer, me das envidia sana, que daría yo para que alguna vez hablaran de mis escritos la centésima parte de como hablan de los tuyos. Desde luego hablan maravillas porque te lo mereces, eso está claro. Enhorabuena, y no me canso de decir: Gracias por haber nacido para la literatura.

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  2. Gracias a ti, querida amiga, por esa frase tan rotunda y tan reconfortante. Mucho ánimo con tus escritos, seguro que te darán tantas alegrías íntimas como las que de vez en cuando me dan los míos.

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