Ángel Olgoso

He creado el Blog para compartir mi admiración por este singular escritor español, creador de un mundo propio, poético e inquietante, de una obra que trasciende los límites del género breve, del simbolismo y de la literatura fantástica. (Marina Tapia)

jueves, 20 de febrero de 2025

"Cuentos completos", de Poe

Un placer haber participado en la edición comentada e íntegra  de los "Cuentos completos" de Poe (Páginas de Espuma), que ahora se publica ilustrada, con edición de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, traducción de Rafael Accorinti y prólogos de Mariana Enriquez y Patricia Esteban Erlés. Os dejo con la magnífica reseña de Santos Domínguez de esta magna obra de más de mil páginas, publicada en su blog Encuentros de lecturas:





<<Para celebrar el cuarto de siglo de su fundación y para conmemorar los 175 años de la muerte de Poe, Páginas de Espuma ha preparado una espléndida edición comentada de los Cuentos completos de Edgar Allan Poe con una nueva traducción de Rafael Accorinti, que corrige algunas inexactitudes de la canónica traducción que hizo Cortázar hace casi setenta años.

Una edición de la que se han encargado Fernando Iwasaki y Jorge Volpi, que escriben en su pórtico, ‘Poe & Cía. 2.0’: “Cuando Borges tradujo «La verdad sobre el caso de M. Valdemar» para su célebre Antología de la literatura fantástica (1940), convirtió a Poe en personaje y narrador de su propio cuento, tal como él mismo se introdujo como personaje y narrador de «El Aleph» en 1945. Pues bien, en esta nueva y estupenda traducción de Rafael Accorinti, Edgar Allan Poe también es personaje, narrador y comentarista de cada uno de sus propios relatos, pues solo la lengua española podía devolverle a Edgar Allan Poe todo su prestigio de tarambana, calavera, desorejado y truchimán. Si a la crítica norteamericana le preocupa la mala reputación ciudadana de Poe, aquí estamos 69 escritores hispanohablantes acostumbrados a llevarla con donosura, como quien luce un clavel en el ojal.”

Porque a cada uno de los sesenta y siete cuentos de Poe lo precede el comentario de un narrador de lengua castellana. Juan Gabriel Vásquez, Santiago Roncagliolo, Ángel Olgoso, Eloy Tizón, Care Santos, Ignacio Padilla, Berta Marsé, Hipólito G. Navarro, Ricardo Menéndez Salmón, Eduardo Berti, Pablo Andrés Escapa o Andrés Neuman son algunos de los miembros de esa genealogía de sesenta y siete narradores-comentaristas nacidos después de 1960, representantes de la mejor narrativa breve actual en español.
Abren esta edición, que incorpora potentes ilustraciones de Arturo Garrido,  dos espléndidos prólogos de dos narradoras. En el primero -“El gran capitán”- Mariana Enriquez explica que “a pesar de que cuando Poe irrumpió puso patas para arriba toda la literatura, el terror es su gran medalla. Porque es en el terror donde desata una tempestad psíquica que, hasta hoy, cuando ya lo leímos y vimos todo, exuda demencia, atrevimiento, verdad.” Y concluye reivindicando a Poe “como el mejor capitán de la oscuridad. Él lo sabía, y lo sufría. Alguna vez dijo, y podría ser la voz de uno de sus personajes: «Muchas veces he pensado que podía oír perfectamente el sonido de las tinieblas, deslizándose por el horizonte».”

“Poe, o El lugar de las apariciones” es el título del prólogo de Patricia Esteban Erlés, que defiende que “no cabe la menor duda de que la literatura de Edgar Allan Poe ha ido convirtiéndose a lo largo de los dos últimos siglos en el lugar más propicio de las apariciones para quienes lo descubrimos siendo adolescentes, en uno de esos gozosos banquetes de lectura terrorífica que nos marcaron para siempre.” Cierra su texto con estas palabras: “Siempre nos quedará Poe, nuestro lugar predilecto de las apariciones. Y bendito sea, por enseñarnos a tantos el irresistible camino de la tiniebla. Maldito también, porque nos hizo desear seguirlo eternamente, a través de las sombras, por más que no lleguemos a alcanzarlo.”
Con muy buen criterio, se ha puesto al frente de la edición de los cuentos la Reseña que quizá el mismo Poe hizo de sus cuentos. Apareció en  octubre de 1845 en la revista Aristidean, firmada con las iniciales de su editor, T.D.E. (Thomas Dunn English). Esa reseña se ha atribuido frecuentemente al propio Poe, porque contiene detalles que sólo podía conocer él. Hay dos posibilidades en este debate: que Poe se limitara a proporcionar al redactor esa información para la redacción del texto o que fuera el mismo Poe quien escribió el artículo hablando de sus cuentos en tercera persona, aunque no quiso firmar ese elogio de su propia obra. Finalmente, cabe una tercera posibilidad intermedia: la colaboración entre Poe y el reseñista. 

Lo importante es que esa magnífica reseña, atravesada de una ironía muy propia de Poe, incorpora un luminoso análisis de cuentos como El escarabajo de oro, (“Su propósito es seducir al lector con la noción de un mecanismo sobrenatural, y mantenerlo mistificado hasta la última línea”), Los crímenes de la rue Morgue, El misterio de Marie Rogêt o La carta robada, que “son cuentos de carácter inductivo y racional que todo lo analizan y lo indagan en profundidad.”  La cierra este párrafo, que resume la teoría de Poe sobre el cuento y el efecto único:

La mayoría de los escritores piensa en una historia que luego cuentan con su pluma. Lo que se propone el señor Poe es crear un impacto jamás visto en el lector y luego plantearse sobre qué fabular. En otras palabras, al proponer una sucesión de hechos insólitos, un modo diferente de contarlo todo, consigue el impacto deseado. Y, como es lógico, considera útil todo aquello que colabore para fomentar ese efecto en el cuento. Bajo estos principios ha conseguido trazar obras de tan alta estima y ha conseguido colocar el simple “cuento” en estas tierras por encima de la más extensa pieza literaria conocida, a grandes rasgos, como “novela”.

Poe escribió decisiva y memorablemente poesía y relatos. Y como crítico y ensayista elaboró una filosofía de la composición, una teoría del cuento y del efecto único en la poesía y el relato sobre la base de la intensidad y la brevedad. Abordó en sus textos temas científicos y horrores variados, el misterio policial y la aventura y en más de una ocasión practicó la parodia de los viejos modelos narrativos. Revitalizó la narración de terror en La caída de la casa Usher y la de aventuras en El escarabajo de oro, fundó el relato policiaco con La carta robada y Los asesinatos de la rue Morgue y fue el primero que hizo que el horror se independizara de la escenografía y que la sensación de terror surgiera en el interior del personaje y se transfiriera luego al lector. Publicó cuentos alimenticios para salir del paso y obras maestras imprescindibles. Replanteó la creación literaria desde la premeditación y su capacidad para la creación de atmósferas y para bucear en los mecanismos mentales que generan el efecto del terror. De él, que quiso ser el primer narrador profesional de Norteamérica, arranca una nueva manera de entender el cuento. Sus relatos, basados en tres principios -originalidad, variedad y unidad-, fundan las modalidades narrativas detectivescas, fantásticas, de ciencia ficción o de terror. Y como profeta del simbolismo renovó las formas de relación del narrador con el lector, de plantear el ambiente o el trazado psicológico del personaje. 

Por eso explica Mariana Enriquez: “Ahora, mientras le pongo punto final a este prólogo, me doy cuenta de que la obsesión por la muerte, el cuerpo y la crueldad es todo Poe, somos sus hijos, los escritores de terror desde ya, pero también los de policiales, los cuentistas, los periodistas, los poetas.”

Y por eso también en “Descendientes”, el texto con que presenta su traducción, advierte Rafael Accorinti   “a quienes se asoman a los cuentos de esta antología -íntegra y comentada- que, si acaso comienzan a ruborizarse entonces, a palidecer después, a estallar en risa de pronto, como si acaso les hiciera gracia lo que acaban de leer, sepan que están siendo presas del embrujo, del embrujo de ser descendientes de Edgar Allan Poe.”

Pero Poe es, sobre todo, literatura en estado puro, una invitación al placer de la lectura. No hacen falta excusas para leerlo o releerlo, y menos aún si la invitación es tan irresistible como la de esta nueva edición de Páginas de Espuma, que se cierra con un Epílogo (“Noche de brujas en Baltimore”) en el que Fernando Iwasaki escribe: 
“En la tumba de Poe hay flores muertas como murciélagos de colores, devotos que se amontonan para celebrar un aquelarre en el cementerio y turistas con los gatillos engrasados de sus cámaras. Cada noche de brujas los melancólicos y algunos curiosos recitan poemas, tocan jazz y derraman brandi sobre el sediento túmulo. Este año han representado El corazón delator El tonel de amontillado, y regado su lápida con una botella de Jack Daniel’s etiqueta negra. Nadie sabe cuándo comenzó el ritual y nadie desea ponerle punto final. […] Edgar Allan Poe sigue bebiendo a costa de todos.”>>
Santos Domínguez 

domingo, 9 de febrero de 2025

De una entrevista a Luis García en Cuadernos del Sur

De la entrevista realizada por el escritor Francisco Antonio Carrasco y publicada en el suplemento literario del Diario de Córdoba "Cuadernos del Sur", a propósito de su libro Cuentos desde la puerta del infierno:

<<...- ¿Qué cuentistas son los que más le han influido?

Qué difícil es hacer una relación de los autores que más te pueden haber influido. Pero siempre estarán los españoles Luis Mateo Díez, José María Merino, Juan José Millas... y, como cortesía particular, un escritor de cuentos maravilloso, de los llamados de culto y que considero que no ha tenido la repercusión mediática que se merece: Ángel Olgoso, a quien descubrí hace tantos años que ya ni recuerdo. España es cuna de grandes cuentistas, pero siempre tendremos en la memoria los latinoamericanos Cortázar, Borges, Arreola, Quiroga, Peri-Rossi…y, cómo no, Juan Rulfo.>>



lunes, 20 de enero de 2025

Dos aproximaciones a "Conjugación"

Agradecido a Miriam Salinas (Argentina) y Marina Tapia (Chile) por estas dos aproximaciones audiovisuales a mi texto “Conjugación”, un microrrelato que el maestro José María Merino siempre ha puesto en sus conferencias como ejemplo del movimiento interno que necesita este género arriesgado y casi instantáneo, que se mueve en el filo de la concisión:

Yo grité. Tú torturabas. Él reía. Nosotros moriremos. Vosotros envejeceréis. Ellos olvidarán.

*‘Relatos Breves con Miriam Salinas’.Cuentos y relatos diarios de menos de 2 minutos.



*“Conjugación”, pintura de Marina Tapia para su Exposición ‘Onírica’.



martes, 14 de enero de 2025

Presentación de "Piedra que mengua" en La Casa con Libros



Buenas tardes y muchísimas gracias a cada uno de vosotros y de vosotras por acompañarnos hoy aquí, y naturalmente a Luis y a Johanna por cedernos este espacio suyo maravilloso de La Casa Con Libros. Antes de empezar, debo aclarar que el alarmante estado de mi ojo izquierdo no se debe a que me haya negado a hacer la presentación: juro que he venido voluntariamente. Me parece natural que La Zubia sea el primer lugar donde se presente el nuevo libro de Marina, “Piedra que mengua”, puesto que aquí están muchos de sus amigos más cercanos y de sus alumnos, y es aquí además donde desarrolla su vida diaria. Como creo que la conozco un poquito, sé que le horrorizará lo que voy a decir de ella a continuación (te ruego que me perdones), pero no puedo desaprovechar una ocasión como esta: Marina Tapia es una poeta genuina, una joya en un mundo de bisutería, una flor fresca, fragante y viva en un mundo de plástico. Marina es nuestra Emily Dickinson, nuestra Gloria Fuertes, nuestra Gabriela Mistral, nuestra sor Juana Inés de la Cruz. Y, tras unas pocas décadas de existencia, ya se presentan nítidos los principales ejes de su poesía: la naturaleza, el amor y el erotismo, los roles femeninos, la sororidad, el lenguaje, el silencio, la errantía. Pienso que no somos conscientes del privilegio que supone ser coetáneos de Marina, de la fortuna de que viva, enseñe, escriba, pinte, comparta, cocine o irradie cultura aquí, de que nos alegre y nos conforte, de que ande entre nosotros, en La Zubia, en Granada, en España.


Como todo lo que es esencial, Marina tiene una presencia muy discreta, menuda, invisible casi: una pequeña fuente, un gorrioncillo que alza el vuelo, una ventana en herradura, una nube ligera en lo alto, el verdor de un pino en una loma, el frescor de cuarzo de una umbría, cualquiera de estas imágenes humildes o de las creadas por Marina basta para que nuestro corazón se esponje. Como la blancura de una paloma torcaz o de una flor de almendro, la poesía de Marina posee diafanidad, un resplandor singular, una dulzura que no sólo es un consuelo, sino un relámpago de vida y de belleza. Y tiene también, a la vez, el espesor y la ligereza natural de la poesía verdadera, de la poesía que merece tal nombre. Creo además que su sentido de la dignidad poética y por supuesto humana, su curiosidad innata y su decirlo todo en voz baja, que la irisación de su sensibilidad es como una fontana que va empapando al lector a medida que se adentra en el bosquecillo armonioso de sus poemas.


Marina encuentra poesía en todas partes, siente la comunión de la vida, vibra con el Cosmos. Marina vive poéticamente, aunque esta pasión la conduzca a la precariedad (algo nada usual en estos tiempos). Marina es una de esas creadoras que, según el Ars Poetica de los pueblos nahuas, “hacían que las palabras se pusieran de pie”. Cuando te sitúas delante de un libro de Marina, te limpias. Es como estar delante de una fuente prístina que acaba de aparecer en un camino árido y polvoriento. En términos de pura transparencia de visión y de oído, pocos la superan. Si poesía es estado de gracia (como en Juan de la Cruz), en Marina se confirma esta acertada definición. Gracias a sus libros, el mundo vuelve a reencantarse. La poesía de Marina explica su amor por la naturaleza, su piedad por el ser humano, su receptividad para el placer de los sentidos, su adoración por la hermosura vivible, por la mística de la materia.



Todos los que habéis leído alguno de sus libros habéis escuchado ese trémolo luminoso, clásico, rítmico, delicado y exacto, sensual y elegante. Uno cree oír en sus versos las vibraciones de la música de las esferas. Pase lo que pase, estoy sinceramente convencido de que las palabras de Marina pervivirán hasta los confines a través del viciado aire del mundo.


Aunque se me pueda acusar de no ser objetivo, tengo clarísimo que cada nueva obra de Marina Tapia es siempre todo un acontecimiento para los que aman la poesía. En “Piedra que mengua”, el volumen que hoy presentamos, con el que ha obtenido en Navarra el premio Ángel Martínez Baigorri y que la revista Librújula ha destacado ya como uno de los mejores libros del año, Marina continúa su camino de exploración y de esencialidad. Es un poemario audaz, cadencioso, escrito en roca viva, en piedra matriz, con una veta mística, un voltaje armonioso y una limpia vibración. Es un reino mineral y telúrico. Una voz geológica, una voz magmática que pinta y roza al lector como se acaricia el pedernal, una voz de cuarzo donde resuenan la belleza y la eternidad. Como dice Pura Fernández en su magnífico prólogo, “las piedras son los huesos de la Tierra, en ellas nos sostenemos, ellas son nuestras garantes”. Puede que sólo amemos lo efímero, lo condenado a marchitarse y a desaparecer, una flor o nuestros seres queridos; puede que nadie ame a una piedra, pero Marina dialoga con la ‘sustancia pétrea’, se fusiona con ella, se siente plenificada por ella. La cohesión temática de los 39 poemas de “Piedra que mengua” se logra mediante un flujo controlado de reflexión y emoción, de transformación y amor, de tiempo y materia, mediante una búsqueda interior de lo atemporal, de lo sagrado, mediante la alternancia de lo sereno y lo trascendente, de la profundidad espiritual que acaricia y la potencia genésica que retumba. A destacar también la versatilidad técnica de la autora, la original forma de titular los poemas -con un verso cualquiera del poema resaltado en negrita-, así como la dimensión simbólica de la obra, con estratos de significado donde Marina entrelaza la naturaleza mineral con la experiencia humana, donde persigue la disolución del ego, como si de una piedra se tratase, desgastándose hasta convertirse en arcilla o en perla.


Como lógicamente es la autora misma la que puede hablar con mayor autoridad y propiedad de su libro, no quiero robaros ni un minuto más de de su propia voz y de su poesía, pero sí me gustaría recordaros que -dadas las particularidades de la edición- estos volúmenes no se pueden conseguir en librerías. De modo que sería aconsejable no desaprovechar la ocasión de haceros, hoy aquí, con algunos de los ejemplares de “Piedra que mengua” antes de que comiencen a ‘menguar’ peligrosamente. Muchas gracias. Marina, cuando quieras.

Ángel Olgoso







lunes, 13 de enero de 2025

Un texto inédito en "La palabra compartida"

Agradecido a la veterana revista Ánfora Nova y a su director, José María Molina Caballero, por contar con mi colaboración en “La palabra compartida. 35 años de Ánfora Nova (1989-2024)”, el espléndido monográfico que celebra la fecunda trayectoria de esta revista (medalla de Andalucía de las Ciencias Sociales y las Letras 2024) y a sus 35 años de compromiso ético y estético, que incluye una amplia muestra de literatura (poesía, narrativa, ensayo), una portada de Arrabal, así como manuscritos y cartas inéditas de un relevante y nutrido elenco de autores, pensadores, artistas e intelectuales entre los que figuran numerosas personalidades distinguidas con el Premio Nobel, Premio Cervantes o Premio Princesa de Asturias. La edición arranca con un preliminar de Federico Mayor Zaragoza (Ex Director General de la UNESCO), al que le siguen una serie de pórticos con material inédito, cartas y manuscritos de Gabriel García Márquez, Vicente Aleixandre, Nelson Mandela, Jimmy Carter, Juan Pablo II, Mijaíl Gorbachov, Madre Teresa de Calcuta, Rigoberta Menchú, Yasser Arafat, Shimon Peres, Isaac Rabin, Bill Clinton, Václav Havel, Edgar Morin, Boutros-Ghali, Mary Robinson, Danielle Mitterrand, Jacques-Yves Cousteau, Rafael Alberti o Joan Brossa.
Mi texto inédito “Besos de fantasmas” versa sobre la elasticidad del espacio y el tiempo en el campo del arte; más en concreto, sobre las ‘pinturas vivientes’, esos óleos obsesivos, esos cuadros fantasmales cuyas escenas parecen cambiar paulatinamente, de manera inequívoca, con el paso de las horas o de los días.