A pesar de que Ángel Olgoso ha sido siempre un escritor discreto, casi huidizo, acaba de aparecer en Granada Hoy esta divertida entrevista (selfie incluido) que le ha hecho el periodista y también escritor Andrés Cárdenas, centrada sobre todo en la literatura y en la Patafísica. Y aunque Ángel siempre ha estimado un arte hoy poco cultivado, el de desaparecer, me consta que, al menos en este caso, ha cumplido de buena gana -incluso disfrutado- esos a menudo penosos menesteres que obligan a hablar de uno mismo.
-¿Cómo estás, Ángel?
-Un caballero nunca deprime a sus amigos contándoles sus pejigueras, pero ahora que nadie nos oye te puedo confesar que me siento a la vez indecentemente feliz y trastornado, es decir, lo que sucede después de que pase sobre ti un tornado.
-¿Sabes? Yo también me he apuntado a lo breve. Ahora hago entrevistas por guasap en las que exijo repuestas cortas.
-Es que la esencia tira mucho. Aunque ya hace treinta años que un pajarito me dijo que no hay que confundir la brevedad con la facilidad. Oye, ¿no será ésta una de esas entrevistas?, lo digo porque no tengo Whatsapp…
-A ti no te será difícil contestar sabiendo que eres un maestro del relato breve.
-Que conste que también he escrito relatos de treinta o cuarenta páginas. Esas condenadas etiquetas parece que las pegaran con Loctite.
-Antes que seguir, ¿qué es la Patafisica?
-La cabeza ya no me da como para reincidir en el intento de definirla: tendrás que leer las quince páginas de mi “Aproximación imposible a la Patafísica”.
-¿Cómo se te ocurrió fundar el Institutum Pataphysicum Granatensis?
-Echaba de menos un conciliábulo de gente imaginativa, libérrima, extravagante, ingeniosa, sin obligaciones ni dobleces, que desconfiara del conocimiento aristotélico y se mofara -de una manera vivificante- del saber tradicional. Tardé diez años en decidirme, hasta que Miguel Arnas me dio un empujón.
-Por lo visto a lo que hay que aspirar en la Patafísica es a ser sátrapa trascendente, ¿no?
-En la Ciencia de las Soluciones Imaginarias no hay que aspirar a nada. De hecho, la Patafísica no sólo es una disciplina declarada de inutilidad pública, sino una excepción del mismísimo Universo. Si éste dejara de existir, la Patafísica proseguiría su camino sola e imperturbable.
-Dicen los expertos que también eres un maestro del relato fantástico.
-Siento decepcionarlos: no soy maestro de nada (quizá sólo de nefelibatismo, de andar con la cabeza en las nubes), me gusta pensar que me limito a expresar aquello que quiero decir de la mejor manera posible.
-Hay quien te ha comparado con Borges.
-Sí, con el tito Jorge Luis, con papá Franz (Kafka) y con el abuelo Edgar (Poe): una prueba más de la cercanía del fin de la civilización.
-¿Te consideras un autor de culto?
-Más bien un autor o-culto, más invisible que el Hombre Invisible. Siempre me he justificado diciendo que se puede ser sin ser percibido, pero en el fondo es jodidillo. Preferiría menos culto y más lectores.
-¿Hace falta mucho cuento para andar por la vida?
-Para andar por la vida basta con haber nacido y poseer el usual par de extremidades inferiores. Para sobrevivir a la vida, me temo, hace falta mucho más que cuento.
-¿Nunca te ha apetecido escribir una novela?
-Ni se me ocurriría: comparada conmigo, la Esfinge es una charlatana. Además, no me gusta perder por completo el hilo, ni necesitar un plan de batalla para levantar un texto, y prefiero que la llama creativa arda al rojo vivo.
-¿Te encuentras mejor en la realidad o en la ficción?
-La realidad quizá sea un buen lugar para pasar una temporadita, pero no para quedarse a vivir en él. Aunque según qué circunstancias y compañías, puedes convertirlo en un rinconcillo muy grato. Sin embargo, al fin y al cabo, ¿qué es lo mejor de todo? Aquello que no existe.
-¿Las palabras tienen sabor y olor?
-Obviamente. La literatura es como el cine: en la pantalla la realidad parece más real que ella misma. Bigger Than Life.
-¿Dónde encuentras tú las palabras con sustancia narrativa?
-Con proverbial dificultad en el fondo de mi magín, a la izquierda, segundo estante empezando por arriba.
-¿Estás preparando un nuevo libro?
-Llevo más de tres años ultimando el nuevo libro de relatos, “Devoraluces”, como un horizonte que nunca se alcanza. Pero hace que transcurra el día.
-Has dicho por ahí que escribes con mucha brevedad por cortesía al lector.
-También por eso, pero en realidad sólo escribo bajo las condiciones que me impone cada historia cuando me apunta en la sien con su pistola.
-De estar en twitter tendrías un montón de seguidores.
-Lloro en las noches de invierno lamentándolo.
-Te he buscado en Facebook y he visto que tienes una página de la que no te ocupas ¿Te llevas mal con las nuevas tecnologías?
-Suele incomodarme caer atrapado en una red y la exposición pública de intimidades. Pese a esto, el amigo e ilustrador argentino Santiago Caruso se empeñó en hacerme una página de Facebook, que descubrí horrorizado a posteriori. Y Marina Tapia, con su primorosa generosidad, acaba de crearme un blog de lo más interesante. Cuando algo se ha tomado la molestia en ocurrir es mejor considerarlo inevitable.
-Cuéntame en dos líneas un cuento que no le hayas contado a nadie.
-Los escritores no entendemos de literatura más de lo que las aves entienden de ornitología.
-Cuéntame una anécdota divertida que haya pasado durante las Reuniones Estacionales del I.P.G.
-Cualquier acto de presencia de Andrés Sopeña o de Gärt. La interpretación a capela, por parte de todos los Sátrapas, del Himno del Regimiento de Camellería Pataphysica. La defenestración de un servidor mediante golpe de estado incruento, mi alivio, y mi resignación al ser repuesto como Rector cinco minutos después.
-¿Qué tengo que hacer para ingresar en el Instituto patafísico?
-Bien fácil: sobornarme con un jamón de 24 meses de curación que lleve como vitola un billete de diez mil agapitercios, moneda patafísica.
-Uno de los libros tuyos que más me gustan es “Almanaque de asombros”.
-Me asombra que te guste y al mismo tiempo no me extraña nada: la mezcla del castellano del siglo XVI de aquella gavilla de rarezas y portentos con las ilustraciones de Claudio resultó, en verdad, deliciosa.
-Una vez fui a la presentación de un libro tuyo y no te presentaste. ¿Es que se te olvidó?
-La invisibilidad es la condición esencial de la elegancia. Y la timidez, de esas cosas que los dioses, en su sabiduría, hicieron pero se olvidaron de decirnos por qué.
-Termina este microrrelato: Cuando desperté….
-El Frente de Liberación de Enanos de Jardín todavía estaba allí.
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