Comparto la reseña que del libro "Haikulinario" de Marta López Cuartero escribió Ángel Olgoso, recién aparecida en el último número de la revista Quimera (nº 437, mayo 2020).
EL MUNDO FLOTANTE Y LOS ALIMENTOS TERRESTRES
Era cuestión de tiempo que el haiku y la estética 'foodie' se encontraran. Y el resultado -exquisito, variado, evocador- no podría ser otro que este 'Haikulinario', elaborado y condimentado por Marta López Cuartero, bióloga con experiencia en la Escuela de cocina Hofmann y escritora, cuyo libro 'Salmonetes rojos', que combinaba narración, haikus e ilustraciones, ya anticipaba este volumen, esta armoniosa paleta de sabores y palabras, este perfecto maridaje entre la poesía tradicional japonesa -con su imprescindible elemento estacional o 'kigo'- y la cocina mediterránea. Minako Takahashi aporta la guarnición al traducir cada uno de los haikus de Marta a ideogramas verticales y a su transcripción 'rōmaji'. Este menú de esencias y sensaciones ceñidas a las diecisiete sílabas se presenta siguiendo el itinerario de mesa, atendiendo a los sabores primarios, tipos de corte, condimentos, fondos, cocciones, salsas, masas y -en un arriesgado pero coherente movimiento- a los platos elaborados, receta incluida.
Dicen las malas lenguas que el haiku es el soneto de los vagos y el terceto de los pobres pero, con su conciencia alerta ante lo inmediato, rastreando indicios, Marta logra la iluminación a través de la sencillez y la brevedad, a través de una poesía que, sin alzar la voz, aspira a retener el instante más que la secuencia, a alimentarse de diminutos asombros. Sus poemas brotan hechos de fragancia y brillo, entre lozas y paladares. Al saborear estos haikus culinarios, el lector ha accedido quizá sin saberlo a la atmósfera serena, suave y silenciosa del 'ukiyo' (mundo flotante), viviendo sólo para el momento, inclinándose en sus versos más hacia las pequeñas ondas de placer que hacia las melancolías de la existencia. Al degustar lo inefable que hay en los alimentos terrestres y en sus combinaciones, el lector no puede dejar de pensar que el sensual Pla -para el que el ajoaceite era una cuestión ontológica- hubiera aprobado esta fusión de literatura y vida, en que se repasan inspiración y técnicas de cocina, elaboraciones y mercado, especias y hierbas aromáticas, vino y café, donde los cocineros "trazan las estaciones en cada plato" o "modelan el vaho con la humildad natural de un paisaje". La sensibilidad de Marta López Cuartero, sus esmeradas texturas, sus contenidas imágenes, sus depuradas ligazones mentales, hubieran hecho también las delicias de gastrónomos imaginativos como los añorados Álvaro Cunqueiro o Néstor Luján. Marta hace degustar al lector "el viento sabroso" del umami, el "nuevo vestido" de lo que ha sido marinado, el "brillo de estrellas" de lo glaseado, la "vaina de ensueños del chantilly"; le muestra cómo "se desliza la quilla" en el corte emincé, cómo el "sol del verano da sombra en la espesura" del almidón.
Era cuestión de tiempo que la generosidad implícita en el acto de cocinar se maridara con la generosidad crocante de la creación artística. En palabras de Jeong Kwan, monja budista y chef, "la creatividad y el ego no pueden convivir. Si te libras de las comparaciones y de una mente envidiosa, tu creatividad aumenta hasta el infinito. Al igual que el agua brota de una fuente la creatividad brota de cualquier momento. No debes ser tu propio obstáculo". 'Haikulinario' -que requiere como cualquier lírica esencializada un estado de calma propicio para su lectura- podrá gustar a los exploradores gastronómicos de tendencias culinarias, a los 'sherpas' de los sabores, pero todos los amantes de la poesía y la belleza podrán apreciar y deleitarse con esta muestra de una forma volátil, con esta humilde celebración de los milagros cotidianos y de los fugitivos bálsamos del mundo.
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