Comparto la estupenda reseña que el crítico y escritor Luis Cerón (Luis Traspié) publicó en la revista Kopek sobre la reedición de Astrolabio de Ángel Olgoso (Reino de Cordelia).
ASTROLABIO A UN SINFÍN DE MÁGICA TRASLACIÓN LITERARIA
Luis Cerón Marín
No muchos autores españoles despiertan una atención rimbombante en los lectores. Y los que lo hacen se debe, en gran medida, a que cultivan los géneros en prosa ‘mayores’, tales como la novela y el ensayo. Porque de no ser así, el escritor se ve abocado a permanecer escamoteado, oculto, ante sus hermanos más demandados. Es, por tanto, que éste ha de hacerse valer de otros factores que redunden en la importancia y singularidad de tal género. Este, efectivamente, es breve, pero no por eso deja de ser intenso y pleno. Hay escritores –y escritoras- que abordan el relato breve –y el microrrelato- con una distinción y entrega que, a buen seguro, no desmerecen la atención debida a la composición de los demás géneros literarios en prosa. Con todo, hay editores y grandes grupos editoriales que los tienen en su catálogo. De entre todos ellos, vamos a tratar a uno que responde a este respecto.
Ángel Olgoso (Granada, 1961) es un escritor clave para entender la concepción del actual cuento escrito en castellano. Entre otros títulos, ha publicado Los días subterráneos, Nubes de piedra, Granada año 2039, y Breviario negro. Todos ellos son libros de relatos, si bien Olgoso ha cultivado, también de forma breve pero igualmente entregada, otros títulos, tales como Nocturnario, un libro ilustrado por él en el que101 autores dan cobijo literario a sus 101 collages, y Ukigumo, un pequeño poemario en el que el autor da rienda suelta al haiku.
Con esta publicación de Astrolabio (2020), Reino de Cordelia reedita el título homónimo de 2007 y 2011, respectivamente, si bien en esta ocasión el título está acompañado de las ilustraciones bitono de la poeta y artista cultural chilena Marina Tapia (Valparaíso, 1975), cuya huella ayuda a explicar el sentido de los microrrelatos, o, también, sirven de grato entrante para degustar -aún más- el jugo del exquisito aperitivo que sugiere el texto. Sea como fuere, ambas muestras tipográficas conforman un gran combo literario.
Astrolabio es la segunda parte de la “trilogía involuntaria” del autor granadino, junto a Los demonios del lugar y La máquina de languidecer. En este libro, Olgoso aúna el mejor concepto descriptivo con una alarde incesante de imaginación desbordante, en el que el elaborado maridaje entre ambos -entre mensaje y estilo o fondo y forma, sumamente imbricados- transmite al lector un texto muy suculento. Si este es profano, le supondrá un efecto novedoso y atemporal; si es avezado en las lides mitológicas, surrealistas, oníricas y patafísicas de Olgoso, a través de la sazón culinaria de sus relatos, celebrará su alumbramiento como agua ansiada de mayo. En suma, el receptor literario no permanecerá indiferente ante la lectura -y relectura- de este libro.
Cierta disección astrolábica
De entre los variados ejemplos de microrrelatos -y demás entes micro y macrocósmicos plasmados en este faro estelar-, podrían servir como disección literaria y divulgativa cualquiera de los cuentos aquí expuestos. Cualquiera podría subrayar la detención temporal que supone su apreciación. Ninguno de ellos, en suma, dejará al lector inerte de perspicacia. En Espacio se nos muestra la inmensidad del ámbito condensada en “tres líneas”. El autor nos ofrece un lienzo misceláneo en el que los entornos erráticos y la fauna salvaje dominan el cuerpo del pequeño relato. Todo en él transcurre de forma circular; toda la acción acaece como la pescadilla que se muerde la cola, al igual que “una tenia infinita”. El sino continuo discurre constantemente cual escarabajo pelotero. Con ello se le ofrece al lector una sucesión de acontecimientos que irrumpen de una manera abrupta y desenfrenada, en caos. Finalmente, Olgoso exhorta al lector “hasta enterrarlo” de supuesta asfixia apolínea, exasperándolo esgrimiéndole un final resignado. En La cámara Limehouse, Olgoso nos brinda cierta vertiente patafísica, cualidad escogida -y degustada- por el autor, por y para muchos de sus cuentos. Pues bien, en esta particular oda al absurdo, y tras una introducción de lo más original, el texto nos va trasladando a una atmósfera de corte futurista -nada que ver tiene con el Manifesto de Marinetti, pero sí con el H.G. Wells de La máquina del tiempo-. En este microrrelato todo se nos pone patas arriba. Todo efecto mostrado en la forma es caótico. Pero, al mismo tiempo, nos anima a reflexionar sobre nuestras conjeturas hacia el Más Allá. Esta es una especie de moraleja -y coda- que anida en esta estancia, un “dépliant rigurosamente ilustrado”, denodada a través de una gran disquisición gráfica. Con ello, Olgoso pretende hacernos olvidar “ese miedo atávico que ha sentido siempre la humanidad” ante esta cuestión, tan amplia como harto compleja de exponer. Artículo genuino describe el canto enarbolado por el escritor a un objeto tan cotidiano como es el ventilador, un simple artefacto motorizado y con aspas, concebido para calmar el ardor de las noches de estío, en las que conciliar el sueño se antoja un tanto complicado. Durante el pretendido descanso, el susodicho aparato nos refresca a base de “lengüetazos” oscilantes e invariables, expelidos en su fragor espacial a lo largo y ancho de la estancia, procurando la pax noctis ansiada. En el Gabinete de falsos de Jean-Baptiste Colbert se nos disecciona un oasis paradisíaco anhelado, tan deseado como deseante cual ideal Barataria. Dentro de ella, Mme. de Brissac trata de convencernos de la imposibilidad de hallar un mero atisbo lógico. O sea, viene a decirnos que desistamos de buscarle siquiera un solo pie al gato; expone, en suma, que todo es “en vano”, y que el ir más allá supondría enfrentarse a lo insulso y a lo azaroso del absurdo.
Concluyendo, cabría decir que ha sido un acierto por parte de Reino de Cordelia retrotraer este título de Ángel Olgoso, un libro microcósmico con el que dispersarse del mundanal ruido. Este Astrolabio permite aproximarse a la literatura breve de una manera pausada y alejada del fárrago frenético del mundo editorial, transportando al lector a un mundo mágico, agreste, translúcido y, por ende, literariamente transparente, en el que evadirse sin tener presente el transcurso del tiempo.
Luis Cerón Marín
(Granada, 1977). Licenciado en Filología Hispánica, es profesor de ELE y crítico literario. Está especializado en las literaturas española e italiana. Ha sido finalista del I Concurso de Poesía Homenaje a Gustavo Adolfo Bécquer (ArtGerust, 2015). Asimismo, ha cultivado el relato en varias antologías así como en su primer libro publicado, Retazos granadíes (Ediciones PG, 2019) bajo el seudónimo de ‘Luis Traspié’. También es un apasionado bibliófilo y un filólogo sediento. Podría decirse que se traslada en el tiempo gracias a la lectura.
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