He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

martes, 27 de mayo de 2025

Una delicia el nuevo libro de José Luis Gärt, “La dama de Amberes” (Entorno Gráfico Ediciones), y no sólo para melómanos. Comparto el prólogo que tuve el privilegio de escribirle:



<<Monterroso pensaba que la buena narrativa tiende por lo general a la sátira, que en el fondo de todo buen novelista o cuentista hay alguien con un látigo. Es la misma idea de Gorki de que el escritor debe estar siempre contra la sociedad. La obra de José Luis Gärt -autor de novelas, de relatos, de heterofactos y de obras de teatro estrenadas o publicadas- es también la de un hombre en desacuerdo absoluto con su época, y sus textos suelen derivar casi siempre en reflexiones que trascienden el marco argumental, en formatos que transgreden las convenciones académicas. Sin embargo, ”La Dama de Amberes” posee la engañosa apariencia de una novelita histórica, el narcótico encanto del folletín bien temperado. Pero la conmovedora historia de amor entre Andreas y Eunice, de su lucha contra el demonio del opio y contra la crueldad del prójimo, va más allá de la vida y viajes del pelirrojo suizo Andreas Vogel; del milagroso talento musical de aquel joven pastor que abandonó las montañas -donde sólo había improvisado cancioncillas en una flauta- en busca de la instrucción del maestro veneciano Girolamo Kapsberger; que nunca conocería los secretos del pentagrama pero era capaz de improvisar composiciones de un encanto magnético sin igual, de arrancar a la tiorba con funda de pieles de conejo que le fabricara el luthier Zacarías Gaillard, gitano errante, arpegios inconcebibles, melodías que detenían el tiempo y la respiración, “belleza a raudales, belleza sin palabras, belleza indiscutible y objetiva”. Va más allá del ‘Descensus ad Inferos’ de la jovencísima expósita y mulata Eunice Lemaitre, de cristalina voz.

La música es una experiencia que elude el lenguaje y se resiste a la comunicación. Para Gärt, ”aunque las palabras puedan caber en la música, ésta no puede ser albergada en el interior de las palabras”. No obstante, quizá lo mejor, lo más extraordinario de esta ‘nouvelle’ -aparte de su final descolocador, dinamitador- sean las sensuales descripciones que nuestro autor logra de los efectos de la música en los afortunados oyentes, cómo se apodera de ellos desde el primero al último compás, cómo les sobrecoge, cómo les hace levitar, cómo les deja sin aliento, el estado de abandono en que los suma el contrapunto de ‘aquella cascada de hermosura’, de aquellos requiebros de amor, de aquellas palabras que no existían, de aquello que deja en su alma la última nota, “la nostalgia de los paraísos perdidos”, “un vuelo de ensueños, un turbión de aguas que me arrastraban hacia abismos infinitos, hacia lo más profundo de mi interior. Aquellos sonidos eran puro opio”. Evidentemente, el arte sin una relación con lo invisible, con el misterio, es letra muerta. Y la música, ese arte invisible, inmaterial, que “nace para morir, para evaporarse en el instante”, es un arte efímero y misterioso, como nosotros y nuestra memoria.

Mención aparte merece Pieter Hofmannsthal, el Holandés, ‘deus ex machina’ de esta novela, comerciante naval inmensamente rico y dueño de La Dama de Amberes, “uno de los mejores navíos que surcaban el océano Índico, cuyas bodegas transportaban a Europa el opio más refinado que circulaba en los mejores fumaderos”. Un personaje descreído, incapaz de conmoverse o llorar, sentado en su trono capitoné, alguien que parece hecho de la misma sustancia que el tiempo, capaz sin embargo de valorar el singular portento de Vogel, la excelsitud de aquellas notas sin partitura, de aquella tiorba dotada de magia. La música como moneda de cambio. El oro del arte por el barro del comercio, un lujo inefable por otro mostrenco. Durante una semana, cada noche, a oscuras según las instrucciones del Holandés, exclusivamente para él, el suizo se propondrá arrebatarle los sentidos con una música que sólo está en su cabeza, una música que nadie hasta ahora había escuchado, una música que poseía sabor, una música adictiva capaz de extraer gemas de alegría y tempestades de dolor. “El valor de lo improvisado debe quedar en el instante”.

Apunté antes que José Luis está en desacuerdo absoluto con su época, que abomina de unos tiempos depauperados y resecos como la piel de Eunice tras su paso forzoso por los burdeles, unos tiempos zafios y desangelados que malversan la imaginación y la belleza. Y lo deja bien claro en el sorprendente cambio de punto de vista de un final desatado, un final que revienta a placer la premisa y las costuras de la trama, un final donde la idea se vuelve carne y viceversa, donde se desarraiga literalmente al lector. Así como en el listado final de dedicatorias a lo más fino de la civilización, representantes todos del arte musical en los siglos XX y XXI. Ya lo dijo Tennessee Williams, el artista es el pájaro en la mina.

Resulta curioso -pero no extraño- constatar la coincidencia en las librerías de dos cartas de amor a la música, de dos apasionadas declaraciones por parte de dos melómanos, entrañables e ingeniosos amigos y enormes escritores: una reciente, “La novena” de Miguel Arnas Coronado, y esta ”La Dama de Amberes” de José Luis Gärt. Ambas novelas son ”una suerte de reflexión sobre el misterio de la existencia, la grandeza de la creación o simplemente la espiritualidad en sí misma”.

Suba el lector sin demora a bordo de La Dama de Amberes, navegue sobre el hálito invisible hacia la Arcadia, vibre con las armoniosas notas que destiló aquel prodigio de Vogel (chaconas, madrigales, lamentos, sonatas, tarantelas o motetes), “sobrecogido ante la enorme grandeza de aquella pequeñísima música”, testigo privilegiado y completamente ausente de este mundo, “como si la última nota dejara en el aire una pregunta sin respuesta”>>.



viernes, 23 de mayo de 2025

Entrevista en Todoliteratura.es acerca de "Estigia"

Comparto esta entrevista en todoliteratura.es a propósito de “Estigia”.


-¿Qué es “Estigia”?

Estigia es el tercer volumen temático, de un total de seis, de mis relatos completos. Como los anteriores, ha sido publicado por la editorial leonesa Eolas en su colección Las Puertas de lo Posible. Lleva una portada de Jaime Lechuga Rodríguez del Castillo y un prólogo de la maestra del microrrelato en español, la argentina Ana María Shua. En este libro el lector podrá encontrar una larga serie de mementos mori protagonizados por suicidas, resucitados, fantasmas, vivos dados por muertos, vivos que ignoran que están muertos, muertos tímidos, muertos que se niegan a serlo o que dan testimonio de su estado; asistirá a velatorios y rituales singulares, muertes sorprendentes y miedos cervales, asesinatos bíblicos y cementerios planetarios, reencarnaciones y organizaciones de posteridad, enterramientos erróneos y escenas bélicas extremas; se topará con despojos y reliquias, un barbero de difuntos y un mar de los muertos, el eterno retorno, etc. Aquí están agavilladas, de entre las setecientas que escribí en cuarenta años, todas las ficciones que se acomodaron a ese escenario sombrío, desde lo más metafísico a lo más físico, desde la ironía a la sátira, desde lo macabro a lo mítico y simbólico. “Estigia” es mi personal y modesto Oficio de Tinieblas, que demuestra que la muerte ha sido, sin duda, uno de los temas más recurrentes en mis relatos. Tal vez, en torno a este asunto primordial, estén los mejores logros, o al menos creo que es ahí donde pude esclarecer un poquito más la condición humana, su trascendente fugacidad.

-El gusto por lo sombrío parece haber sido una marca de la casa...

Es cierto, hasta mi último libro de relatos, “Devoraluces”, siempre ha predominado una querencia y un respeto por lo extraño y lo insólito, por la morbosidad del ‘Romanticismo negro’, por la oscuridad luminosa, y el tema de la muerte es el más sombrío de todos, el mayor misterio, el último acto y a la vez el único argumento de la obra. Este es el humus de “Estigia”, el terrible problema de una creación cuya vida se asienta sobre la muerte. Todos los escritores están obsesionados, de una forma u otra, con la Gran Oscuridad, con La que Acecha, seguramente porque es un elemento irracional en un cosmos racional, como decía Gödel. Con el tiempo -y sobre todo a la hora de reunir y espigar estos relatos- me he dado cuenta de que la muerte es un tema que me provoca, que me incita, que me obsesiona de una manera casi lorquiana, porque siempre está ahí como una sombra, rodeándote sin que te des cuenta, una presencia en sordina y, cuando de pronto se repara en ella con un escalofrío, uno se siente como perdiendo pie, como tanteando en lo oscuro. Pero también los lectores tienen en vida relación con lo fantasmagórico, están como los autores en contacto con espectros impalpables: los personajes de ficción. Además, al igual que los arquitectos de la antigüedad grecorromana al diseñar un edificio, mi objetivo siempre ha sido el estupor; como aquellos, yo también he querido asombrar, sorprender e involucrar a los que entran, transmitir emociones fuertes poniendo una gran atención y cuidado en la creación de todos los detalles.

-Como ha señalado antes, en el libro asoma el humor. ¿Reírse de la muerte ayuda a relativizarla?

Cómo soportar la vida si no. Es imprescindible para poder ir tirando. Nuestro cerebro nos protege de la locura con la imposibilidad de pensar cada día en la proximidad de la muerte, ya que la extinción, al ser paradójicamente el centro de la vida, nos acompaña como una sombra. El arte en mi caso proviene de los sueños y de las visiones, pero también de las fricciones con la realidad, de donde saltan las chispas del absurdo, del escalofrío o del humor. Soy un escritor tanto microscópico como telescópico: adecúo la lente a cada historia, a veces los detalles dominan la narración y otras el fondo, la visión de conjunto. Es decir, intento contar historias que nos representen a cada uno de nosotros, a la humanidad en singular, pero también a todos como especie. Y el humor -negro en este caso- es una herramienta poderosa, fresca y empática de la que me valgo con frecuencia (en especial en los textos escritos durante los ochenta y noventa).

-¿Son quizá el arte y el amor los únicos contrapesos de la muerte?

Lo tengo clarísimo. Quien no goza de ningún tipo de creencia religiosa (la fe se nutre de la desesperación, del dolor y, como principal activo, del miedo a la muerte), toma conciencia más aguzada de lo azaroso, de lo efímero, de que seamos una casualidad pasajera, una máquina de languidecer (metáfora que creé para titular mi libro de cien microrrelatos en el año 2000). Por eso soy más de la opinión de Leonardo da Vinci, "la belleza perece en la vida pero es inmortal en el arte", y de contemplar a la creación artística o la dulzura de los afectos humanos como sustitutos viables de la eternidad. La muerte es exponerse al vacío; y cada uno entretiene la espera a su modo: trabajos, familia, solidaridad, consumo, codicia, aficiones varias, los viajes, las pantallas o la algarabía ensordecedora de las redes sociales. Yo tengo la suerte de convivir con Marina Tapia y de progresar en la propia poética, aunque eso conlleve el peligro de encerrarse en un mundo demasiado personal.

-¿La realidad es lo único que mata?

Básicamente. Ya sabemos que todo muere aquí, incluso las estrellas. Y ya lo aclaró inmejorablemente Cicerón, “la vida entera es una preparación para la muerte”. Escribir estos relatos me permitió hacerme preguntas, reflexionar sobre esa carga: la angustiosa incertidumbre de no saber qué vendrá después. También sobre las infinitas formas en que el ser humano (única especie consciente de su finitud) va al encuentro de la muerte. Benjamin decía de manera preciosa y emocionante que, en la literatura, el lector puede calentar su vida helada al calor de otras muertes. Tal vez el narrador sea el único que puede bajar hasta el Hades como Orfeo y sacar de allí a todos los demás, relatando la memoria passionis humana, su alegría o su sufrimiento, su respirar en el mundo. Creo, en definitiva, que las historias combaten con fiereza la muerte, la postergan de algún modo al escuchar la voz singular de cada hombre, al hacer que por las palabras circule la sangre. Incluso las historias que tienen calidad de ganga apuntalan nuestros pies en la vida. Aunque, claro, no conviene olvidar que el arte es revelación y conocimiento, transfiguración de la realidad, y no sólo estética y sentimientos.

-¿Tiene sentido la vida sin la muerte?

La atroz indiferencia de la muerte y el sinsentido de la vida parecen estar unidos indisolublemente. Supongo que hay que aceptar los retos de la vida dentro de los límites de la muerte, el hecho de que nuestros cuerpos no sean más que castillos de arena. Pero, al igual que Elías Canetti alzó su puño contra la cosa que verdaderamente más odiaba, su enemigo la muerte, y hasta intentó escribir un libro titulado “El libro contra la muerte”, a mí personalmente también me hiere la imagen del hombre como estrella fugaz, que brilla apenas un instante y se desliza enseguida hacia lo oscuro. Me subleva la imagen de esa dama democrática que a todos iguala -ideal barroco del justicia y venganza simbolizado en el género de la vanitas-, de esa Gran Señora que calumnia a la vida y se lo lleva todo, me indigna que se nos imbuya la muerte como un hecho natural, como el fin de un ciclo individual. ¿Para qué hacer entonces cosas hermosas?, podríamos preguntarnos.

-¿No será la muerte simplemente el otro lado?

Esa explicación supone una verdadera tentación, un faro inesquivable que me ha atraído durante décadas: la muerte no es nada. Sencillamente, un lugar donde recostar la cabeza y descansar, una rutina metódica e inexorable, el eslabón de una cadena sin comienzo ni fin. O, todo lo más, un simulacro de misterio, como sostenía Cioran. Pero tampoco es que un servidor sea médico, eclesiástico o documentalista, sólo un pobre escritor al que le gusta adobar artísticamente la realidad en crudo con la que nos tenemos que enfrentar. Sí, prefiero creer que el arte penetra mucho más allá que la teología o la ciencia especulativa, conseguir una intensidad exacerbada mediante el artificio, sentir que la realidad no se agota en aquello que el ojo no puede ver. Lo único claro es que la muerte parece ser lo único que le baja los humos a una humanidad arrogante, y la otra certeza es que nuestro mundo contemporáneo no sabe qué diablos hacer con la Parca. Ya ni siquiera se oye doblar a las campanas. Ni tanto ni tan calvo: en el siglo XIV aparecieron manuales para bien morir, y el amortajamiento y la conducción del cadáver se convirtieron en ‘la gran gran obra de arte’ del siglo para concluir en el XV en el culto a lo macabro. Supongo que, más allá de su burocracia y escenificación, del maquillaje superficial del luto y los ritos funerarios, sigue habiendo ahora una angustia ante la muerte propia e intransferible, un remordimiento por la crueldad infligida o por los gestos de amor omitidos, y una culpabilidad de dejar solo al cadáver del ser querido con su muerte fría y perenne.

-¡Qué lugar ocupa “Estigia” entre los libros que esperan turno?

Tras “Estigia”, confío en que se vayan publicando con regularidad los tres siguientes volúmenes temáticos de mis cuentos completos: “Holobionte”, relatos sobre el prójimo y la sociedad, que ya atesora un prólogo de Raúl Brasca; “Ánfora”, relatos de ambientación histórica; y “Maelstrom”, relatos acerca de lo fantástico y las manifestaciones culturales. Espero, además, que pronto se edite por fin “La sombra de la sombra. Microrrelatos completos (2020-1978)”, libro que recopila absolutamente todos los micros, incluyendo algunos inéditos, y que cuenta con un prólogo de Manuel Moyano, situándolos en su contexto, y con un desopilante y original epílogo de Carlos de la Fé. Pero me hace especial ilusión la inminente publicación -por parte de la exquisita y heterodoxa editorial Libros del Innombrable- del primer volumen de una nueva etapa híbrida, miscelánea y fronteriza, “Madera de deriva”, liberado ya del corsé de la ficción.

sábado, 17 de mayo de 2025

Cuatro relatos de "Estigia" en Amanece Metrópolis

Muchas gracias a Ana Fúster por cobijar en la revista cultural digital Amanece Metrópolis cuatro relatos breves pertenecientes a “Estigia (Eolas Ediciones).



DESIGNACIONES

Levantó una casa y a ese hecho lo llamó hogar. Se rodeó de prójimos y lo llamó familia. Tejió su tiempo con ausencias y lo llamó trabajo. Llenó su cabeza de proyectos incumplidos y lo llamó costumbre. Bebió el jugo negro de la envidia y lo llamó injusticia. Se sacudió sin miramientos a sus compañeros y lo llamó oportunidad. Mantuvo en suspenso sus afectos y lo llamó dedicación profesional. Se encastilló en los celos y lo llamó amor devoto. Sucumbió a las embestidas del resentimiento y lo llamó escrúpulos. Erigió murallas ante sus hijos y lo llamó defensa propia. Emborronó de vejaciones a su mujer y lo llamó desagravio. Consumió su vida como se calcina un monte y lo llamó dispendio. Se vistió con las galas de la locura y lo llamó soltar amarras. Descargó todos los cartuchos sobre los suyos y lo llamó la mejor de las salidas. Mojó sus dedos en aquella sangre y lo llamó condecoración. Precintó herméticamente el garaje y lo llamó penitencia. Se encerró en el coche encendido y lo llamó ataúd.


OCÉANOS DE CENIZA

Contraviniendo las normas jurídico-botánicas que rigen la ornamentación de cementerios (según las cuales nunca han de sembrarse en ellos especies vegetales capaces de ofrecer productos comestibles), he plantado árboles frutales de vivos colores orillando la tapia norte de nuestro minúsculo camposanto montañés. ¿Será por eso que ahora contemplo, espantado, esos frutos que cuelgan de sus ramas, cerúleos, helados, horrendos, como bulbos híbridos, como homúnculos o creaciones imperfectas y caprichosas exudadas de las esencias sacras de nuestros antepasados? ¿Será por eso que crecen con tanta reciedumbre, como si buscasen una perduración plena, ayudados por la sangre que vuelve?


LOS BUENOS CALDOS

En la anochecida, cuando el extraño pasó a nuestro lado, le abrimos el cráneo con el grueso sarmiento que usamos en estas ocasiones. Un solo golpe, certero y sin rabia, nada más. El sombrero que el desconocido llevaba requintado en la cabeza rodó como a diez pasos. Mi hermano lo levantó del almagre y se lo puso en la suya. Sería un buen año aquel. Encendimos el candil. Su luz hizo rebrillar las palas. Nos remangamos y estudiamos con curiosidad el cuerpo durante unos segundos antes de enterrarlo al pie de una cepa, primorosamente, bien encamado en la hondura, como manda la tradición en vísperas de vendimia, para que su sangre retinte las uvas, para que su cecina nutra las raíces y rice los pámpanos, para que sus huesos den vigor a esta tierra requemada por la calígine y pongan a crecer el viñedo hasta que corran los jugos, nobles, únicos, virtuados por su secreto fermento.


EL ESPEJO

El barbero tijereteaba sin descanso. El barbero afilaba una y otra vez la navaja en el asentador. Clientes de toda laya acudían al local, abarrotándolo. El barbero manejaba las tijeras, el peine y la navaja con velocísimos movimientos tentaculares. Ser barbero precisa de unas cualidades extremas, formidables, exige la briosa celeridad del esquilador y el tacto sutil del pianista. Sin transición, el barbero despojaba a la nutrida clientela de sus largos mechones, de sus desparejas pelambres, señalizaba lindes en el blanco cuero cabelludo, se internaba en sus orejas y en sus fosas nasales, sonreía, pronunciaba las palabras justas, apreciaciones que sabía no serían respondidas, mientras los clientes miraban sin mirar el progreso de su corte en el espejo, coronillas, nucas, barbas cerradas, sotabarbas, patillas de distinta magnitud, luchanas, cabellos que planeaban incesantemente en el aire antes de caer formando ingrávidas montañas: el barbero nunca imaginó que el pelo de los cadáveres pudiera crecer con tanta rapidez bajo tierra.

martes, 13 de mayo de 2025

Prólogo de "Viajes y otros desatinos"

Comparto el prólogo que escribí para el espléndido libro colectivo “Viajes y otros desatinos” (Ed. Támesis), y que presentamos en la Feria del Libro de Granada. Un volumen versátil que merece la pena, relatos físicos y mentales, alegres y melancólicos, horizontales y verticales, con equipaje y sin él, relatos sensoriales, solidarios, panorámicos, existenciales, relatos que hacen viajar hacia fuera y hacia dentro.



<<Tenemos entre las manos una incitadora invitación a otros mundos, a latitudes distantes, un canto de amor a las travesías, a los tránsitos interiores, a los trayectos misteriosos o confortadores de los libros, como lo es “Bookcrossing”, el relato que abre irónica y atinadamente esta obra colectiva de título a la vez rotundo y sugestivo, este pasaporte a treinta y siete jugosas expediciones: Londres, Milán, Papúa, Argentina, un pueblo de Castilla, pero también a la añoranza de la infancia, de la juventud y del amor, al ‘refugio ansiado, confortable, del hogar’.

”En lugar de Rocinante, aviones y autobuses”. Puede que los meros desplazamientos sean el inevitable signo de los tiempos, no obstante el lector seguirá hallando en estas páginas el fuego inextinguible del viaje. Turistas, sí, pero además viajeros, caníbales, emigrantes en pos de raíces nuevas, antigüedades engañosas que abolen el tiempo, niñas convalecientes que viajan con la imaginación. En sus historias, los trenes tienen el olor de un animal milenario, los rayos de sol son orugas de oro, las ancianas huelen a jardincillo, se cumplen las ofrendas a la Pachamama, Lorca aún está vivo en un hotel de Lanjarón, las gárgolas parlantes salen a planear por las noches sobre París, el perfume aletea alrededor de una persona como gaviotas tras un barco de pesca, un perrillo alegre se interna en una profunda comunicación con la especie humana como en una deliciosa escaramuza...


Es este un cuaderno de viaje completado a veinte manos por diez amigas letraheridas (integrantes por cierto del Laurel de la Azotea, civilizado y urbano grupo literario que se reúne en Granada), una bitácora de huidas, de encuentros, de anhelos, de despedidas, de umbrales enigmáticos que hay que cruzar. Sus personajes deambulan o vuelan literalmente, son parasitados por el paisaje, luchan contra las limitaciones o las convenciones, se orientan en el espacio ancho del campo o se desorientan en el angosto de un ascensor, algunos no comprenden que ‘las mujeres también somos seres viajeros y sexuados’, otros rompen el cerco e intentan escapar de las redes de citas, compromisos y proyectos, de las lianas de relaciones humanas a veces asfixiantes o lóbregas, del vértigo oscuro de uno mismo en busca del silencio, la soledad y la calma, o sencillamente del simple crisol natural del mundo.

Sorprende la calidad sostenida de todas las piezas narrativas, así como su versatilidad, todo ello hará del lector un nómada dichoso y entregado: la elegancia expresiva y psicológica de María Ángeles Barrionuevo, con ese cálido espíritu de los cuentos de O. Henry; las originales perspectivas de Carmen Bedmar, con sus enfoques secuenciales y panorámicos; la melancolía existencial de Ana Burgos, como si recogiera las pavesas del tiempo entre sus dedos; la brevedad luminosa de Elvira Cámara, con su mesurado exotismo; el detallismo sensorial de Isabel M. Martos y su buena mano para la evocadora descripción de los olores y para reproducir el gracejo del habla popular; la naturalidad y la realista espontaneidad de Luciana Montemezzo; la erudición irónica y cosmopolita de Ana Morilla; el clasicismo memorialista de Rosario Pérez; la potente intensidad de Alicia Ruiz, de orden social o sideral; y el erotismo poético de Marina Tapia, capaz de encender al lector ‘como la zarza que vio Moisés’.


En la mixtura vivificante de este volumen están contenidos los tres sabores del té: el primer trago (según se nos dice en “Cenizas”), suave como la vida; el segundo, dulce como el amor; el tercero, amargo como la muerte. Porque este libro habla también del viaje sin retorno, con sus marchas inesperadas o injustas. Y del desazonador viaje de la edad, de las huellas del paso del tiempo y de las enfermedades sobre los cuerpos y las vidas. Quizá sea la curiosidad por lo que está lejos, por lo que permanece fuera del alcance, la indagación del prójimo, de ‘lo otro’, la piedra imantada que ha guiado a las creadoras a componer al alimón esta espléndida gavilla de relatos. Puede sin embargo que el estímulo haya partido del azar -‘la forma en que funciona la vida misma’-, o tal vez del amor, sobre todo el amor a los libros y a la gente, puesto que es bien sabido que el mundo se sostiene en él.

Como se nos informa en “Archibald, le chef rôtisseur”, los korowai -que se creían los únicos habitantes de la Tierra- se comían a los viajeros al creerlos espíritus malignos que habían tomado la forma de seres humanos. El lector no corre tal peligro al acercarse a este volumen; más bien al contrario, como mínimo podrá llenar varias horas de ‘una alegría inesperada y tenue’, incluidos el humor y la nostalgia. En cualquier caso, en esta miscelánea escrita íntegramente por mujeres cada una de las autoras opera enriqueciendo y fortaleciendo los textos de las demás, multiplicando las emociones, acumulando visiones y moldes audaces, logrando que convivan en estrecha compañía lo sórdido y lo doloroso, lo grácil y lo mordaz con imágenes de belleza, solidaridad y ternura inefables.

Al parecer, hace más de cien años, cuando las señoras de París iban a la ópera solían detenerse a comprar patatas asadas, que colocaban en el interior de sus manguitos para evitar así, durante la representación, el frío propio de una sala grande sin calefacción. Como el esponjoso tejido de aquellos manguitos, estoy seguro de que tras leer “Viajes y otros desatinos” nuestra mente y nuestro corazón guardarán el calor de estas historias mientras asistimos, a la intemperie, a nuestra propia representación en el vasto e inclemente recinto del mundo>>.



sábado, 10 de mayo de 2025

“De repente, ¡oh belleza!, canta el verderol”

Un gusto colaborar con mi relato “La muerte desordena” en el volumen antológico “De repente, ¡oh belleza!, canta el verderol”, obra poética e internacional sobre la naturaleza. Esta propuesta, coordinada por el escritor Pedro Luis Ibáñez Lérida, nace del proyecto Encuentro Letras Celestes en colaboración con la Diputación provincial de Sevilla, el consistorio de La Puebla de los Infantes y la Sociedad cooperativa andaluza Virgen de las Huertas.  Como la anterior antología, “Mueve la voz Amor de mi gemido”, se puede acceder libremente al archivo digital íntegro de la obra en el siguiente enlace:
https://drive.google.com/file/d/1OE5c6Tg8HuNm34ihtdzMwKHCwlxW7CDU/view?usp=sharing


“«De repente, ¡oh belleza!, canta el verderol» contiene más de ciento sesenta autores de diversas nacionalidades y edades, componiendo un rico mosaico internacional e intergeneracional de  los cinco continentes, con miradas realmente esplendentes de belleza reflexiva, inteligencia sensible, evocación emocionada, frescura aliviadora y conciencia fortalecida. La mayoría de los autores han colaborado con aportaciones inéditas. De ahí que no se indique salvo si no es así. Adicionando a la obra la hondura y el valor de ese primer amanecer con su lectura. A esta edición se incorporan poetas visuales, aportando un fondo de belleza consciente que nos interpela en primera persona. La palabra y la imagen aliadas en el fondo y la forma para desarrollar la caligrafía en el cuaderno de dos rayas: reflexión y emoción. 
  La publicación es no venal con la clara intencionalidad de su amplia difusión sin ningún tipo de cortapisas. También lo es digital por lo que procura de reducción de papel y otros aspectos contaminantes. Así por los aspectos ventajosos que supone su remisión a lectores de latitudes lejanas y a los que, siendo más cercanos, puedan replicar generosamente a otros, en esa tarea de conspiración silenciosa que nos hermana en la lectura.
  La edición es sencilla y adolece de numeración al uso. Su concepción es un todo sin referencias nominales a través del convencional índice. Lo es de expresión comunitaria, aunque singularizada y personalizada por cada autor. En ella conviven escritores fallecidos y vivos”.