Siempre es un gusto leer y poder compartir una opinión tan sincera, profunda y a la vez minuciosa hecha por un lector. En este caso un lector ávido, atento a los detalles, que busca conexiones entre las piezas de los libros de Ángel Olgoso y afinidades con otros autores, un lector con una mirada no tecnicista, sino limpia e impresionable. He querido compartir esta valoración porque, como escritora, sé que resulta de lo más estimulante para un autor conocer la opinión de los lectores. Aquí presento sólo un resumen de las 27 páginas en las que Roberto comenta exhaustivamente Astrolabio, cuento por cuento. Aprovecho esta entrada para agradecerle públicamente su ingente y magnífica labor: la grabación de centenares de relatos de Ángel, muchos de ellos con música y efectos sonoros, que va colgando en Ivoox, junto con audios de conferencias y presentaciones olgosianas. Su gesto tan generoso y poco común me conmueve. Gracias, amigo.
Santiago Caruso
ASTROLABIO, POR ROBERTO MARTÍNEZ MANCEBO
Para mí Astrolabio es un libro enigmático. No es un libro que “se haga presente” con facilidad; sin embargo, cuando me vienen a la mente relatos, veo que muchos de ellos se encuentran en Astrolabio. Creo que se podría definir como un “libro etéreo”, que está rodando constantemente la cabeza, pero sin materializarse (ahora que lo pienso, quizá un buen libro sea precisamente esto). Muchos de sus textos representan perfectamente la concreción y capacidad evocadora del relato, frente a la disgresión generalista y redundante de la novela.
“De pronto, aunque es mediodía, cae la noche”, se dice en El papel. En el fondo las personas somos animales de rutinas, y todo aquello que, involuntariamente, nos rompa esa rutina o trastoque el ritmo al que estamos acostumbrados, nos produce cierto vértigo o cierta inquietud. Esa aceleración del relato, del ritmo, esa inquietud, hace que también nosotros sintamos la misma tensión del protagonista al tratar de recomponer el papel.
Los relatos de Ángel Olgoso son una inmersión directa y brutal en lo fantástico, en mundos donde todo es posible, pero la forma de narrarlo, de hacérnoslo sentir y vivir, hace que parezca que todas esas imposibles posibilidades se puedan materializar en este mundo. Es como si se expandieran o difuminaran sus límites, haciéndonos partícipes de esos otros cosmos o posibilidades (de manera muy resumida, puede que esa sea la finalidad de la literatura fantástica, pero creo que muy pocos autores lo logran hacer de la forma en que lo hace Ángel). Esta idea se pude resumir perfectamente en una de esas frases que me parecen magistrales, perteneciente a Historia del rey y del cosmógrafo: “la madera no le vedó el paso” (un amigo mío diría “esa frase pide mármol”). Cómo, con esas siete palabras, con esa personificación, comienza un mundo mágico, nuevo, fascinante, en la que a partir de ahí todo es posible.
Algo que se pone de manifiesto en prácticamente todos los artículos o críticas que leo sobre la obra olgosiana, es la variedad de registros, temáticos, técnicos, etc. Para mí, sin duda, esta variedad enriquece los libros. Se podrá tener mayor afinidad por un tipo u otro de relato, por un enfoque u otro, pero creo que en todos sus libros cada narración depara nuevas sorpresas. Esa riqueza de temas, de enfoques, de matices, imposibilita una sensación de hartazgo. Al contrario, cuando acabo los libros de Ángel siempre pienso que había hueco para más, que la riqueza con la que presenta los temas hubiera dado para muchísimas más historias, y que uno siempre descubriría aspectos nuevos. Relatos como Los bajíos, por ejemplo, engrandecen la propia mitología, la amplifican, la llenan de matices de una manera sencillamente genial.
Alejandro Bello Ayala
Otro rasgo característico suyo, las enumeraciones, está presente de forma magistral en El lamento del dinosaurio. Me fascina esa descripción minuciosa y precisa, esa concreción que se va ampliando hasta alcanzar aquí uno de sus grados máximos. La reescritura de los mitos, el dar voz a aquellos que tradicionalmente no la han tenido, el aportar nuevos puntos de vista, nuevas perspectivas, está presente en el angustioso pero impresionante La ciénaga. El rasgo fundamental de la poesía de los relatos de Olgoso se siente más abiertamente en Las nubes, otra maravilla de relato en que tras un inicio verdaderamente precioso, las enumeraciones hacen que el lector poco a poco vaya identificándose con esa nubes y acabe sintiendo el final como una afrenta personal. Y cómo olvidar esos títulos que son un relato en sí mismos: Será como si no hubieras existido, o Si mi cabeza cae, historia inmersa en una aureola de incertidumbre, de indeterminación que hace que durante toda su lectura se tenga que contener la respiración. Me gusta la forma de ir cercando cada vez más la visión, desde el lo más amplio a lo concreto hasta llegar a nosotros mismos. O esos relatos magníficos que -como El vuelo del pájaro elefante- tienes que leer dos veces seguidas para intentar descubrir el juego y la sorpresa final que encierra. Ese es otro de los aspectos que me maravillan de los relatos olgosianos: puedes saber de qué tratan, ubicarlos en el tiempo, en el espacio (si ello es posible), conocer a los protagonistas y el fin de los mismos... pero siempre acabas sorprendido, bien por la trama, bien por el final, bien por el enfoque o la perspectiva con la que se cuenta. Véase Tributo, El incidente Avellaneda, Todas hieren, El eremita, Caballeros de los puentes, Venablos o En el lagar. La verdad es que es absolutamente admirable.
Me parece espectacular la forma que tiene Ángel de describir con muy pocas palabras, con una precisión deudora de una gran exactitud terminológica, y su facilidad para la creación de metáforas e imágenes verdaderamente bellas. Aunque imagino que detrás de todo esto se esconde una ingente cantidad de trabajo.
Los guardianes del trueno es uno de mis relatos favoritos, no solo de Astrolabio si no de todos sus libros. No sé ni explicar por qué me apasiona este relato, pero para mí tiene una atracción especial, hipnótica. Hay ciertos libros que releo todos los años (convengo con Borges en que el placer no está en leer sino en releer), y entre ellos se encuentra la que para mí es una de las obras cumbre de la Literatura, La historia interminable. Pues bien, este relato es mi historia interminable particular: quiero visitar el Palacio del Presente, quiero ver la clepsidra del Ministerio de la Adivinación, quiero saber el porqué de la isla de los perros, y sobre todo quiero yo también coger un arco y abatir a la tormenta.
Las barbas del cielo, El flautista mágico, Artículo genuino y Perikhoresis teológica son claros ejemplos de la facilidad de Ángel Olgoso para plasmar perspectivas o puntos de vista en los que generalmente uno no piensa, ya sea de seres vivos o de objetos inanimados a los que es capaz de “animar”. Creo que la verdadera realidad aumentada está en la imaginación, en los libros y en lo que de ellos se deriva. Por eso, relatos como De Il Corriere della sera dejan un regusto melancólico. Y es que, junto con los sapos y los príncipes encantados, lo que en cierta manera está desapareciendo también es la imaginación y la fantasía.
Si una vez leído Claudicación es inevitable esbozar una sonrisa por la situación, y quedar pensando en cómo hemos vuelto a ser sorprendidos de una manera espectacular, en La impunidad de los sueños no puede dejar uno de admirarse de lo que Ángel es capaz de hacer con el lenguaje, cómo lo amolda a una determinada circunstancia para que nos representemos otra distinta, cómo lo modela, como juega con él. En numerosas reseñas se le define con toda justicia como un orfebre del lenguaje, debido a su formidable precisión terminológica (algo que debe ser fundamental en un buen escritor de cuentos), pero en relatos como éste va incluso un paso más allá. Por cierto, la expresión “trabazón apendicular” es memorable.
Me encanta la inseguridad que presta Olgoso a lo que percibimos como real, cómo descoloca al lector para que no dé como segura, incluso, la realidad del propio cuento. Que el propio relato sea una realidad que genere incertidumbre, inseguridad. Así ocurre en el estupendo El pez que no había oído hablar del agua.
Domenico Remps
Cuenta atrás: No creo que se pueda concentrar en menos palabras toda una vida. Uno de esos relatos que te hace volver a leerlo un par de veces, y en el que cada una de esas frases se puede expandir de manera indefinida. Inevitable unirlo con otra joya suya, el relato Conjugación, incisivo y lacerante. Y cómo no mencionar aquí el que para mí es una verdadera obra de arte de los microrrelatos: Confirmación. O Más que humano, otra muestra más de la capacidad olgosiana de forjar una historia incluso a partir de frases hechas.
La influencia del azar en diferentes aspectos de la vida está presente, de modo palpable, en La quinta extinción, donde sería la prueba definitiva. Siempre he pensado que es una mera cuestión de azar el hecho de que estemos aquí, juntos en esta pelota y en este tiempo, y que debería ser motivo de celebración constante. En este y otros muchos textos de Astrolabio se vuelve a poner de manifiesto esa otra perspectiva que nos regala Ángel, ese punto de vista inédito y amplificador que siempre sorprende.
Desde aquí quiero darle mis más sinceras gracias por los ratos de felicidad que me hacen pasar sus relatos.
Victor Delhez
Etereo, esa es la palabra correcta. Y sin embargo, no hay palabras que puedan representar lo que uno experimenta al sumergirse en los relatos de astrolabio.
ResponderEliminarGracias por pasarte por aquí, amigo Gart. Sí, creo que Roberto ha puesto por escrito lo que muchos pensamos sobre la obra de Ángel (no sólo de Astrolabio). Igual que tú has hecho en tus magníficas reseñas y presentaciones.
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