He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

sábado, 29 de noviembre de 2025

Entrevista sobre "Madera de deriva" en la revista ExPERPENTO

Comparto la entrevista sobre “Madera de deriva” que Reyes Muñoz, directora de ExPERPENTO, me hizo para el número de otoño de esta revista de cultura y ocio que forma parte del circuito cultural independiente desde 2004 (“Ejercemos el canibalismo cultural. Somos y comemos cultura”). Tiene edición en papel en numerosos puntos de distribución, y descarga y visualización en su web.




<<ÁNGEL OLGOSO: [MADERA DE DERIVA]

La vida quiere que lea “Madera de deriva” en medio de un debate nacional en torno al objeto de la literatura. Resoplo y agradezco que existan sellos que publican a Ángel Olgoso. La red me explica que el granadino es uno de los maestros españoles del relato breve y de la literatura fantástica; y él, en uno de los textos del libro, recuerda el día en que «el secundario» de Borges —Bioy Casares— lo nombró su secundario.

--¿Qué es “Madera de deriva”? ¿Los restos de un naufragio o la balsa improvisada? ¿Son cuentos guardados en un cajón que vienen ahora a salvarte; o son escritos actuales para salvarte en momentos concretos? («resplandor de lejanos incendios», dices en algún lugar).

Es una obra híbrida, un ‘collage’ literario que juega con los límites, los moldes y las etiquetas. Un caleidoscopio lleno de textos fronterizos y de fervor por la literatura. Un libro que transita por senderos desusados, un libro de prosas apátridas en el sentido que le dio Ribeyro, donde he disfrutado practicando el contrabando de géneros. He de aclarar que —a pesar del título— estos escritos no son restos de naufragio sino piezas forjadas con toda premeditación, con la intención de elucubrar libremente y hasta sus últimas consecuencias, con respeto por la inteligencia del lector y por la lengua.

--El humor melancólico es resiliencia contra la tristeza, o llevado a tu libro, besos de fantasma…

Hace cuarenta años, el humor de mis relatos comenzó siendo negrísimo, sarcástico, un tanto bárbaro, macabro incluso. Supongo que el paso del tiempo ha ido afilando dientes y garras y, ahora que uno va entrando en lo que Umberto Eco llamaba delicadamente momentos aurorales de la senectud, el humor se ha vuelto por fuerza más melancólico. El escritor, que entre otras cosas es un augur que puede leer los signos y las señales de su tiempo en cielo y tierra y en las entrañas de los seres vivos, refleja lógica y primeramente los cambios que se operan en sí mismo.

--Hay mucho de «a la fuerza matan» en «Suerteesquiva», que me lleva a una de las citas que incluyes en el inicio: «Lo más difícil del mundo es hablar de uno mismo sin exasperar al prójimo. Una confesión solo es tolerable si el autor se disfraza en ella de pobre diablo». Las citas del principio son mucho más que frases que te gustan, ¿no?

Entre los setecientos relatos que escribí en el pasado, y como buen defensor a ultranza que he sido de la imaginación, apenas si se cuenta una docena basados en experiencias propias, pero a partir de “Madera de deriva” —influido también por la fatiga de las formas literarias, por mi pereza y mi deseo de librarme del apretado corsé de la ficción, por ese hambre reciente y circundante de realidad— me estoy volcando un poco más en la tensión entre el yo y el mundo exterior, siempre mediante una vibración discreta. Por lo cual este libro es, en cierta forma, un autorretrato indirecto. Y sí, acostumbro a valerme de las citas más idóneas como pórtico de mis libros, una epigrafía que pienso que sirve para dar pistas, indicar el camino y enriquecer conceptualmente la obra.

--Viajamos contigo por Chile. ¿Sacaste fotos con el móvil? ¿O esas son tus fotos?

Si no hubiera sido escritor me hubiera gustado ser fotógrafo. Saqué cientos y cientos de fotos en Chile (la ocasión, la naturaleza, las intervenciones en los espacios abiertos o urbanos, la gente, lo merecían de sobra), y al mismo tiempo iba tomando algunas notas que posteriormente, ya en Granada, usé para escribir esa crónica austral que me dicen ha quedado bastante viva y plástica, teniendo en cuenta que es la primera que escribo. Aunque en “Madera de deriva” hay además otra crónica de un viaje más cercano a Cabra, en la provincia de Córdoba, que se asienta literalmente sobre fósiles. De ahí el título de esta excursión en el tiempo, «Caminando sobre el Mar de Tethys».

--La pregunta de moda estos días es para qué o para quién escribe un escritor (que no un escribidor). Tú dedicas muchos cuentos a personas concretas, el libro completo se lo dedicas a tu hijo Ángel… ¿a quién regalas los cuentos que no tienen dueño?

No sé los demás, yo en principio para mí mismo. Como un gusano de seda que va hilando poco a poco palabras de la mejor manera posible hasta crear un capullo armónico y autónomo. Si luego le sirve al lector para hacerse con él una cálida prenda, miel sobre hojuelas, pero el compromiso primero —y más honesto— debe ser con uno mismo y con el material que segrega. No obstante, al mismo tiempo me seduce la idea de que el escritor, el artista, tenga al menos una función, en este caso sagrada: la de dar comida de lo que no existe para que la gente se alimente. En cuanto a las dedicatorias, es de bien nacido ser agradecido: dedicarles un texto a los amigos me parece una manera humilde de corresponder su generosidad. Ciertamente, da la impresión de que los cuentos sin dueño quedan un poco huérfanos, pero confío en que los adopte algún lector.

--¿Qué pesa para que zanjes un párrafo (o casi, casi, una estrofa con sus versos)? ¿La ética o la estética, o las dos? (Parafraseando a Makinavaja, el último poeta).

Más que la ética el fondo, porque la literatura es fondo y forma, pero sin forma no hay fondo. O, como decía Rémy de Gourmont, la esencia es esencial, y la forma es formal, pero la forma es la formalidad de la esencia.

--Me gustaría que me dijeras qué son los asterismos de la constelación de la Osa Mayor. He pensado que pueden ser un futuro libro o un libro inacabado (para el que faltaron fuerzas).

Son textos curiosos extraídos de la corriente humana de los siglos. Una especie de ampolletas de sorpresas, una serie de pequeños viales conteniendo la mixtura de lo extravagante, de lo erudito, de lo ignoto, del despropósito, de la noticia curiosa. Estos caprichos —con frecuencia en contacto con lo que no acertamos a ver o con lo que no existe— están organizados al desgaire, en coordenadas informales, al modo de esas estrellas menores que se conectan mentalmente a líneas, a patrones, a figuras astronómicas de vida efímera.

--En la nota y el dossier se dice que has virado tu carrera literaria en “Madera de deriva”… ¿Hay tanto volantazo como el que se publicita? Porque hay mucho de literatura fantástica, pero de la de Borges y secundario —Bioy Casares— de quien se te nombró secundario. (Apunté «Vino de viña submarina»).

Me temo que ese golpe de timón es totalmente real. Tras cuarenta años cultivando la ficción, el Romanticismo Negro, la narración de la extrañeza y de lo insólito en la estela de Poe, Kafka o Borges, y aunque ya había experimentado con los relatos y jugado con los límites de su territorio, la hibridación me ha ido pareciendo cada vez más sugestiva, un verdadero espacio de libertad. Esta nueva época creativa va dando textos libérrimos, más vivenciales y alérgicos a la trama: la unidad estética reside en la voz del autor y en la tela de araña conceptual con la que merodea en torno a los temas. Por otro lado, resulta inevitable que no pueda zafarme de golpe de toda una vida de fabulación, y que la dicción, los modos, los motivos y los registros propios sigan permeando en alguna medida los textos posteriores.

--Sabía que Borges consideraba las novelas un género innecesario. Me suena haber leído en el libro algo así como «el género de los chismosos»… (no lo apunté). ¿Qué piensas tú de las novelas?

Juan Ramón Jiménez pronunció una sentencia demoledora que pocas veces se tiene en cuenta: basta lo suficiente. En efecto, nada vale por sus dimensiones. Hay muchas novelas admirables, incluso alguna perfecta, pero también bastantes que son pellejos hinchados de viento, de genealogías interminables, de tiempos muertos, de lugares comunes, de reiteraciones, de detalles intrascendentes, de multitudes errantes, de hechos que se enroscan y desenroscan como una tenia infinita. Los lectores, en general, prefieren todo eso; la cómoda velocidad de lectura de las novelas, quedarse a vivir en una historia inacabable y en una misma época. A mí siempre me ha parecido más sugestiva y enriquecedora la posibilidad de diversificar la atención, de vivir muchas vidas en un solo libro de narraciones breves e independientes, de sufrir audaces, limpias, veloces y estimulantes emboscadas, de cambiar de escenarios y personajes cada pocas páginas.

--Iba a terminar el cuestionario con «Dulces huestes», pero la marea me lleva a «Glosario». ¿Cómo quieres que leamos el libro? Diría que es un libro-disco, que se lee del tirón o se lee por caras, o se lee por canciones…

Al tratarse de una miscelánea, hay libertad absoluta para barajar los textos. El libro-disco es un magnífico símil. También podría serlo la bodega de un barco con su cargamento de exóticos ultramarinos. O el clásico jardín de flores curiosas, en el que el lector puede pararse de vez en cuando a coger alguna flor extraña, a meditar sobre lo efímero del mundo o a oler el aroma acre de remotos incendios del pasado. Óscar Esquivias, en su encantador prólogo, lo califica de zoco oriental. Y Jesús Ortega, en la presentación granadina del libro, de laboratorio de ideas. Quizá también venga a cuento ahora aquella afirmación de Bernardo Atxaga de que todas las cosas raras están en el corral.

--Con muy pocas nociones sobre el tema, me gustaría que me dijeras hasta dónde te llega la patafísica. Y si te debemos tomar en serio.

Personalmente, hasta lo más profundo del tornillo sinfín de la espiral. Y, epifenoménicamente, la Patafísica, la Ciencia de las Excepciones y de las Soluciones Imaginarias, la Ciencia de las Ciencias, llega más allá de la Física y de la Metafísica. De hecho, si el Universo dejara de existir, la Patafísica seguiría imperturbable su camino. A ella sí hay que tomarla en serio>>.




martes, 25 de noviembre de 2025

Reseña de "Madera de deriva" en TodoLiteratura.es por Custodio Tejada

Muy agradecido al poeta Custodio Tejada por esta maravillosa y extensa reseña de "Madera de deriva" publicada en TodoLiteratura.es, donde hace doblete hablando también de "Estigia":



<<MADERA DE DERIVA de Ángel Olgoso. Editorial Libros del Innombrable. 192 páginas y 36 textos/relatos, casi todos dedicados. El libro, lleno de 'emociones y maravillas', está escoltado por el “Prologuillo hecho con astillas” de Oscar Esquivias y una sinopsis en la contraportada de Eloy Tizón, tres gigantes reunidos de nuestras letras en un palmo de papel. La portada es un collage del propio autor, coloreado por Marina Tapia. Una imagen onírica que nos hace viajar por los sueños con final incierto y un toque surrealista. Es un texto híbrido por el que mientras lees lo mismo transitas por la poesía, la opinión, el cuento, las memorias, los viajes, la crítica, la metaliteratura… En 2025 publica "ESTIGIA" en Eolas Ediciones (252 páginas y 99 relatos) y "Madera de deriva", y así, a la vez, hace balance entre su debe y su haber como escritor y expande su cuenta de resultados. Su escritura seductora no te dejará indiferente.

Yo soy un lector de retales, y ¿por qué digo que soy un lector de retales? Porque como mucho uno puede leer unas cuantas obras completas de un puñado de autores sin morir de empacho o de viejo. Por lo general ningún lector lee obras completas, lee de aquí y de allá, y picotea con ahínco donde más le gusta y se encuentra cómodo. Pocos pueden ser los lectores que cogen unas obras completas de un autor y cuando las acaba va a por las de otro y así hasta que no acaba unas no empieza las otras. Por lo que ningún lector es un lector absoluto, jamás habrá un lector absoluto, por falta de tiempo y de ganas, simple y llanamente. Y para colmo ese mundo editorial que no se detiene. Entonces uno descubre que no vivirá para contarlo sin morir antes en el intento, y descansa enormemente sabiendo que jamás será un lector absoluto porque jamás podrá leerlo todo. Por lo que el síndrome del lector total se desvanece y la ansiedad y el estrés también. Ya uno lee sin prisas y sin complejos. Aunque al otro lado tenemos el síndrome del lector selecto, que no deja espacio para los no consagrados, y solo busca las listas de los mejores libros o de los más vendidos. Así que todos somos lectores de retales, lectores de saldos o antologías, lectores tránsfugas y pasajeros que esperan en un viejo andén el paso de un nuevo libro o un nuevo autor que nos lleve por los raíles del asombro y la belleza. Por lo que todos somos víctimas y verdugos de nuestro afán lector, entendido éste como un síndrome o enfermedad incurable. Nadie lee por generosidad literaria, sino por egoísmo lingüístico y compulsivo. El lenguaje es nuestro alimento favorito. Lo necesitamos para vivir, sin sus nutrientes no somos nada ni nadie. Nuestra alma está hecha de relatos, de poemas, de historias, de aforismos y de palabras que se traducen en pensamientos y sentimientos.

Son muchas las apreciaciones aparecidas sobre la obra de Ángel Olgoso. Oscar Esquivias nos advierte en su prologuillo que este libro es “variopinto, raro, sabio, misterioso, lleno de fervor por la literatura, en el que relata historias reales que parecen fábulas y cuentecillos con aspecto de noticias o crónicas”, “cada texto debe ser leído como si fuera un cuento o un poema”. Y Eloy Tizón, en la contraportada, dice: “Ángel Olgoso tiene el coraje de dar un volantazo inesperado a su prosa e internarse por territorios de hibridación y humor melancólico, con la libertad y maestría del que ya no necesita demostrar nada… "Madera de deriva" es un modelo de cuento desabrochado y libre en el que no escatima los juegos con la Historia y la ciencia, la cita culta y oportuna ni la imaginación metaliteraria”. Para Jaime Lechuga, ilustrador de Estigia, "Madera de deriva" es “destilación purísima de la literatura (microrrelato, libro de viaje, teoría literaria, memorias, crítica social, poesía, artículo de opinión…)". Para Francisco Morales Lomas (publicado en el suplemento Cuadernos del sur del Diario de Córdoba) con "Madera de deriva" se inicia una nueva etapa en la que los elementos autobiográficos poseen un espacio e identidad propia tanto como la reflexión metaliteraria”, “es una obra enormemente rica, heterodoxa, plural…” Para Jesús Ortega es una “hermosa miscelánea… Con sus ensayos narrativizados y sus narraciones ensayísticas, con sus evocaciones, sus crónicas, sus textos memorialísticos, sus notas de lectura, sus poemas en prosa, sus ensayos de poética personal". Marina Tapia dice de "Madera de deriva" que es un conjunto de “narraciones híbridas, frescas, empapadas, embebidas y sin complejos, armonizadas por una voz que arroja con su minuciosidad detalles, referencias y citas”, lleno de “humor e ironía marca de la casa”, “de los ecos y resonancias de otros maestros”, “un equilibrio entre pensamiento y vida”. Así que con estas mimbres críticas el lector no tiene excusas para hincarle el diente a esta exquisitez.

Ángel Olgoso, en este nuevo volumen de su aventura literaria, da fe y levanta acta de sus emociones, de sus miradas y pensamientos. Y así va como un náufrago a la deriva del lenguaje y en busca del lector, yendo de la Dehesa del Camarate en Lugros a la librería Babel en Granada, a vuelapluma y volando en una alfombra de palabras y frases. Se convierte en un cicerone para llevarnos de la palabra precisa a la imagen locuaz y viceversa. Porque "Madera de deriva" es un viaje físico y emocional, por el lenguaje, pero también por la experiencia o la memoria, por el conocimiento y la biografía, un perfecto artefacto lingüístico repleto de vida y anécdotas. Una existencia escrita que fluye desde textos como “Glosario” (p. 25) a otros como “Chile en el corazón” (p. 29) con un trato más costumbrista, que funciona como un relato de viaje o un retrato de familia. Unos más críticos e irónicos como "Besos de fantasmas", "Los fuegos fatuos" o "La pocilga de la facilidad"(donde hace un retrato peculiar del mundo literario y su intemperie) y otros más metaliterarios como "Los cigarrillos mentolados de Julio Ramón Ribeyro". El autor expande los límites del conocimiento y disuelve lo real y lo imaginado, el mito y el logos, con su narrativa detectivesca, como si fuera un Borges o un Bolaño. Ángel juega con el lector y se convierte en un autor que funciona como un club de lectura, siempre en sintonía y confidencia con el lector amigo, en complicidad, al que le gusta llevar y traer por sus andanzas lectoras y vitales como un Quijote para hacerle sentir inteligente cuando juega con él, especialmente lo digo por lo que tiene la escritura de Ángel Olgoso de juego erudito, metaliterario y humorístico, pero también de satírico e irónico. Ya que por sus páginas transitan un sinfín de nombres, obras, lugares, intenciones y momentos.

Si en "Madera de deriva", una nueva entrega “de cuento desabrochado y libre”, Ángel se presenta ante sus lectores, escoltado por los grandes Óscar Esquivias en el prólogo y Eloy Tizón en la contraportada, formando un trío de ases literarios; en "Estigia", una nueva recopilación y reorganización de sus antiguos relatos, le acompaña el magnífico prólogo de Ana María Shua. "Estigia" lo ha publicado en Eolas Ediciones, con 252 páginas y 99 relatos. Una nueva presentación de su legado, quizá la ordenación definitiva para reposar en sus obras completas.

En la portada de "Estigia" nos espera Caronte y su barcaza, en una posición de ida, que no de vuelta, casi invitándonos a que subamos en ella, quizá como metáfora lectora y sinestesia entre ilustración y escritura, entre sentidos y sentimientos. La imagen es de Jaime Lechuga Rodríguez del Castillo. En cambio, la portada de "Madera de deriva" es más onírica, incluso psicoanalítica. Un galeón con todo su velamen abierto surca el mar a todo pulmón, un rosetón gótico entre las nubes a modo de astro que recuerda a una catedral de aire, y como un sueño o pesadilla, a modo de naufragio o deriva dos manos con dos tenedores que imaginan ser dos barquitos de vela ligera, una de esas manos sujeta a una dama. Es un collage del propio autor coloreado por Marina Tapia.

Y es que, parafraseando a Marina Tapia en la página 36, el destino de todos los lectores quizá no sea tanto un lugar o un libro, sino estar junto a los escritores que los han seducido y encandilado, en una especie de metempsicosis lectora o bibliográfica, según haya sido la vida lectora de cada cual. Si esto fuera así, Ángel Olgoso ocuparía un lugar distinguido en ese territorio biblioteca y nosotros con él, porque los lectores transmigran sus almas a los autores que les hacen volar.

Ángel escribe sobre sí mismo, sobre su vida, sobre la madera de su vida que es deriva de trastos y nombres, de libros y recuerdos, de alegrías y desengaños, o sea, de su camino itinerario por el lenguaje y la biografía convertida en un vestigio. La vida también se escribe, como diría Pirandello, pero yo creo que muchas veces se lee más que se vive. Madera de deriva es un intento por preservar el pasado con las bolitas de alcanfor que resultan ser las palabras en las manos de Ángel Olgoso, otra forma de retener el tiempo y detener el olvido. Y como buen pintor de palabras que es, sabe llenar sus textos de pinceladas metaliterarias, satíricas, costumbristas, poéticas, humorísticas, irónicas… Porque el ingenio y la destreza de Olgoso no dejará de sorprenderte y encandilarte por mucho que lo leas. Cualquier libro suyo merece una tarde de mesa camilla y brasero>>.

domingo, 23 de noviembre de 2025

Entrevista en el programa de radio Granada Literaria, por Eva Velázquez

Grata experiencia esta entrevista muy personal de Eva Velázquez para su programa de radio Granada literaria en Granada FM. La sensibilidad, generosidad y entrega profesional de Eva (también escritora, actriz y directora del Grupo Cultural Verso Vivace) han logrado que uno disfrute al fin de este tipo de tercer grado y que hasta lo eche de menos. Hay música, relatos, cuestionario Proust, complicidad y ‘bonus track’ final.






viernes, 21 de noviembre de 2025

Entrevista en la revista Quimera (nº503)

Comparto la entrevista que me ha hecho el gran Miguel Arnas para la revista Quimera. Este número de noviembre (503) incluye, entre otros interesantes contenidos, ensayos sobre Henry Miller, Guillermo Cabrera Infante, Cormac McCarthy y Roberto Juarroz, y entrevistas a Sabina Urraca y Cristina Sánchez-Andrade:

                                                                                

QUIMERA (503-Noviembre 2025)
Cambio de amura. Entrevista a Ángel Olgoso

Miguel Arnas Coronado

La entrevista que le hice hace ya veinte años para la revista Ficciones -y que supuso el inicio de una fértil, profunda y patafísica amistad- la titulé “Ángel Olgoso o el relato poético”. Con esta otra, de algún modo se cierra un ciclo aprovechando que Ángel va por la mitad de la publicación de los seis volúmenes de sus relatos completos, unos setecientos, hazaña que lo emparenta, en cantidad y calidad sostenida, con producciones cuentísticas de la envergadura de Maupassant o Pardo Bazán. Al mismo tiempo, se acaba de editar la primera obra de una nueva etapa híbrida y sin apenas ficción, “Madera de deriva”. El universo olgosiano es un espacio reconocible, de perspectivas insólitas, de relatos simbólicos y medulares por su concentración e intensidad, de mimo en la precisión y coloratura del idioma, de un singular minimalismo barroco, como diría él. Una literatura de quilates aunque venga en pequeños recipientes. Al adentrarse entre sus páginas inquietantes y sorprendentes, el lector no puede sino sentirse abrumado por la potencia imaginativa, la riqueza estilística y la versatilidad de un escritor que trasciende los límites de los géneros breve y fantástico, y del que muchos pensamos que no ocupa el lugar que merece por derecho propio. Cualquier otro autor con este bagaje sería ya hace tiempo un hito insoslayable.

-Estás publicando tus cuentos completos en una serie de seis tomos, donde los seleccionas en función de su temática. Al menos desde fuera, da impresión de proeza ¿Qué sientes al echar la vista atrás?

Es cierto, Miguel, tras abandonar la ficción (unos 700 relatos escritos en 42 años) por otros senderos narrativos más híbridos, los estoy recopilando temáticamente. Ya han aparecido los tres primeros volúmenes en la editorial Eolas: “Bestiario”,  “Sideral” y ”Estigia”. Y están previstos que salgan otros tres más: "Holobionte", "Ánfora" y "Maelstrom". Siento la satisfacción, y un poco la inquietud, del deber cumplido, de dejar organizada la obra de mi vida. 

-Setecientos relatos son un número considerable ¿Cómo lo has hecho, no te has encontrado con la duda de clasificar alguno que podría figurar a la vez en dos o más compendios?

A pulso, vertiéndolos relato a relato en cada uno de sus seis archivos correspondientes, con cuidado de no repetir ninguno. En realidad, sólo el tema del amor y el erotismo tenía entidad para componer otro volumen unitario, pero este asunto recorre transversalmente los otros seis volúmenes, a los que sin duda presta un toque de color y calidez. Más allá de esto, no he tenido dudas con los ejes temáticos de mis relatos completos, que he estabulado mediante agrupaciones de algún modo imperativas. 

-Hace ya muchos años Justo Navarro dijo que posees una capacidad verbal e imaginativa que es una excepción en la literatura que se escribe en España. Desde luego tu estilo inconfundible implica un altísimo tratamiento del lenguaje, un prurito en las enumeraciones, una prosa muy cercana a la poesía, unos finales sorpresivos, una fantasía voladora. ¿El amor por la palabra es tu clave de bóveda?

Como supiste ver muy bien en aquella antigua entrevista, algo de la poesía que cultivé entre los trece y los diecisiete años ha seguido rezumando en todos los relatos que he escrito, como las gotitas de un cántaro poroso. Supongo que porque soy un apasionado de las palabras vivas o muertas: me parecen claves de acceso a otro mundo, polizones que desenmascaran o interrogan la realidad, caballos de Troya de la mente. Me sirvo y sirvo a las palabras: no sólo cuentan la historia, son la historia. Encuentro extremadamente vigorizante el embeleso verbal y tangible que procuran. Siento una clara simpatía por autores que tratan el lenguaje como un material totalmente artístico (‘prosa comestible’ la llamo), Azorín, Cunqueiro, Gabriel Miró, Pla, Aldecoa, García Pavón, Dieste o Caballero Bonald. Creo que la belleza formal ejerce de contrapunto de los delirios un tanto sombríos que conforman la mayor parte de mi obra. Ese gusto por la orgía perpetua del lenguaje proviene de mi querencia adolescente por el barroco de Carpentier o Lezama Lima, y de la herencia formal de la Andalucía barroca, que se superpone a la herencia familiar gallega, de aliento céltico y neblinoso. No considero las frases tornasoladas como un simple adorno, sino como una condición esencial de la literatura, la de su capacidad para crear belleza a través de las palabras, que es también el más fundamental de los placeres. Tal vez después de todo, como dijo D. H. Lawrence, al comienzo no era el Verbo sino un gorjeo.

-Es evidente que los cuentos han sido la médula de tu obra.

Por supuesto. Los cuentos son como las perlas, decía Karen Blixen, enfermedad transformada en belleza. Pescar esas perlas ha sido la pasión de mi vida. Creo que de joven padecía un estado interior ígneo, eran veinticuatro horas de erupción imaginativa. Aunque ese magma se haya ido enfriando, sigo pensando que la imaginación puede entender el mundo lo mismo o mejor que la razón: el escritor como visionario, como domesticador de relámpagos. Y que esas ‘islas de orden’, esas medidas estructuras, esos diminutos cedazos, esos precisos mecanismos narrativos son un género destinado a autores que no necesitan escribir largo para decir mucho. Por su brevedad, el relato permite la estética del todo, la armonía del conjunto cerrado, autoconclusivo, algo imposible en una novela, que se cifra en algunos fragmentos satisfactorios, y donde es muy difícil que todo esté a su misma altura. Mi estética, además, ha intentado traducir el sentimiento de extrañeza que produce el mundo. Historias contadas con brevedad, intensidad y trascendencia. Mis relatos son como esas gárgolas y bajorrelieves de monstruos en los capiteles del Románico, proyecciones del inconsciente, del lado oculto de la naturaleza humana, de sus pesadillas, de lo que no se puede expresar. 

-¿Podemos afirmar entonces que eres de los que consideran que la obra de arte, en lugar de ser un espejo en el camino, debe transportar al lector o al espectador a un mundo en el que no ha estado?

Clarísimamente. Poco hay más estimulante que cuando se diluyen los límites entre lo real y lo soñado, cuando arrancas al lector de la costumbre. Al arte le pido una especie de cautivación. Esta es la función del creador artístico: dar comida de lo que no existe para que la gente se alimente. Pienso, con Gonzalo Suárez, que si partes de la realidad sólo puedes falsificarla, pero si partes de la ficción paradójicamente no te escapas de la realidad. Porque la realidad (categoría, por cierto, que a estas alturas se ha pulverizado hasta límites cuánticos) no es sólo lo que vemos, también lo que imaginamos y soñamos. Siempre he creído en la primacía de la imaginación (desbordante y filistea en mi caso y jugadora a veces de malas pasadas), en su capacidad para transfigurar y subvertir la realidad, para abrir puertas, para ‘asombrar desde la sombra’. 

-Te he visto como inoculado siempre por ese insobornable fervor imaginativo, que es también el gusto por el misterio y la excepción.

Así es, el vínculo con el misterio está en la base no sólo de la creación artística sino de la conciencia humana. Lo imaginativo, lo insólito, todo lo que tiene la relación adecuada con lo Extraño, es como una lente a través de la cual examinar la realidad. Mis relatos se propusieron cautivar, hechizar al lector, que viajara al encuentro con lo sorprendente, a otros estados de conciencia, mediante visiones singulares, de una intensidad exacerbada, y mediante atmósferas inmersivas. El misterio fragua estéticamente. En cuanto a la excepción, creo que el estudio de la realidad reside menos en las leyes que en las excepciones, y que el interés del artista debe dirigirse a lo excepcional, en un esfuerzo por superar los hechos genéricos; algo que -como sabemos, dada nuestra condición de Sátrapas del Institutum Pataphysicum Granatensis- que está en el centro mismo del corazón espiral de la Patafísica.

-Corre la leyenda de que Ángel Olgoso es en realidad un combinado, un escritor conformado en calibrada proporción por tres partes perfectamente prorrateadas, Poe, Kafka y Borges.

Es una visión muy plástica, y desde luego halagüeña e hiperbólica hasta más no poder. Para completar tan milagroso compuesto, yo añadiría algunos excipientes imprescindibles -Schwob, Azorín, Buzzati, Arreola o Cunqueiro, por citar los principales- que dan consistencia a aquellos principios activos.

-De pronto, nos anuncias que has dejado de escribir ficción. Pero, por lo que sabemos, no implica abandono de la escritura. Tus cuentos nos han seducido durante décadas. ¿A qué se debe este golpe de timón? ¿A qué te vas a dedicar, o quizá ya te estás dedicando?

Sigo siendo defensor a ultranza de la imaginación como recurso creativo primordial pero deseaba zafarme de las bridas y convenciones de la narración tradicional. Es decir, subyace un deseo de libertad. Aunque antes ya había experimentado con los relatos y jugado con los límites de su territorio, la hibridación (lo que Ginés Cutillas denomina con acierto el ensayo-ficción) me ha ido pareciendo cada vez más sugestiva. Me ha permitido diversificar mi atención, levantar el tingladillo de una teoría peregrina, dar rienda suelta a la jugosidad interior sin una necesidad constante de fabulación. Quizá me influyó esa fatiga reciente de las formas literarias, ese magnetismo actual de lo fragmentario, ese hambre circundante de realidad. Las piezas de los dos primeros libros de esta nueva época, “Madera de deriva” (Libros del Innombrable) y “Mirabilia”, suceden entre la epigrafía, el ensayo, la poesía y otros géneros. Prosas apátridas en el sentido que le dio Ribeyro, textos alérgicos a la trama. Tal vez, a medida que uno envejece, descubre que la meditación es un país incomparablemente más vasto que el de la ficción.

-Acabas de publicar tu primer libro de la nueva manera, “Madera de deriva”. ¿Qué puedes decirnos de él? Por lo que comentas, va a ser afín al ensayo. ¿Te satisface tanto tu nueva tarea como la que has abandonado? Te pregunto esto porque de tu narrativa anterior se deducía un goce íntimo, no solo del lector, del que doy fe, sino también un goce grande del propio autor.

“Madera de deriva” es una obra miscelánea de textos fronterizo, un ‘collage’ literario donde hago acopio de apostillas libérrimas, de elementos marginales de la cultura, entradas de diccionario, evocaciones, viñetas, teorías extravagantes, guiones, marcapáginas de la Historia y algún texto discretamente confesional. Aunque aquí el grado de ficción se haya reducido, sigue habiendo esa capacidad del arte de dilatar la realidad. Y en todo está presente cierta pulsión poética, reflexiva o incluso erudita. Un libro lleno de fervor por la literatura. Pero a pesar del título estos escritos no son restos de naufragio sino piezas forjadas con toda premeditación y hasta sus últimas consecuencias, con respeto por la inteligencia del lector y por la lengua, y sin miedo a la exigencia ni al culturalismo.

-Me consta que tienes cuentos largos como El síndrome de Lugrís, Los palafitos, Villa Diodati, Dybbuk o Las Montañas de los Gigantes a la caída de la tarde para los que has necesitado muchísimo tiempo. Estos textos híbridos, o como quieras llamarlos, ¿te son igual de costosos?

Ahora que lo dices, soy consciente de pronto de lo brutal del contraste: si “Madera de deriva”, el libro entero, me llevó tres intensos meses -los del confinamiento-, el esfuerzo y el tiempo que requirieron relatos como El síndrome de Lugrís (ocho meses), Los palafitos (cinco años), y Las Montañas de los Gigantes a la caída de la tarde (veinte años de acopio de documentación) pueden suponer una desproporción bárbara e incomprensible, pero creo que no sólo son indicadores de mi lentitud sino también de la implicación absoluta, de una dedicación enfermiza a la búsqueda de la excelencia literaria. Recordemos que, si no hay precisión, la pasión creativa se convierte en caos.



jueves, 13 de noviembre de 2025

Reseña de "Madera de deriva" por Diego Prado en Librújula

Muy agradecido a Diego Prado por su reseña de “Madera de deriva” (Libros del Innombrable) en el último número de la revista Librújula:



<<Si el autor granadino Ángel Olgoso ha lucido el blasón de lo fantástico en lo mejor de su extensa producción cuentística, es cierto que en este libro misceláneo se despega un poco de ello. Pero no del todo, claro, porque lo insólito, lo sobrenatural y lo extraño conviven con nosotros y Olgoso, como buen rastreador, no puede sustraerse a ello.

‘Madera de deriva’ es un libro para leer lentamente, sin prisas, un libro compuesto de reflexiones sobre el arte de narrar, breves artículos, fragmentos de un diario de viaje, semblanzas y recuerdos literarios, notas para relatos que nunca fueron escritos, cuentos dispersos, etc. Diríase, en fin, que está compuesto de hojas volanderas que, afortunadamente, han encontrado cobijo en este tomo. Cada una de estas piezas, no obstante, comparte unos rasgos comunes: están escritas con un lenguaje primoroso, con un magnífico uso del castellano, y acarrean en ello el bagaje de una fina ironía, la fértil inventiva del cuentista y el lirismo verbal del que sabe mirar a su alrededor con los ojos de un cazador de prodigios. Un pedazo, pues, del amplio universo Olgoso>>.



jueves, 6 de noviembre de 2025

Reseña de "Madera de deriva" por Emma Prieto Rubio

Muy agradecido a Emma Prieto Rubio por sus palabras sobre “Madera de deriva” (Libros del Innombrable) en las lecturas de octubre del blog Irredimibles:

<<Qué mejor para hablar de Madera de deriva que tomar las palabras en la contraportada del maestro del cuento, Eloy Tizón: "Olgoso nos regala un modelo de cuentos desabrochado y libre en el que no escatima los juegos con la historia y la ciencia, la cita culta y oportuna ni la imaginación metaliteraria". Es este un libro de cuentos fronterizo, híbrido, asombrosamente divagante -como esas cajas de Joseph Cornell que contienen diferentes universos dentro-, lejos de los argumentos convencionales, lejos incluso del argumento- al límite entre realidad y fantasía, repleto de cultura. Ángel Olgoso, a través de un lenguaje muy cuidado y preciso, que no deja ni por un instante de brillar, desata en el lector una cascada de sensaciones invitándole no sólo a participar en su universo sino a que sea capaz de construir el suyo propio>>.