He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

sábado, 19 de enero de 2019

Astrolabio ilustrado (13)


Con este dibujo sobre Las barbas del cielo doy por concluido el proyecto de Astrolabio ilustrado, aunque he guardado una sorpresa: los dos retratos, de Ángel y de una servidora, que irán en el libro. Durante estos dos años de trabajo creativo con sus imágenes he podido degustar más a fondo unos relatos poéticos, imaginativos, especiales, que fueron -hace ya más de un lustro- mi puerta de entrada a la obra de Ángel Olgoso. Agradecemos a Roberto Martínez Mancebo los audios con los que ha ido enriqueciendo estas entregas. Os mantendremos al tanto de la publicación de Astrolabio.






LAS BARBAS DEL CIELO 


La colmena rebosa de miel nueva. Una muchedumbre de abejas -disciplinada república en palacio de oro- bulle entre los panales: se secreta cera, se calafatean paredes, se sellan alvéolos, se alimenta con polen a larvas y ninfas en un ir y venir de obreras y nodrizas, en una agitación de guardianas y machos fecundadores, en un zumbar inagotable y perfumado alrededor de las celdas. De pronto, abriéndose paso a través de las unánimes tareas y de los muros vivientes de la multitud, una abeja sale a abastecerse de néctar, se lanza contra el globo luminoso del mediodía, pero esas dos praderas cuajadas de flores ahí abajo son -hoy- ejércitos que combaten entre sí y estremecen la tierra con el estruendo de los cañones, con los asaltos de la caballería, con las cargas de fusilería de los pelotones. Momentáneamente aturdida, la abeja no encuentra los cálices generosos en fermentos, no escucha el canto de fiesta del espliego, del malvavisco, de la ajedrea, no reconoce las tapicerías maduras y embriagadoras del verano. Las miles de facetas de sus ojos laterales reflejan, en cambio, los fogonazos que prenden a intervalos las masas móviles de las tropas, las corazas golpeadas, los penachos ensangrentados de los dragones, la ascensión de las humaredas, los caballos pataleando con el vientre abierto en tierras de labor, la furia de los avances y la desesperación de las retiradas. A ciegas, hambrienta, amenazada por la confusión, los clamores y el olor de la pólvora, la abeja revolotea impunemente sobre una colina, duda si desnudar su aguijón, se debate en la ceniza del aire, añora imágenes familiares de campos ahora devastados, recuerda el sabor del silencio, su felicidad pura, antes de regresar sin víveres a la colmena, al febril y aglomerado reino protector donde a nadie importa a favor de quién se decantará la batalla de Waterloo.

2 comentarios:

  1. Con que sencillez has descrito, desde mi humilde punto de vista, lo poco que nos importa a los seres humanos la continuidad del hombre. Algo tan simple como la destrucción de un campo de flores puede ser el fin de vida.

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  2. Muchas gracias por tu comentario. Creo que la clave está justamente en el punto de vista, en la perspectiva, en el solapamiento de dos realidades ajenas. Un abrazo.

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